Domingo II del tiempo ordinario – Ciclo B (Juan 1, 35-42) – 15 de enero de 2012



“¿Qué están buscando?”

¿Qué buscas? Es la pregunta que vertebra la vida. Si no sabes a dónde vas, cualquier camino te lleva allí. Una de las cosas que más me molesta en mi desorden es buscar algo (que estaba en mis manos, lo vi, lo guardé) y no encontrarlo. Es desesperante perder tiempo por falta de disciplina. Se agudiza la búsqueda y los sentimientos en la búsqueda del camino de la vida.

Buscar supone mirar, decir, oír, preguntar, responder, ir, quedarse,… Todos buscamos algo/alguien en la vida. No buscarlo significaría conformarnos con una existencia mediocre, sin metas, sin compromiso, vivido sin pena ni gloria.

Podemos añadir más preguntas: ¿Qué quieres de él? ¿Para qué lo invocas? ¿Qué le pides? Hay que definir bien ¿Dónde lo estás buscando? Hay sitios muy iluminados que nos parecen idóneos para encontrarnos con Dios pero nos puede estar esperando en otra parte menos luminosa como la vida diaria.

Uno de los pasos para averiguar lo que buscas en tu vida es la disponibilidad para escuchar – “habla Señor que tu siervo escucha”-. También, emprender el camino al contacto experimental. Juan el Bautista fija la mirada en Jesús, no le pierde de vista, está atentísimo, y dice, sin rodeos: “Este es el Cordero de Dios”.

Jesús se manifiesta disponible, pronto a compartir la vida “vengan y miren”. Lo vivieron tan bien que no dudaron en seguirle, en ir con él que indica el camino, es el Camino.

Él mismo llama de manera misteriosa y plural. Llegamos a Dios con experiencias sorprendentes. Se sirve de caminos impensables y sorprendentes. Por ejemplo: Elí, sacerdote desprestigiado, guía al profeta Samuel para la respuesta correcta a Dios. Juan el Bautista señala al verdadero “Cordero de Dios”. Andrés a su hermano Simón Pedro, Felipe (lo encuentra solo) indica a Natanael. La providencia de Dios va más allá de los aspavientos, los cotilleos y los escándalos.



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