viernes, 26 de marzo de 2010

Sé como Jesús y actúa como él


¿Yo Jesús?

Hoy te quiero proponer que tú te sientas el mismo Jesús. Y leas en primera persona. Ahí va:

Soy un niño que nació con el cariño de papá y de mamá, ellos me cuidaron, lloraron y me buscaron desesperados aquella vez que fuimos a la gran ciudad y desaparecí. El trabajo y la oración lo aprendí de “mis viejos”.

He crecido. Mi pueblo es pequeño, siento profundamente que la situación política y religiosa deben mejorar. Ser pobre no es delito, ser desaseado es dejadez. El perdón sana, el odio auto-aísla. Dar la otra mejilla supera a dar otra bofetada. Si hay un día dedicado a Dios ¿los demás los dedico al diablo?, cada día es para el hombre y para Dios.

No entiendo ¿por qué las mujeres, los pobres, las viudas, los enfermos, los niños están al margen? No digo que están fuera de la ciudad, ah, no, hoy digo que hay muchos tratados al margen y usados para que unos pocos sean los “buenos”, “bonitos” y ¡bien caros! para el país.

Señores, ustedes no son la verdad, la única verdad la tiene Dios, mi Padre, su Padre, nuestro Padre. ¿Acaso no nos crucifican con los impuestos, con poca inversión en salud, educación, alimentación,…? ¿Los frutos de nuestra ciudad no la venden e invierten en otro país? ¿No se amistan con sus enemigos para fortalecer la estructura de la corrupción?,…

Me indigna que mi pueblo pierda el sentido del amor de Dios, y la responsabilidad de participar activamente en su desarrollo. ¿Por qué han matado la capacidad de concertación? ¿Será que en ustedes también han limado la conciencia de la democracia, de Dios, de familia, del amor, de la alegría, y todo les “da igual”?

Al fin, se auto-eliminan por treinta monedas, se lavan las manos y saben que ustedes no son la última palabra. Acérquense a Dios, él les ama, les perdona; les parece poco: les promete la vida eterna.

    

Domingo de Ramos del Tiempo de Cuaresma.

¡”Hosanna al Hijo de David!”,



Domingo de Ramos es una fiesta de triunfo. Más allá de la simbólica entrada triunfal en Jerusalén, ciudad santa, su triunfo es amarnos hasta la muerte, en la cruz. El relato de la Pasión según el evangelio de San Lucas deja claro que son los dirigentes quienes “deciden” su muerte, y el mismo Jesús le da el sentido de donación, de siervo, de silencio radical ante la maldad de los poderosos.

La simbología de “la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén” es la del “Príncipe de la paz” (olivo), triunfante (laurel), en medio de aplausos (palmeras), reconocido por los humildes. Ojo: Como a todo egocéntrico irrita la competencia y mueve sus tentáculos para cambiar el “Hosanna” por el “crucifícale”.

El silencio, la verdad, la misericordia y la gracia se convierten en una gran provocación cuando vienen de o en nombre de Dios ante la bulla, la mentira (ignorancia), el juicio injusto, la autosuficiencia, el autoritarismo.

Jesús, vive todo desde la oración: su agonía, su fortaleza. En este camino a la cruz es notable la presencia de los más humildes: las mujeres que lloran las injusticias cometidas con sus propios hijos, las palabras de defensa del buen ladrón, del reconocimiento del centurión: “verdaderamente, éste era un hombre justo” y de quienes le seguían de lejos. Se puede sentir la serenidad en las últimas palabras de Jesús: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

El dolor y la muerte no lo experimento sólo Jesús, en la actualidad hay muchas personas que viven el dolor, la persecución, la burla, el odio, el desprestigio, la resolución de sacarles del camino, las postergaciones mediocres,… Jesús nos muestra que no son la última palabra, su fuerza acaba cuando el perdón, el amor y el Espíritu muestran su capacidad transformadora y eterna.

sábado, 20 de marzo de 2010

El perdon cambia actitudes


Amor y vida


El amor y la vida son palabras con carisma, que modifican actitudes y despiertan delicadas resonancias en nuestros corazones. Son palabras sublimes prostituidas por la hipocresía que arrincona a Dios entre la ley y la misericordia.

Las leyes no modifican actitudes. Los prejuicios no promueven el encuentro de personas. La humillación no rescata el respeto a la dignidad humana. Las pedradas matan. En la desesperación las palabras de amor y de apoyo salvan la vida, el sentido de la existencia.

Una gran actitud no es la del “sabelotodo” que responde inmediatamente, se necesita pensar una respuesta sagaz para una pregunta conflictiva, hay que tomarse buen tiempo, incluso para que los interlocutores reflexionen. Los valores de la tradición, de las costumbres son puestas en el verdadero camino cuando somos sinceros.

