sábado, 29 de enero de 2011

Domingo IV del Tiempo Ordinario – Ciclo A (Mateo 5, 1-12a) – 30 de enero de 2011



“(...) Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.”
  
Los fines e inicios de año son el reflejo del transcurrir de la vida. Hace algunos años entendí que somos pasajeros en la vida, y a veces pagamos doble o somos dispensados. Una de mis primeras asignaciones a nuevos proyectos, casa de misión o comunidad, como se llame, igual una buena experiencia depende de las personas que la integramos.

Y como todo tiende a desaparecer, los cambios llegan. En los últimos meses preparaba mi viaje a una nueva asignación, con buenos recuerdos, con el cariño de muchas personas que me cobijaron, con la resistencia a no dejar lo que por años viví. Valoro el aprender cotidiano de aquellos que a primera vista no eran los indicados, ni los talentosos, menos influyentes, de lejos no aparentaban piscas de sabiduría.

Recuerdo especialmente a algunas personas que al final de los días se acercaron a agradecerme (cosa rara), a desearme la mejor suerte en mi nueva casa (más rara). La bendita razón no dejaba de dar vueltas sobre tales comportamientos. Pero hay un detalle, a pocos de ellos les consideraba amigos. Tendemos a cultivar amigos sabios e influyentes. La gran mentira.

Hoy puedo decir, que los amigos, los que realmente son capaces de expresar cariño son los limpios de intereses, los que nunca compitieron, quienes valoraron la persona más que un cargo (más pasajero). Aquellos que hablan con claridad, sin segundas intenciones. 

Bienaventurados aquellos que tienen amistades desinteresadas porque en ellos permanecerá el amor. Bienaventurados quienes son agradecidos porque Dios hará brillar su gracia. Bienaventurados los hermanos, porque aceptarán al hermano incluso con sus pecados y carencias. Bienaventurados los amigos que te tienen en su agenda y sus directorios porque en ellos brillará la libertad y la alegría.

Sólo la vida puede restregarnos la soberbia y la autosuficiencia para hacer caso las bienaventuranzas de Jesús de Nazaret. Bienaventurados quienes cuentan con personas humanas auténticas.

domingo, 23 de enero de 2011

Domingo III del Tiempo Ordinario – Ciclo A (Mateo 4, 12-23) – 23 de enero de 2011



¿De qué familia eres…?

Los novios anhelan tener la mejor familia, se conocen, hablan de la vida, de cómo podría ser la vida juntos. Pasan mucho tiempo en proyectos, en las gana de “soportarse” de aprender a “perder”, de modificar hábitos.
Los esposos suelen hacer todo para que la vida sea la mejor, nace un niño y les cambia la vida, pues se es padre para toda la vida. El hijo es como una luz, la ilusión y los proyectos se hacen realidad y auténticos con la llegada de los hijos.

En estos espacios familiares, viven, escuchan opiniones, aciertos, equivocaciones,… saber escuchar es la clave, y en esta capacidad Dios es la mejor música, Jesús es la luz. Un hogar sin Dios, corre el riesgo de ser un hogar sin fraternidad, paz, fe, seguridad, optimismo.

La pregunta es obvia: ¿De qué familia eres? De la de Cristo. Estás unido a la vida, a la conyugavilidad, al ser hijo, hermano, padre, madre, primo,… Siempre en familia, en una comunidad sin difamación y con respeto. ¿Cómo podrías decir que eres un buen misionero si no hablas de Cristo? ¿Cómo puedes decir que eres buen hermano si no haces nada para tener la mejor familia? 

¿De qué familia eres?

domingo, 16 de enero de 2011

TO-II A


Te lo presento otra vez

Hace unos años, un amigo me dijo: “quiero que conozcas a mi novia, te la presento”, la escena se repitió en la oficina, en el ingreso, al intermedio y al final de la reunión. La reacción es natural y le dije, entre bromas, que era la enésima vez que me la presentaba. Ella también asintió con la cabeza, y entre risas queda esta anécdota.

En la vida “conocer”  no se reduce a una presentación, hay algo que creemos que creemos, hablamos de quien no conocemos, decimos que conocemos a quien no conocemos (sólo lo hemos visto).  Grave error, el que ya cree que sabe queda blindado para aprender.

