sábado, 27 de agosto de 2011

Domingo XXII Ordinario – Ciclo A (Mateo 16, 21-27) – 28 de agosto de 2011



“¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, sí arruina su vida?”



“Una niña contó que ocho veces lo habían violado, esa sensación de estar con su mamá que lloraba… les pregunté: ¿por qué habían contado esto? Porque queríamos que se sepa” Expresa el P. Gastón Garatea recordando una de las audiencias de la Comisión de la Verdad y Reconciliación que está cumpliendo ocho años de la entrega de las conclusiones finales.

¿Para encontrar la vida tenemos que perderla? Jesucristo no es amante de la violencia ni un masoquista. Es quien derrama su propia sangre y no la sangre de los demás.

Los planes para cambiar el mundo no son los mismos de Dios a los de los hombres. Así lo sentimos en nuestra manera de sentir el dolor y la gracia, el perdón y la misericordia, la ternura y la confianza. La cruz que vivieron en Ayacucho, Abancay, en la Provincia del Santa y en otros lugares se ha convertido en un símbolo de que la violencia Nunca más se repita.

Los comisionados que conformaron la CVR han sido desautorizados y, muchas veces rechazados. Pero la sabiduría de este mundo nunca va superar a la de Dios. Cada uno de ellos con una visión profética siguió incansablemente su misión.

“Lo que más nos gastaba era la pena, el dolor,… yo recuerdo una vez cuando estábamos viendo el caso de los Ashaninkas levanté la cabeza y todos estábamos llorando” “siento mucha pena, porque uno ha ido tomando conciencia más de lo que significaron estas muertes injustas,… esto de que uno se muere porque es quechua, porque no sabe leer, porque es pobre; al final la falta de consideración con los pobres ha sido espantosa… ¿qué pasó acá con los defensores de los pobres? No hubo nada” (P. Gastón G.)

En este sentido la seducción de Dios se manifiesta en quienes no se resistieron a callar. Lo han tenido que vivir primeramente en su corazón y luego comunicarlo, aunque no siempre es posible que lo atiendan y lo acepten.

Hoy se busca una sociedad fecundada por la Palabra de Dios, por el amor y no por la injusticia y el dolor. La violencia fue causada porque: “Se fue juntando la injusticia, la marginación, el olvido, el movimiento loco de Sendero Luminoso… no tenían consideración con nada ni con nadie”.

Nunca más se repita, tampoco se repitan las causas. Que gane la vida.

sábado, 20 de agosto de 2011

Domingo XXI Ordinario – Ciclo A (Mateo 16, 13-20) – 21 de agosto de 2011




“Te daré las llaves del reino de los cielos…”

La piedra angular, la llave,… es Jesucristo. Pero él mismo da la misión a Pedro para defenderla contra todas las acechanzas demás conocidas en la historia: agnosticismo, ateísmo, modernismo, relativismo, la hipocresía y la incoherencia,…

“Tu es Petrus”. Pedro es elegido para cumplir la misión de la salvación de las almas, más que para ser Papa (institución posterior). Aunque no se puede entender la misión del Papa sin la figura de Pedro, gracias a la infalibilidad doctrinal.

La confesión que hace Pedro es nuestra gran roca para la salvación. Ya quisiéramos dejar de lado las preguntas: ¿Quién es Dios para mí? ¿Qué modelo de Jesucristo me han enseñado? ¿Mi espiritualidad está abrigada por el amor o el temor, por la libertad o el condicionamiento?

Podemos decirle palabra lindas a Jesucristo, a Dios, pero él va más allá que nuestras declaraciones de amor, algunas de un adolescente inestable (“sorry adolescentes”). El sentido de nuestra vida no está solamente en las palabras que declaramos, nuestra salvación final no depende de cuán buenos y lindos parecemos, está en el corazón.

Incluso, Dios va más allá de las palabras y de tu corazón, es propio de su gracia. Y eso nos molesta, porque la salvación de las almas es una misión dada a Pedro, pero no depende de él completamente.

“¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo” Sí, dichoso tú: Rosa, Juana, Carlos, Luis, Carmen, Alex, Mariela,… porque tu vida está dedica al servicio, porque tu fe está fundada en la piedra angular: Cristo.

Dichoso quien pueda orar como San Pablo: “¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!

¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva?

Él es el origen, gula y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.”

sábado, 13 de agosto de 2011

Domingo XX Ordinario – Ciclo A (Mateo 15, 21-28) – 14 de agosto de 2011





¿No tienes fe? ¡Grande es tu fe!

