XXIII Domingo del tiempo ordinario (C): “ Calcular y deliberar ” Dejar la familia

Jesús pone el acento en la fraternidad llevada con sabiduría, la de la justicia, el amor, el respeto. La sabiduría del hombre suele ser egoísta.

 


Cristo abrazando la cruz. El Greco (Doménikos Theotokópoulos)

XXIII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2021 - 2022 - (Ciclo C)


La sabiduría de la fraternidad

 
Girar en torno a mi mundo

Los imperios han crecido con la ampliación de su poder. Ojo, la tentación del poder va de la mano de la del tener. Por ello, en una mentalidad que prolonga tipos de esclavitud o el tener más a causa de la injusticia, el sentido de hermano suena revolucionario, quizá subversivo. San Pablo cuando lo llama “hermano” al esclavo fugitivo Onésimo se enfrenta a una estructura social que ama la libertad, pero también acumula poder y riqueza con el sudor de los esclavos.

 

Si en la actualidad, los cristianos, no damos el grito de alteridad, fraternidad, estamos convirtiéndonos en la frase popularizada por Thomas Hobbes: “el hombre es el lobo del hombre” - Homo homini lupus. Ese hombre es en el sentido cristiano un hermano. Con tu hermano lo que menos debes de ser es injusto. Las razones las refrenda San Pablo, el hermano, el ser libre en Cristo (cf. Ga 5,13)significa también tener la misma identidad (cf. Ga 3,26) y dignidad (cf. Ga 3,28; Col 3,9-11).

 

Pero, entonces, por qué la desunión, la ambición, el desamor en el mundo. Quizá ya se perdió el centro de la verdadera existencia: Jesucristo. Al perder el centro, cada ser humano, gira en torno a sus propios antojos, ambiciones, anhelos; se desprende del núcleo que le pueda dar orientación, luz, inteligencia. Gira y gira, como zombi, su existencia ensaya acumular más que disfrutar, sus ojos se lanzan como águila a los polluelos.

 

El mundo tiene un centro

La centralidad de Cristo no es una ideología, ni un personaje de moda. Y no se trata de la destrucción de los vínculos familiares, sino de poner en orden las relaciones. La lectura del texto es bastante cruda para impactar mejor. ¿Cómo se comprendería que quien mandó honrar padre y madre ahora establezca la división?

 

En el cristianismo tratamos de compaginar con las actitudes de una sociedad rota y perdemos fuerza de hermandad, los ritos de una sociedad superficial y perdemos profundidad. Por ello, Jesús vino a este mundo no para homologar sus actitudes o aspirar a ser como los poderosos de su tiempo, sino para decir una verdad eterna y que llena de gozo la dimensión espiritual del ser humano. La gran fuerza de la fraternidad e igualdad molesto tanto que lo crucificaron (cf. Lc 14,27).  

 

El espejo roto de mi mundo

En este sentido, nuestra vida se compagina con el mundo, pero no con su injusticia, menos con sus modelos de esclavitud. Luchamos cada día con esta tentación, nos quiña la vida, perdemos equilibrio, y simplemente reímos con el corazón triste, miramos con el hígado en la lengua. Esa autenticidad cristiana ha sido desfigurada y ya no brilla, no ilumina, sólo acelera la congestión del más vivo, del que se “sampa”. 

 

A ese nivel, ya perdemos la esperanza, la fraternidad, la alegría, la limpieza de corazón, especialmente la autenticidad y confianza. La sabiduría de Dios late y es opacada por la inteligencia del hombre, pero no es fácil, porque seguirá intermitente en cada corazón.

 

Sabiduría de santos más que de perspicaces

Finalmente, debemos buscar la verdadera sabiduría, pues la nuestra con frecuencia nos lleva a perder gracia entre los seres más cercanos. Con la sabiduría que trae Jesús no le puedes posponer, tiene el primer lugar incluso frente a quienes los consideres tuyos o cercanos. El universo es más grande que un árbol genealógico, el reto es grande: construir la fraternidad humana más allá de la sanguínea.

 

Las parábolas, de la torre y de la guerra, nos sugieren ponerse en estado de oración para contemplar, proyectar, pensar en amplio, calcular. Inmediatamente, sugiere que no se construye ni se gana la guerra con el propio capricho sino por medio del diálogo y el consenso. El crecimiento personal debe edificar y no desplazar a los demás. En primer lugar, está el compartir y no el poseer.

 

Palabra del papa Francisco

Jesús ha dado el ejemplo y aún siendo igual a Dios, se humilló a sí mismo, y se ha hecho siervo por nosotros. Este estilo nos salvará, nos dará alegría y nos hará fecundos, porque este camino de renegarse a sí mismo es para dar vida, es contra el camino del egoísmo, de estar apegado a todos los bienes solo para mí... Este camino está abierto a los otros, porque ese camino que ha hecho Jesús, de anulamiento, ese camino ha sido para dar vida. (Cf. S.S. Francisco, 6 de marzo de 2014, homilía en Santa Marta).

 

 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

Pintura:

El Greco (Doménikos Theotokópoulos)

©Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid 

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