sábado, 30 de enero de 2010

Sin mezquindad


“La mosca” era flaco, se podría decir “feo”. Nunca conocimos a su familia. Incomodaba porque estaba con la chica más bella del colegio y le temían los estudiantes de otros colegios porque siempre ganaba el concurso de poesía. Repito: para nosotros era “la mosca”.

Marita salía cada mañana a vender emoliente; en la universidad le preguntábamos por los borrachos y enfermos del hígado que se acercaban cada mañana a pedirle un paliativo. No sabemos cómo, nunca le quitaron la beca, no llegaba tarde y participaba con seguridad. Incomodaba que nos representara en las elecciones estudiantiles. Sacó pica porque la premiaron como la mejor líder universitaria. En el salón felicitábamos a nuestra “emolientera”.

“Checho” era popular en las aulas porque nunca se negaba a asistir a las fiestas. No lo podíamos creer cuando fue el primero en presentar la tesis de maestría. Nos incómodo que el día de su premiación leyeran las felicitaciones venidas de otras facultades y personas que ni lo sospechábamos.

“El cholo” era un apasionado por su cultura, se vestía con motivos incas, a veces un poco desaseado y parecía que siempre andaba con hambre. En una reunión se lanzó un discurso a favor de su barrio, cuestionó las migajas que les daban las autoridades. El alcalde que lo premió escuchó las denuncias contra la corrupción, contra su incapacidad de gestión y su equipo poco profesional. Las autoridades se incomodaron, pero esas palabras todavía son actuales. Nosotros decíamos “al ‘Cholo’ le salió el ‘indio’”.

“La mosca”, “la emolientera”, “Checho”, “el cholo”… siempre incomodan. En este corto relato seguramente peco de miserable, envidioso y no reconozco bien sus cualidades. Yo me ubico entre los que caricaturizaban sus apodos. ¿Tú dónde te ubicas? La verdad nos incomoda, pero es mejor que el maquillaje y la adulación. En este circo no hay solo payasos, sino también personas equilibristas y atletas de una vida mejor.

Documento de Aparecida
“La historia de la humanidad, a la que Dios nunca abandona, transcurre bajo su mirada compasiva. Dios ha amado tanto nuestro mundo que nos ha dado a su Hijo. Él anuncia la buena noticia del Reino a los pobres y a los pecadores. Por esto, nosotros, como discípulos de Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra esperanza en medio de todas las pruebas. Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras”: Documento de Aparecida, Nº 30.

T.O. IV - nadie es profeta en su tierra

“Se levantaron y echaron del pueblo a Jesús...”

Muchas veces nos sorprendemos de las cualidades y talentos de los familiares, vecinos y paisanos. Algunos nos sorprendemos gratamente y otros nos negamos a ver más allá de las apariencias. ¿Será envidia, mezquindad? Jesús fue visto crecer en Nazaret como “el hijo del carpintero” y ahora se presenta como el Mesías; quienes le escuchan se admiran en un primer momento de las palabras de gracia que salían de sus labios, pero luego se molestan y quieren despeñarlo.

¿Por qué se molestan? No basta la razón, se necesita de la fe, de la disponibilidad por aceptar que Dios también está entre los nuestros. Es una tendencia que nos impide aprender más cuando consideramos que lo sabemos todo. Nuestras convicciones y códigos sociales nos dicen erróneamente que lo mejor sale de las clases más opulentas y no de las menos favorecidas.

Nos parece lógico que las personas aporten lo mejor, y los de las clases sociales altas u otros “selectos” deberían aportar lo mejor; a quien más se le da se le debe exigir más. Dios desborda los criterios propiamente humanos, él no busca quién cumple requisitos de bueno, bonito, fuerte, pituquito… Él solo escoge.

De pronto hoy nos escandalice o incomoden algunas pinceladas bíblicas: que nos escoja desde el vientre de nuestra madre, que nos llame a ser sus profetas, que se presente como nuestra única seguridad y garantía de autenticidad. Nos puede escandalizar también que el amor y el bien común sean más fuertes que el egoísmo y el individualismo. Nos escandaliza que los profetas más cercanos no sean valorados por nosotros, sino por desconocidos y extraños.

Nos escandaliza que en nuestra propia familia no nos tomen en cuenta y que nos valoren más las personas extrañas. A Jesús le criticaban los doctores de la ley de aquel tiempo, los líderes religiosos que se sintieron incómodos y querían despeñarlo, desaparecerlo. ¿Tanto les incomodaba? En una familia o comunidad eclesial que busca la verdad, ésta está por encima de todo y se valora aquello que se hace por el amor, la comunión, el servicio y el seguimiento de Jesucristo.