Conocer a una persona nos llevaría a ser testigos de sus palabras y obras. ¿Podrías dar testimonio de quien no conoces? No, sería un maquillaje y una mentira garrafal. Un buen comunicador no anuncia lo que le ha dicho “alguna fuente”, sino lo que ha investigado y contrastado. Tenemos que hablar de lo que conocemos por medio de la investigación y de la vida misma.

El testimonio de quienes conocieron a Jesús de Nazareth nos lo presentan como: la luz (1,7), el Señor (1,23), el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (1,29), el Elegido (o el Hijo) de Dios (1,34), el Mesías prometido (1, 32.33).

Quizá ya conoces mucho de Jesús, recuerda que siempre es necesario profundizar en lo que dijo e hizo. Sólo para recrear algo: su máximo valor moral es el amor, su gran técnica de superación es el perdón especialmente a los enemigos, pone al hombre sobre la eficiencia, el amor divino sobre la justicia humana, la justicia como camino a la paz, la verdad como camino a la libertad, el don de la fe sobre la soberbia, su presencia y acción sobre todo prejuicio,…

Ahí lo tienes, mas de dos mil años de historia, ya te lo han presentado, seguramente, muchas veces, debe ser porque es útil para tu vida, no te equivoques, siempre falta conocerlo. Te lo presento otra vez.

sábado, 8 de enero de 2011

Bautismo del Señor


"Un grito desesperado"

Luis está totalmente enamorado, quiere gritar a todos los vientos, romper el silencio, hacer público su amor. Un grito desesperado va con fuerza, con todo el aire de los pulmones, de corazón, lleno de palabra propia, de uno mismo, de lo que es, de lo que busca ser y con quien quiere compartir. Además es una actitud llena de propósitos, de búsqueda, de cambio, de nuevas relaciones y exhortaciones.

Un grito lleno de la novedad misma y de integridad divina y humana. Un grito escrito en los corazones y que sale de la misma boca de Dios en el momento del bautismo de Jesús. Un grito que marca una nueva época en los oídos de todos lo que quieren escuchar: “Este es mi Hijo amado en quien me complazco, escúchenle”. 

Una expresión desesperada llena de esperanza, no se contiene. Ningún presentador ha superado el gran contenido con pocas palabras y con tanta propiedad e identidad. 

Con un Padre así, ¿Por qué temer la orfandad? Podemos ser los niños seguros de su Padre, los seguidores firmes en su misión, los que oyen y escuchan con la vida a su Palabra. La soledad y la oscuridad ya no tienen lugar en la vida de un bautizado. 

Dios nos dice hoy: “Tú eres mi hijo amado, escúchame”.    

sábado, 1 de enero de 2011

Ciclo A - II Domingo de Navidad - 2-1-2011


La Madre de Dios
Hace poco acompañaba una de las procesiones de la virgen, y una señora que estaba mirando comenzó a gritar: idolatría, idolatría”. La procesión estaba cerca y otra señora le pidió que se callara y uno de los principales argumentos era que es lógica la veneración de los hijos a su Madre, el mismo Jesús (Dios) respetó y valoró mucho a su madre, incluso la llevó al cielo, y no era malo venerar a quien también representa nuestra madre.

La señora que protestaba contra la “idolatría” se sintió tocada en su lado maternal, se calló. Quien es madre sabe lo sagrada que es la maternidad, el cambio de vida que genera un hijo, los nuevos proyectos, hábitos. La forma de vida de una madre se centra en su hijo hasta es capaz de entregar su vida a cambio.

Además la procesión es como el recorrido del tabernáculo, la casa de Dios. La virgen María llevó a Jesús en su vientre como un tabernáculo, es la primera que comulgó con su Hijo. Es quien lleva en su vientre el gran tesoro, la salvación, el amor en persona. Dios se hace presente haciéndose hombre y viviendo con nosotros. La presencia de Dios es la gloria, es el cielo, es la felicidad. Dios reafirma que somos  su imagen y semejanza, somos la gran expresión de su creación.

La Madre de Dios es también nuestra Madre, ya no podemos sentirnos huérfanos. No es un abstracto o un juego de palabras, porque el amor de madre no tiene límites. Así como los hijos no dejarían a su madre ser insultada ni agredida, con mucha más intensidad la Madre no nos puede dejar solos, sin abrigo, sin alimento, sin su ternura, sin su Palabra. La Madre nos ama ¿Qué madre no ama a sus hijos?