Domingo del tiempo ordinario (C): “de lo que rebosa el corazón habla la boca” 'Hipocresía' Vs Misericordia.


¡No a la guerra!

 



Muchachos cogiendo fruta, Francisco de Goya, 1778 (Museo del Prado)

Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2021 - 2022 - (Ciclo C)

 

Los motivos de guerra han sido siempre los más hipócritas de la historia. Al final, los países más débiles se quedan casi abandonados. La locura de la guerra, en una pandemia, suena violento, doloroso.  

 

Si se esperaba de quienes tienen el destino del mundo un “atisbo de conciencia” ahora sólo se contempla una flagrante violación del derecho internacional. Muchas bocas hablan lo que tenían en su corazón.

 

Cuál será la salida ante la guerra, estamos como ciegos que no podemos orientarnos y menos orientar. Lo único que podemos hacer es unirnos a los días de ayuno y oración porque somos promotores de la paz, de la justicia, del amor al estilo de Cristo.

 

En el lenguaje actual, los gestos son importantes. Lo que nos une es la misma fe, el mismo amor de Dios. Necesitamos trabajar en ser imagen de Dios, en la confianza, en la autenticidad de nuestro interior y de nuestra vida.

 

El ciego/guía y las apariencias

Cuidar el primer saludo, el primer impacto es importante entre las personas. Sin duda, la forma de vestir y de hablar comunica parte del perfil personal. Somos fruto de un contexto cultural, religioso, político. Estos aspectos nos identifican, nos hacen únicos, y por lo mismo, no se disimulan destapándose ni abrigándose. Es decir, no importa de dónde vengas ni quién seas, sino qué piensas, qué haces, cómo tratas a las personas.

 

Las apariencias fueron y son más importantes hoy en una cultura de la imagen. “El ojo reclama lo propio”. La patología de la ceguera puede llevarnos a la hipocresía y a una crítica soberbia contra la tecnología y los comportamientos de los nativos digitales. Ciegos en muchas dimensiones, especialmente en la fraternidad.

 

Pero, actuemos como el ciego un momento. Sin el guía caemos al hoyo, al río, al sin sentido, a la hipocresía, …  No podemos guiar a nadie, si primero no nos dejamos guiar. Es más, el ciego afina el oído, deposita su confianza, busca con la mano como orientándose para tomar el hombro de su hermana o hermano.

 

El discípulo/juez y la confianza 

Si eres educador(a) o formador(a), seguro tienes testimonios valiosos y cuentas con “orgullo” el éxito profesional de muchos estudiantes. Igual, rezas y te duele en el corazón el camino de otros estudiantes que no supieron enfrentar la vida.

 

Las madres sufren cuando sus hijas se obsesionan en lo dañino. Las maestras/maestros sufren la prepotencia de sus estudiantes, novicios.

 

El Papa Francisco ha expresado: “Tengo un gran dolor en mi corazón por el empeoramiento de la situación en Ucrania. A pesar de los esfuerzos diplomáticos de las últimas semanas, se están abriendo escenarios cada vez más alarmantes” (Audiencia, 23 de febrero de 2022).

 

Cómo fortalecer la confianza donde no se sabe enfrentar la vida y domina la prepotencia. Con frecuencia los ‘sabiondos’ no son bien queridos porque miran a los demás como ignorantes, son poco fraternos y pasan su vida corrigiendo y construyéndose un altar de “competente” ante los ‘incompetentes’.

 

Es muy difícil tener ‘jueces’ a nuestro lado. Pero debe ser más triste ser “jueces” inmisericordes. La desconfianza de los “jueces” son como un paro cardiaco a la vida fraterna, va mutilando la libertad, la alegría, la espontaneidad, la identidad.

 

El Maestro/hermano y la autenticidad

Más que cuidar la apariencia, como imagen, es cuidar que esa imagen sea el fruto de la calidad de ser humano. Y para ello no se necesita del ciego autosuficiente, ni del discípulo soberbio. Ambos se quedaron en la apariencia, en la sombra, imágenes de la mentira. Son árboles infértiles, con frutos insípidos, desagradables para la humanidad.

 

Si en alguna oportunidad estamos bajo el paraguas de la apariencia quizá sea bueno adentrarnos para evidenciarlo, también para saber qué tipo de hermanos tenemos. El temor a “acusarnos a nosotros mismos” suele esclavizar en una comunidad de “jueces inmisericordes”. Se necesita mucha valentía para enfrentar los juicios y las pedradas. ¿tienes miedo quitarte la mota de tu ojo? Te seguirá fastidiando.

 

Discípulos/ciegos de misericordia

Finalmente, nuestra tarea cotidiana es ser discípulos de misericordia. Tanto el ciego(necio) como el discípulo(prepotente), están llamados a imitar al Padre misericordioso, maestro de maestros. Ser misericordioso es el camino de superación de la ceguera y otras patologías. Desde el corazón misericordioso se puede alimentar la fraternidad y así los demás tendrán frutos para recoger.

 

Palabra del Papa Francisco

"Pero nosotros podemos decir: esto es bonito, ¿eh? Y cada uno de ustedes puede decir: 'Pero Padre, es bonito, pero ¿cómo se hace eso?, ¿Y cuál es el primer paso para ir en este camino?'".

"El primer paso es acusarse a sí mismo. La valentía de acusarse a uno mismo antes que acusar a los otros". (Santa Martha, 11 de setiembre de 2015).


 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 39-45

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

 

Pintura: 

Muchachos cogiendo fruta, Francisco de Goya, 1778 (Museo del Prado)

 

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