La vida y el amor son como los pulmones y el aire, como el cielo y las estrellas, como la tierra y el agua,… que al unirse son fértiles, frutos maduros, paisajes hermosos, caminos llanos, horizontes infinitos, profundos sentimientos, cambios positivos,…

DOCUMENTO DE APARECIDA:

"La respuesta a su llamada exige entrar en la dinámica del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 29-37), que nos da el imperativo de hacernos prójimos, especialmente con el que sufre, y generar una sociedad sin excluidos, siguiendo la práctica de Jesús que come con publicanos y pecadores (cf. Lc 5, 29-32), que acoge a los pequeños y a los niños (cf. Mc 10, 13-16), que sana a los leprosos (cf. Mc 1, 40-45), que perdona y libera a la mujer pecadora (cf. Lc 7, 36-49; Jn 8, 1-11), que habla con la Samaritana (cf. Jn 4, 1-26)."   (Documento de Aparecida 135)

De la trampa a la firme

"Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra"

Jesús es invitado por los pecadores a sus casas, les habla, les trata con amor, y hoy incluso perdona a una mujer acusada de ser infiel a su esposo. La actitud de Jesús es contraria a la de los líderes religiosos que los consideraban impuros.

Escribas y fariseos consultan a Jesús: “Maestro, a esta mujer la sorprendimos en el momento mismo de cometer adulterio. En la Ley nos mandó Moisés que a esas personas hay que darles muerte apedreándolas. ¿Tú qué dices?” Si Jesús dijera que no se la condene se opondría a la Ley de Moisés. Y si dijera que la condenen perdería su fama de maestro bondadoso.

Se nota un claro procedimiento cruel y machista. La mujer no fue infiel sola también deberían llevarlo al varón con quien la encontraron. Jesús responde después de escribir en el suelo y de un largo silencio un frase que les saca del terreno seguro de lo legal: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”.

Jesús desarmó al tumulto curioso y juzgador, dispuesto a matar, a tirar piedras, a atacar valiéndose del pecado de los demás, a mostrase los puros proclamando las impurezas de los demás. Como en toda sociedad no hay más hipocresía que el proclamarse “buenitos” “éticos”, “santitos”, “fieles”. Jesús no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
Jesús, después de mostrarnos su amor, nos hace pensar en que el amor es más grande que nuestras piedras y nos sigue diciendo: “¿Dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?”. Ante la respuesta de la mujer, Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”. Tremenda responsabilidad: no volvamos a pecar.

domingo, 14 de marzo de 2010

Soy mayor y menor


Yo también lo soy


Yo soy el hijo mayor, el más cumplidor, el bueno, el que se ajusta a lo establecido, el que sigue las normas, el que no despilfarra la herencia (tampoco la comparte), el que se queda en casa, el que está lejos sin emprender viajes,…

También soy el hijo menor que: se mira autosuficiente, anhela vivir sin límites, busca el dinero fácil, no le importa las crisis familiares, emprende su camino, lo abandona todo, pone el valor económico sobre el afectivo,…

Soy el mayor y el menor, de vivencias extremas, de rutinas, de innovaciones, de hambrunas, de saciedad, de purezas e impurezas, de sentirse digno e indigno, de tenerlo todo y ser desposeído, del ciudadano y del extranjero, la ley y el espíritu… de hacer lo de siempre o de reescribir historias.

Ternura sin límites, el abrazo del perdón es más efectivo que un discurso preparado, celebras la fiesta del encuentro, de la vida, del regreso. Misericordia clamas a tu hijo que se excluye.

He pecado contra el cielo y contra ti. Contra los niños desnutridos, contra las mujeres abandonadas, contra los nevados, el agua, el aire, el cielo, el medio ambiente, los ríos, el mar, los manantiales,…

Documento de Aparecida:

“Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca la dracma, del padre que sale al encuentro de su hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino de la explicación de su propio ser y actuar” (Documento de Aparecida 242).

Padre Misericordioso-Domingo IV del Tiempo de Cuaresma-Ciclo C (Lucas 15, 1-3. 11-32)

"Así que se puso en camino y regresó a la casa de su padre"

Como en toda familia los hijos revelan la ternura, la bondad, la intimidad de la vida de los padres. Hoy, el evangelio según San Lucas nos muestra a dos hijos que revelan a un Padre misericordioso, que perdona, ama y festeja el regreso de sus hijos.

Aunque en el relato se resalta la repartición de la herencia, debemos imaginar el tremendo dolor y drama familiar. El hijo menor no agradece, no le interesa la salud del padre y se empeña en emprender un viaje sin límites. El hijo mayor se queda en casa pero muestra estar descontento, sin alegría, sin fiesta pudiendo tenerla.

