II Domingo de Adviento (A): Voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”

 La esperanza de nuestra existencia 

Juan el Bautista


II Domingo de Adviento

Año litúrgico 2022 - 2023 - (Ciclo A)


Escuchar tu desierto 

Si te transportas imaginariamente al desierto, afinas los oídos, escuchas y escuchas, … en un primer momento suena el viento, y quizá las aves del mar, o sencillamente algún ser viviente. Y eres perseverante en la escucha, comienzas a escuchar tus propios ruidos, tus pensamientos, tus frustraciones, tu historia. El desierto de tu vida. La vida siempre necesita renovación, oxígenarla, entusiasmarse, tener proyectos, esperanza. Es decir, el adviento es la esperanza en el desierto, tu desierto, tu vida, tu existencia, tu historia, tu...

 

El profeta Isaías, poeta de la esperanza, grafica la paz evocando la creación, es como recuperar el paraíso, la armonía entre aquellos seres que parecen irreconciliables:  el lobo vive con el cordero, el leopardo se acuesta junto al cabrito, el ternero y el león joven se alimentan juntos. Es la paz y la armonía que clama nuestro desierto interior. Pero estas analogías son la meta de nuestro camino, el cual necesitamos recorrer.


La esperanza de los pobres

Tus anhelos, tan presentes en tu corazón, los tenían también los “pobres de Yahvé”, como la virgen María, el mismo Juan Bautista lo anuncia como urgente a un auditorio que necesita, pero no escucha.

 

Ya Jesús se refiere a quienes tienen oídos pero no escuchan. Y la escucha conlleva una respuesta. Ojo, siempre hay respuesta, responsable o sarcástica. Por ejemplo, el sarcasmo de Herodías es usar su propia hija para no responderse así misma ni a Dios, pero sí a sus estrategias de poder. Enderezar los caminos requiere mucho esfuerzo y es necesario. 


¿Cómo sería tu vida sin esperanza? 

El riesgo es desfallecer, desanimarse, perder la esperanza. Los profetas no necesariamente viven para ver el fruto de sus semillas. Da la impresión de ser muy difícil cambiar el desierto en valles fértiles. Podrías preguntarte: ¿La venida de Cristo ha transformado realmente la faz de nuestra tierra? O ¿Cómo habría evolucionado el mundo sin el cristianismo?

 

Lo único que sabemos es que el cristianismo ha transformado la vida de hombres y mujeres, muchos, en nombre del evangelio y su fe, han aportado a la paz, a la misericordia, a la justicia. Las relaciones de santos y santas han salvado vidas. Los escritos espirituales han ayudado en la edificación de muchos corazones tristes y desconsolados. Piensa en los padres de familia que dan su tiempo a educar a sus hijos en la fe, ciencia, letras, deporte,… María y José, le dedicaron tiempo, amor, esperanza,… no estaban solos en la lucha, Dios les acompañaba. Sin aquella perseverante esperanza no tendríamos Navidad.

 

Necesitamos de esa esperanza que nos haga capaces de comprometernos, amarnos y de volver a empezar cuando todo parece desmoronarse.

 

Palabra del papa Francisco

La Navidad es un día de gran alegría también exteriormente, pero es sobre todo un acontecimiento religioso para el que es necesaria una preparación espiritual. En este tiempo de Adviento, dejémonos guiar por la exhortación del Bautista: "Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos", nos dice (v. 3). Preparamos el camino del Señor y enderezamos sus senderos, cuando examinamos nuestra conciencia, cuando escudriñamos nuestras actitudes, para desechar estas actitudes pecaminosas que mencioné, que no son de Dios: el éxito a toda costa; el poder a costa de los más débiles; la sed de riquezas; el placer a cualquier precio.

 

Que la Virgen María nos ayude a prepararnos para el encuentro con este Amor a toda costa, que es el que lleva Jesús, y que en la noche de Navidad se hizo pequeño, como una semilla que cayó en la tierra. Y Jesús es esta semilla: la semilla del Reino de Dios.

Angelus. Domenica, 4 dicembre 2016

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 3, 1-12

Por aquellos días, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Este es el que anunció el Profeta Isaías diciendo:
«Voz del que grita en el desierto:
“Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos”».
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
«¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?
Dad el fruto que pide la conversión.
Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras.
Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias.
Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga»

La pintura

San Juan Bautista en el desierto 

Juan el Bautista predicando en el desierto, por Anton Raphael Mengs, 1760. Museo de Bellas Artes de Houston.


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