Este es un ejemplo real de libertad. Jesús nos invita a no dejarnos llevar por la búsqueda de una aceptación de los demás renunciando a nuestros principios y convicciones cristianas, a nuestros deberes éticos y a las implicaciones de confrontación que muchas veces nos exige la misión que cada uno de nosotros debe cumplir en la vida. Asumamos nuestros deberes con valentía hasta las últimas consecuencias. Si Dios está con nosotros…

domingo, 24 de enero de 2010

Planificar


Viaje sin plan


Hola, me parece conveniente escribirte una aventura, seguramente te suceda a ti y también quieras ser parte de la historia. La búsqueda y la sed de libertad no son inventos ni meras figuras literarias, son históricas, experiencias vivas.

Se acababa el año, esperaba la noticia de aprobación o corrección de tesis, no me atrevía a tomar el teléfono, sino que esperaba la comunicación, aunque sabía que el tiempo límite era un mes. En este contexto era un imperativo hacer un viaje, algo que me libere.

Viaje por bus, pese al peligro de las guerrillas, era parte de la aventura. Al arribar a la ciudad nadie sabía de mi llegada y tenía que buscar hospedaje y hacer mi plan de visitas. Para unas personas no era la mejor fecha, para otras podía aprovechar ver con mayor tranquilidad los museos.

Contemplar el paisaje desde la ventana del bus, mirar los museos, las exposiciones de arquitectura y pintura, los lugares de borracheras, los platos típicos, los centros recreacionales acondicionados y las “catedrales modernas”, aquellas que matan a las microempresas, merecían un comentario a favor o en contra,… lo hacía solo (viajar acompañado es mejor).

Después de varios días, se agotaba el presupuesto, mi álbum fotográfico se incrementaba sin freno. Debía regresar a mi aula virtual, a la avalancha de las ideas, al rincón de “superficialidades”, al horno de buenas nuevas. Mi aventura fue visitar varios pueblos, tradicionales e históricos, además inspiradores de bellas canciones.

En cada pueblo visitaba la catedral, la tienda más antigua y la más famosa, los museos pequeños pero significativos, la catarata narrativa de la sabiduría popular. Necesitaba conversar con algún(a) niño (a) adulto (a), aquellos que han visto y son parte de la historia. Siempre prudente con los taxistas y con los guías llenos de novedades gracias a su creatividad o a su investigación.

Fue un viaje lleno de sorpresas: las personas que son meras expectantes de la historia, las que se preocupan por mejorarla “ya”, y aquellas que desde sus principios de fe o de razón sienten la necesidad de ser parte de la historia. Mi viaje no creo que fue profético, sólo fue expectante. Por algo hay que iniciar, el contemplar y escuchar me hace valorar su lenguaje, sus costumbres. Cada diálogo era una cátedra de humildad, de compromiso, de generosidad, de fraternidad.

Documento de Aparecida.
“Nuestra fe proclama que ‘Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre’. Por eso ‘la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (cf Hb 2,11-12). Ella, sin embargo, no es ni exclusiva ni excluyente”: Documento de Aparecida, 392.


jueves, 21 de enero de 2010

boda de caná

La boda


“…tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora”

En medio de la boda y de la fiesta, Dios es nuevo. Se trata de una nueva relación de Dios con su pueblo, es el Dios de la fiesta, se nos revela acompañado de amigos, cercano, compartiendo incluso las preocupaciones familiares. Se pasa de la ley a la misericordia.

Muchos hemos asistido a las bodas de algún familiar y muchas veces hemos sido parte de la organización del gran acontecimiento para la nueva familia que da el sí definitivo ante Dios y ante la comunidad. Pone los nervios de punta a quienes se percatan que falta algo importante para representar la alegría y la felicidad de la nueva pareja.

En la preparación del matrimonio es un punto importante seleccionar los invitados. ¿Invitarías a Jesús y sus discípulos a tu boda? Es una boda sencilla en la cual se resalta la alegría que se está agotando y el milagro del invitado hace que esta llama de emoción no se apague en la fiesta del amor.

Este milagro se hace a petición de la Madre de Jesús. A usted le habrá pasado que cuando las mamás van a una fiesta familiar se acercan para ayudar, están atentas a lo que falta y según sus posibilidades colaboran. La Virgen María le comunica a Jesús que falta vino y aunque la respuesta no la entendería mucho, solo siguió confiada en que la alegría no se agote. Nos dice una frase: “Hagan lo que él les diga”. ¿Qué te dice Jesús sobre tu matrimonio?