Las grandes herencias hay que cultivarlas, si se despilfarran terminamos en una situación miserable. El hijo menor, sin plata y sin amigos, terminó cuidando cerdos que es símbolo de impureza. Choca fondo para reaccionar, se siente ahogado, su única esperanza es regresar a la casa del Padre y ser un servidor como los demás.

Proponerse el camino a casa es disponerse a escribir un nuevo capítulo en su vida. Mira la tuya y piensa en cómo escribir el nuevo capítulo. Incluso quien se considera el hijo mayor debe replantear su vida en orden al perdón, la misericordia, la alegría y el compartir el banquete en familia.

En los hijos encontramos los excesos, el orgullo, los celos, prejuicios, criticas, resentimientos,… ante esto el Padre muestra su ternura infinita, la misericordia, la generosidad, el perdón, la alegría. Es el mismo sentido del sacramento de la Reconciliación, no es presentarse ante el juez, sino ante el Padre Misericordioso.

domingo, 7 de marzo de 2010

Si no produce la cortas


 
Aquella mañana no cantaron los gallos. Los fierros retorcidos, las bocinas y los llantos marcaban un nuevo amanecer en mi vida. Sólo queda decir, gracias, gracias, gracias,… no al destino ni al azar, sino a la vida y al rey de la vida.
 
Esta nueva oportunidad es como la última, así lo sentí y lo expresaban los mensajes de textos, las llamadas telefónicas, las palabras de mi madre, mi padre, mis hermanos y amigos (as),… este efecto hizo celebrar como si fuera mi cumpleaños, “nacer de nuevo” diría Jesús.
 
Cada mañana y cada tarde nos muestran los claroscuros de nuestra existencia. Cada momento es oportuno y único para la vida, para sembrar esperanza, unir corazones, perdonar ofensas, compartir el pan, regresar al amor verdadero, revisar nuestros proyectos,… Cada día es un tiempo de gracia.
 
El sentirse agradecidos irriga la fe, el amor. Cuando el corazón está seco lo que acontece es  para responder a la gracia. Tenemos las últimas oportunidades: en el trabajo, los estudios, en una competencia, en la ley, en el amor y definitivamente en la vida.
 
Irriga tu vida, ama, apasiónate, canta, ríe, llora,… vive y ama, hoy es tu oportunidad. La última oportunidad es momento oportuno para la gracia.

Documento de aparecida
 
“(la iglesia)…Con su voz, unida a la de otras instituciones nacionales y mundiales, ha ayudado a dar orientaciones prudentes y a promover la justicia, los derechos humanos y la reconciliación de los pueblos. Esto ha permitido que la Iglesia sea reconocida socialmente en muchas ocasiones como una instancia de confianza y credibilidad. Su empeño a favor de los más pobres y su lucha por la dignidad de cada ser humano han ocasionado, en muchos casos, la persecución y aún la muerte de algunos de sus miembros, a los que consideramos testigos de la fe”.  (Documento de aparecida nº 98)


sábado, 6 de marzo de 2010

Dios no castiga

"Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”
 
Nos solidarizamos con nuestros hermanos chilenos y también con los haitianos. Recordamos los accidentes trágicos en las carreteras. Países golpeados por fenómenos naturales que ni los científicos pudieron prevenir el día y la hora. Familias llenas de dolor. Algunos que sobrevivieron consideran que Dios les da una segunda oportunidad, que les ha premiado porque son buenas gentes.
 
Dios no nos castiga, nos ama para sacarnos del sentido de fatalidad y pasividad. Aparentan ser palabras duras que mal interpretadas presentan una mala imagen de Dios: “¿Piensan ustedes que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Les digo que no; y si ustedes no se convierten, todos perecerán lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan ustedes que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y si ustedes no se convierten, todos perecerán de la misma manera…”
 
El sentido no está en la relación del pecado con la pobreza, las desgracias y fenómenos naturales, sino en la sequedad de vida. La higuera se seca pero si se la abona producirá dulces higos. El corazón seco no es solidario ni servicial. Culpar a Dios de cada desgracia es evitar poner a la luz las verdaderas causas, no es abonar la higuera sino echarla fuego.
 
Dios sí está a nuestro lado, actuando, está presente, su nombre “Yo soy” significa eso: su presencia creadora y misericordiosa. Su llamado es una oportunidad para ser higuera fértil. Es decir, revisar nuestra productividad, indicadores de gestión, efectividad de actividades, evaluación de proyectos, sostenibilidad en el tiempo. Para ello ha suscitado dentro de los sacramentos el de la reconciliación, estamos en cuaresma, en un momento oportuno para reconciliarnos con Dios, con los otros y con nosotros mismos.
 
 Si vemos nuestra vida, familia, trabajo, sociedad, país,… ¿Qué debemos cambiar y qué debemos hacer para aprovechar esta oportunidad que el Señor nos ofrece?