DOS HERMANOS

Dos hermanos



Hola hermano, aunque no debemos revelar nuestras travesuras, sin embargo, espero no pecar de infidente al contarles a nuestros amigos un poco de nuestras complicidades, anhelos, peticiones, ambiciones (¿qué pasó, dejaste de soñar?).

Las veces que “los viejos” viajaban, yo tomaba el papel de jefe, no dudo que me gustaba, pero con un súbdito como tú era imposible darme un lugar en mi “trono”. Se acercaba el día del regreso de “los viejos” y pedíamos a Dios que se queden un día más para poder jugar futbol hasta tarde (y no bañarse), escuchar música, ver mucha TV y levantarse tarde (sonámbulo). Además que no vengan porque se enterarían de nuestras travesuras.

También en nuestras peticiones estaban presentes nuestros profesores, especialmente aquellos que dejaban trabajo y tomaban examen. Era mejor no decirle a mamá que la poza en el río (nuestra gran piscina) era más refrescante y divertida que las clases de química o física. El tío nos hacia el favor de decir que estábamos con él, cuando nos sentíamos dueños de los árboles de capulí y cazábamos tórtolas, ruiseñores y zorzales (un poco crueles).

Aunque es triste pero recuerdo cuando soñábamos con un acordeón o un saxofón, bicicletas y motos. Pobre nuestro viejo, no sabíamos lo que pedíamos, cuando él se preocupaba más por darnos la comida y el vestido. Pese a todo, nos compró aquella bicicleta que desarmamos y armamos un montón de veces. Recuerdas aquellos maletines azules que la “viejita” nos mostraba con orgullo y nunca los usamos porque queríamos mochilas; renegábamos de los zapatos de cuero (lindos) y pedíamos zapatillas (baratas); criticamos los pantalones de tela porque queríamos blue jeans despintados y rotos.

Hoy tenemos lo que anhelábamos de niños, pero yo quisiera ser niño y disfrutar de la compañía de los viejos, pido a Dios que nos acompañen mucho tiempo, que lleguen de viaje, nos abracen y besen aún sabiendo que deben reconstruir la casa; que nuestros maestros nos enseñen más; que nunca torturemos a los viejos restregándoles sus fallas. ¿Cuál fallas? No sabíamos lo que pedíamos, “inocentes”.

La vida nos pasa la factura, los hijos también. Pedíamos la mejor presa y la vieja era feliz comiendo la molleja de la gallina. En cada fiesta teníamos ropa nueva y los Viejos… Dormíamos hasta tarde y la mamá nos esperaba con un caldo caliente y sabroso, claro que su espalda y sus manos curtidas por el frío significan amor. Vez, se dedicaron a servirnos, ¿podremos servir como ellos? Ojala sigas soñando en que seremos mejores. Ellos serán más felices.

Documento de Aparecida

La Conversión: Es la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por la acción del Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras de Él, cambiando su forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, consciente de que morir al pecado es alcanzar la vida. En el Bautismo y en el sacramento de la Reconciliación, se actualiza para nosotros la redención de Cristo. (Documento de Aparecida 278b)



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