XVIII Domingo del tiempo ordinario (B): «Yo soy el pan de vida»

 El Pan Verdadero

«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás»

Cena

La Sainte Cène. Date de création/fabrication : 1e quart du XVIIe siècle (1618). Pourbus, Frans I.Pays-Bas du Sud, École de

 XVIII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2020 - 2021 - (Ciclo B)

 

Tu motivación: el pan

Si te gusta ‘comer’, puedes comprender mejor lo que significa saborear tus platos preferidos y sentir una extraña sensación de querer más. Puedes comer 3 o 5 veces al día, pero sigues mordiendo algo. De pronto, te auto-diagnosticas de “estrés”, “depresión”, “preocupación”. Entonces, das un paso en lo que buscas, en tus motivaciones, en tus metas; no eres sólo estómago, también tienes cerebro, corazón, pulmón, riñón, …

 

La motivación del trabajo no es sólo comer y comer. La vida se torna triste cuando el dinero apenas alcanza para el pan. En esta dinámica se perece con el pan de la subsistencia. Pero en un mundo amenazado por el hambre, entonces, hay ‘esclavitudes’ por un pan, en el fondo sólo se aplaza la muerte. 

 

Alimenta tus horizontes

Marca con una ‘X’ tus horizontes de cada día: el trabajo, los amigos, el mercado, la biblioteca, el parque, el mar, la iglesia, los enfermos, los ancianos, la familia,… Esa es la libertad, convertida, a veces, en esclavitud. Estamos más seguros en nuestras esclavitudes que en el salto a otros horizontes.

 

Cuando Moisés liberó a los judíos de la esclavitud de Egipto, éstos se molestaron al sentir hambre y desprotección en el desierto. Preferían la comida de sus esclavizadores que emprender el camino de la libertad. Querían seguir trabajando para sus verdugos y renegaban de la cercanía de Dios. 

 

El peligro social – económico es que nos acostumbramos a la esclavitud. Basta con tener un sueldo para comer y pagar facturas básicas. Y así, caemos en cuenta de por qué las bibliotecas son como museos vacíos, las iglesias con poca labor pastoral, las familias desarticuladas, la educación en crisis,… 

 

El pan y la fe

¿Qué tenemos qué hacer? Solo confiar. Tener fe. Ya no se trata de buscar un pan que te cuida de la muerte, sino de un pan que te hace vivir realmente. La fe te involucra con el compartir, con la alegría, con el alimento saciable. Es un pan que alimenta tu alma, tus emociones, tus anhelos.

 

La fe se indigestiona sólo con actos piadosos. No se trata del estrés de la fe. La fe de Moisés permitió liberar a un pueblo. Jesús, ya les dio de comer, hasta saciarse, para que den el paso de la fe, pero ellos siguen pensando en la próxima comida, con la sensación inexplicable de hambre. 

 

Acá, calza una fe sin obras, unas obras sin fe, desequilibran la vida. La pregunta se replantea: ¿Qué tenemos que hacer? ¿En quién debemos creer sin dejar de hacer?

 

Jesús quiere profundizar en la fe no en el próximo menú, su respuesta es corta y clara: «La obra que Dios quiere es esta: que creáis en el que él ha enviado».

 

Pan verdadero

Durante el camino del desierto Dios les da de comer, les protege, les enseña. Moisés es el enviado, pero el maná es mandado por Dios, no perdamos de vista al gran donante.

 

Respuestas de catecismo no les faltan. Una pequeña aclaración teórica: para sus interlocutores, se entiende el maná = ley, por tanto, ley = pan de vida. En cambio, la nueva catequesis es: Jesús = Pan de vida, pan verdadero, bajado del cielo para alimentar y salvar a su pueblo. En conclusión, creer en el Pan, Jesús.

 

Queremos también de ese pan, el que nos regala Dios, para saciarnos, para no tener sed, para vivir realmente. Ese pan nos trae libertad, compromiso comunitario. ¿Será posible solucionar las hambres de muchas personas? 

 

Hay un horizonte distinto hoy: normalmente, Jesús va en búsqueda de la multitud, pero hoy va la multitud en busca de Jesús. Quieren un líder que les de pan, pero en realidad necesitan del Pan verdadero y Jesús se ofrece así mismo con la clara promesa de que jamás tengas hambre ni sed. 

 

 

La palabra del Papa Francisco:

 

Jesús no elimina la preocupación y la búsqueda del alimento cotidiano, no. Tampoco elimina la preocupación por lo que te puede mejorar la vida. Mas bien, Jesús nos recuerda que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final, en la eternidad, está en el encuentro con Él, que es don y donador, y nos recuerda también que la historia humana con sus sufrimientos y sus alegrías tiene que ser vista en un horizonte de eternidad, es decir, en aquel horizonte del encuentro definitivo con Él. ÁNGELUS 2 de agosto de 2015

 

 

Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 24-35

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.

Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».

Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».

Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».

Respondió Jesús:
«La obra que Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».

Le replicaron:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer “».

Jesús les replicó:
«En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».

Entonces le dijeron:
Señor, danos siempre de este pan».

Jesús les contestó:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».


 Explicación de la pintura:

 "La última cena" del pintor flamenco Frans Pourbus "el Joven", 1618, óleo sobre lienzo 287 x 370 cm. La obra, realizada para el Altar Mayor de la Iglesia de Saint-Leu-Saint-Gervais en París, se encuentra actualmente en el Museo del Louvre.


 

 

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