Este es el primer milagro, en Caná, convertir el agua en vino, hacer que la vida se viva con alegría. La alegría que encuentra el novio con su esposa la encuentra Jesucristo con su pueblo. Isaías lo expresa así: “Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo”. (Is 62,5).

La boda es un salto a la total aceptación, a vivir el amor conyugal, fortalecer debilidades, tener un proyecto de vida juntos, hacer una historia nueva, estar juntos en las buenas y en las malas. En este sentido, destaca en tu matrimonio y en tu relación personal con Jesús: el invitarlo a tus eventos trascendentes y asegurarte de tener a la Virgen María para interceder por los momentos transformadores de tu vida y tu hogar. Hacer lo que Jesús te pide. No permitas que la alegría te abandone.

domingo, 10 de enero de 2010

Ser hombre como los hombres

Hay que mojarse los pies


Rocío Huamancondor

En el segundo año de la universidad, el profesor nos contó un caso interesante: un hombre había sido asesinado y, a su costado, fueron hallados una persona ensangrentada y un cuchillo sobre el piso. ¿Quién lo mato?, preguntó. Casi todos estábamos de acuerdo: el hombre junto al cadáver.

Luego de pasar revista, dirigiéndose a nosotros el profesor exclamó: “Muchachos, hay que ver más allá. Aparentemente hay señales que nos llevan a esta conclusión, pero en realidad sus huellas no estaban en el cuchillo”.

Probablemente la misma sensación que tuvimos en el aula universitaria, la tuvieron hace más de dos mil años los seguidores de Juan al verlo bautizando, proclamando el evangelio y viviendo de manera austera, pues estas eran señales… señales de ser el Mesías, pero no miraron más allá. Por eso Juan, al igual que mi profesor, aclaró el asunto diciéndoles: “Yo no soy, hay alguien más que viene detrás de mí al que no soy digno de desatarle las sandalias”.

Es muy importante saber reconocer al protagonista de la historia, sobre todo cuando se va a planificar acerca de la pastoral en la Iglesia local. Precisamente esta semana se llevará a cabo en Chimbote la Asamblea Pastoral, y concientes de que es Jesús el que nos mueve, en esta reunión se tomaran acuerdos muy importantes.

“Una de las cosas que tiene mucha importancia es que la Iglesia se mire a sí misma, no para decir qué buenos somos y qué bien lo hacemos, sino sencillamente para ver las debilidades y las fortalezas, y al mismo tiempo para construir lo que tiene que construirse”, explica Mons. Ángel Francisco Simón Piorno, Obispo de Chimbote.

El protagonista del bautismo y de la historia se moja los pies en el Jordán, se acerca a los hombres, quiere sentir lo que somos como parte de su misión. De igual manera, al planificar las estrategias de pastoral, debemos mojarnos los pies con la realidad social.

“Es muy importante que tratemos el tema de la familia y de la vida, tan amenazadas, y de ese colectivo tan importante que es la juventud, sus problemas, angustias y aspiraciones, y ver cómo la iglesia los puede acompañar. Queremos tener un clero sensible a la sensibilidad de los hombres, pero un clero que también se sienta acogido y respaldado por la comunidad cristiana”, precisa el Obispo.

No podemos estar ciegos frente a las necesidades y problemas de la sociedad. Hay que “mojarse los pies” como lo hizo Jesús al bautizarse. Hay que ayudar a construir el reino de Dios aquí y ahora. (Informe radial de Rocío Huamancondor – RSD).
Documento de Aparecida:

“Al recibir la fe y el bautismo, los cristianos acogemos la acción del Espíritu Santo que lleva a confesar a Jesús como Hijo de Dios y a llamar a Dios “Abba”. Todos los bautizados y bautizadas de América Latina y El Caribe “a través del sacerdocio común del Pueblo de Dios”, estamos llamados a vivir y transmitir la comunión con la Trinidad, pues “la evangelización es un llamado a la participación de la comunión trinitaria”: Documento de Aparecida, 157.

Cordero auténtico

“He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo…”


Jesús se acercó a su primo Juan el Bautista para ser bautizado, tal como se acercaban otras personas que al escucharlo predicar deseaban cambiar de vida, convertirse, arrepentirse de lo malo y actuar bien. ¿Jesús, el Hijo de Dios, necesitaba cambiar de vida, convertirse?