La fe es siempre una respuesta concreta, va más allá de rostros demacrados y de ojos piadosos. Tu historia personal, tu contexto, incluso tu ignorancia pueden ser disueltas por la fe. Es más, la fe no es propia de tu gran esfuerzo, pero tampoco es algo mágico y espectacular.

La fe no es patética, apática ni quietista. Los kilos de más no son gracias a la fe. No es una exclusividad de quienes profesan un credo, tampoco de quienes siempre han hecho lo mismo en nombre de la fe, menos de quienes se quieren sacar del camino a las personas que cuestionan, a quienes llaman motivadas por la necesidad.

Lo propio de la fe es confiar. La fe puede ser un gran descubrimiento en nuestra vida. Un apatía a temas del más allá. Un fastidio cuando sólo nos quedamos en el más acá, somos seres con sed de eternidad. Nuestra fe no puede basarse en la vida de los creyentes descarriados ni de quienes se equivocan.

La fe te hace sentir indignación ante las injusticias y cuando la paz (interior y social) es violada. La fe se está levantando en su propia naturaleza para protestar cuando “los demonios” (muy malos) afectan a tus seres queridos y quieres de corazón. No importa quién seas, ni tu raza, religión, sexo,…

Pero la indignación no te aleja de la ternura, de las buenas maneras para arrancar la solución a los problemas. No es suficiente un buen argumento y una buena intención, sino también la confianza y las buenas maneras.

Una protesta frecuente es por el hambre y desnutrición de un grueso de la población. Las autoridades y empresarios comen el pan de la injusticia y botan las migajas. Nadie debería sufrir hambre.

Para iluminar está reflexión transcribo el evangelio que la inspira.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 15, 21-28

En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: - «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.»

Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: - «Atiéndela, que viene detrás gritando.»

Él les contestó: - «Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: -«Señor, socórreme.» Él le contestó: - «No está bien echar a los perros el pan de los hijos.»

Pero ella repuso: - «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.»

Jesús le respondió: - «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»

En aquel momento quedó curada su hija.

domingo, 7 de agosto de 2011

Domingo XIX Ordinario – Ciclo A (Mateo 14, 22-33) – 7 de agosto de 2011



“¡Tengan valor, soy yo, no tengan miedo!”

“Papay” es el sobrenombre de un joven que un día me visitó. Tiene una enfermedad terminal, lo confundí con los típicos extorsionadores que se acercan a las instituciones religiosas para exigir colaboración y echan cuentos: del viaje, de asalto o del familiar enfermo.

Él no quería plata, sólo quería narrar su “pecado grande” (lo llamaba él): no haber encontrado a Dios. Clamaba por regresar a la casa de su madre, a quien la abandonó en el furor de su adolescencia. Se casó con “mamay”. Él no se perdona el no haber tenido el dinero suficiente para salvar la vida a su esposa.

No quería más bulla, necesitaba un lugar para descansar y sentirse amado. Buscó en los viajes, en las discotecas, en las drogas; incluso pretendió la ayuda de centros cristianos y no encontró… al fin sólo encontró muerte. Ese lugar estaría, para él, más que al lado de su “mamita” estaría en el perdón que ella con seguridad le concederá.

El silencio interior sólo lo encontrará en el corazón que en algún momento desgarró. Recuerda a su padre violento, alcohólico,… su madre ha sufrido mucho al verlo desorientado, perdido, desperdiciando su vida. Él teme hacer sufrir más a su madre con su aspecto de “fantasma” o “muerto en vida” ¿Cómo explicarle que soy yo y que voy a morir?

Reza cada día su Rosario, (mugriento y dice que es su tesoro) cuando nadie le quiere dar un vaso de agua, le echan de sus guaridas, nadie le da trabajo, le golpean,… tiene una confianza fuerte y quiere aprovechar cada segundo. Se lamenta no haber atendido a la verdad que le brillaba y que hoy le ilumina dándole sentido a su corta existencia.

Es despreciado por todos, dice que le gusta la historia de Job, pero está seguro de que “realmente se siente hijo de Dios”, aunque desobediente, pero nunca es tarde para expresar con todas sus fuerzas: “Señor, sálvame” Las tempestades de la vida no le hacen dudar, sino sólo caminar seguro de que Dios lo acompañará a recibir el perdón de su madre y el de Jesucristo.