Jesús, al habitar entre nosotros, su pueblo, actúa y sigue las costumbres religiosas. Se acerca no porque se sienta pecador, sino porque quiere ser como sus paisanos, mojar sus pies, sentir lo mismo, tener la experiencia. Dicha petición es tan impactante que hasta el Bautista se sorprende, pues predicaba que detrás de él vendría “uno que es más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias” (Lc. 3, 15-16 y 21-22).

Jesús por su petición parece un pecador, se nos ha dicho que se hizo igual a nosotros, menos en el pecado. Por ello no es raro que Juan el Bautista exclame: “He ahí el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo” (Jn. 1, 29).

Pero ¿por qué lo llama “Cordero de Dios”? Los israelitas no tenían el sacramento de la reconciliación como tenemos los católicos, ellos necesitaban la purificación, lo que se llama la expiación de sus pecados. Para este rito los israelitas sacrificaban un cordero. Por eso, al ser el Cordero de Dios carga con todos nuestros pecados de manera total y plena.

En cada Eucaristía el sacerdote nos presenta a Cristo en la hostia consagrada antes de la comunión: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo…”. Por eso es importante que la Eucaristía sea recibida después de arrepentirnos de nuestros pecados, eh ahí la importancia del Sacramento de la Reconciliación. El efecto del amor de Dios es garantía de que escuchar a Jesucristo es un camino al cielo: “se abrió el Cielo, bajó el Espíritu Santo sobre Él en forma de paloma y vino una voz del Cielo: ‘Tú eres mi Hijo amado, el predilecto’” (Lc. 3, 15-16 y 21-22).

Por último, es una gran revelación de la Santísima Trinidad: El Hijo que sale de las aguas, dándole el sentido de purificación; el Padre que aclama a su hijo hecho hombre y el Espíritu Santo que se posa como una paloma.

El cielo se abre, Jesús se hace como nosotros, tenemos la oportunidad de arrepentirnos, de cambiar de vida, de ser distintos, de amar plenamente. ¿Qué eliges para tu vida?

expectantes



Las expectativas de un pueblo

Lic. Enrique Chaffo Céspedes

Hace poco recordaba a mi maestro de escuela. Después de un tema de comunicación, él decía que si deseábamos tener un conocimiento concreto de la comunicación no verbal viajáramos en “combi” y nos dedicáramos a mirar con atención el rostro de los viajeros. Ciertamente, es así como aprendí a descubrir la profundidad del lenguaje del rostro. Y es que en el rostro expresamos lo que pensamos, lo que sentimos y lo que anhelamos en la vida. En definitiva, podemos afirmar que “las expectativas de un pueblo” están dibujadas en los rostros de quienes lo forman.

Por eso, cada vez que subo a una “combi” me siento parte del mundo transeúnte que poco descansa intentando alcanzar expectativas que otorguen salud y bienestar. Pocos kilómetros después me observo egoísta pensando en el beneficio propio que debiera conseguir al final del día. No obstante, la realidad siempre me interpela. Claro, el rostro con sus expectativas: la del niño que sube a vender caramelos, la del anciano que pide ayuda para subir el estribo, la de los pobladores que frente al Poder Judicial claman justicia.

Cada ser humano en particular trae consigo muchos ideales y aspiraciones. A veces agobiados y sin un norte concreto, nos preguntamos quién será el mesías capaz de enderezar las situaciones torcidas de nuestra sociedad. Quién será aquel líder que no piense en solitario. Quién será y dónde estará. En contextos como estos, rápidamente nos asaltan el miedo y la inseguridad, y por ende buscamos y nos refugiamos en un proveedor mágico y poderoso.

Hoy el bautismo del Señor nos recuerda cuál es nuestro linaje. Nos anticipa de falsos mesianismos. Nos recuerda que cada ser humano es un universo dinámico de potencialidad, capaz de planificar la sociedad y transformar el cosmos. Somos ciudadanos con decisión y creatividad.

El bautismo del Señor nos ha de colocar en la fila de los que creemos en nuestra dignidad de Hijos de Dios, advertidos de que el “rostro del otro es lo divino en el hombre”. Creer en nuestro propio bautismo es creer que nuestras expectativas personales tienen su límite donde comienzan las de los otros, y que lejos de marginar, reúne, integra, hace morada en la solidaridad. Bautismo que prepara y señala el sendero de nuestra misión. Misión concreta allí donde nos toque ser y aparecer como padres, hijos, líderes y guardianes de nuestros propios hermanos.

Creer en nosotros mismos, en nuestro linaje nos hará actuar haciendo creíble lo que somos desde aquél que todo lo recibimos.