domingo, 25 de septiembre de 2011

Domingo XXVI Ordinario – Ciclo A (Mateo 21, 28-32) – 25 de septiembre de 2011


“No me lleves la corriente”

“¿Cuál de los dos hizo lo que su padre quería?”



“Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios”


Doña Pepa contaba que ella de niña fue traviesa. Su mamá la aconsejaba y Pepa sabía los consejos de memoria y hasta mecánicamente movía la cabeza asintiendo hasta que un día su abuela se dio cuenta y le gritó: “No le sigas la corriente a tu madre”

“Sí, sí, tienes razón, yo lo haré, no te preocupes, cuenta conmigo, iré por ti, te ayudaré, me comunicaré, estaré a tu lado, seguro que sí, no lo dudes, así será, está claro, ni una palabra más,…” Tantas formas de decir sí, pero también pueden ser diversas máscaras de la desobediencia y del poco compromiso.

Nos quejamos de que los políticos no cumplen con sus promesas, de que los matrimonios sufren la infidelidad, últimamente de la Universidad que se denomina Católica pero no quiere vivir de acuerdo con la legislación de la Iglesia católica, de que recibió una donación para un fin y no cumple con el deseo del donante.

¿De qué sirve pertenecer a una institución y no trabajar o no ser parte de la misión? ¿Cuántos trabajan por la justicia y la paz?

En la iglesia católica podemos tener muchas obras, catequistas, proyectos,… ¿De qué serviría si no procuran la formación humana y cristiana? ¿De qué sirve… si luego los beneficiarios no son obreros íntegros del Reino de Dios, si no se enamoran de Jesucristo, si no son discípulos?

En una institución, de qué sirve tener equipo de profesionales si dicen “sí” y luego en la práctica retiran el hombro. Las obras hablan del discípulo, el compromiso habla de la pasión y entrega a un objetivo de las personas.

Es importante es recapacitar. El hijo desobediente recapacita y va a trabajar a la finca de su Padre. Es una oportunidad para caminar por el sendero de la justicia y la paz, para reescribir el libro de nuestra vida, eso lleva a una nueva vida, otro horizonte, darle sentido, ser nuevo, abrir esperanza, mirar objetivos precisos, actuar y vivir como Cristo.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Domingo XXV Ordinario – Ciclo A (Mateo 20, 1-16a) – 18 de septiembre de 2011




Impagable gratuidad

“Vayan también ustedes a mi viñedo”

Jesús no duda, con su gratuidad, en darles “ubicaína” a los “justos” de su tiempo y de la historia. Los que fueron llamados con el alba, los fariseos, los que con sus grandes fatigas y bajo el sol lanzan una protesta, casi sindical, contra la igualdad de salarios.

Muchos judíos no aceptaron la mirada universal de Dios con los pueblos “paganos”. Algunos católicos consideraban que sólo bajo la iglesia hay salvación, el Vaticano II (1962-1965) se encargó de la “ubicaína”. La revolución francesa se consideraba creadora de “igualdad, fraternidad y libertad” (1789), cuando Fr. Anton de Montesinos, O.P. ya había exclamado protestando contra el abuso de los encomenderos españoles a los indígenas “¿acaso éstos no son hombres?” (21 de diciembre de 1511), según el cristianismo naturalmente.

“En este lugar no ingresan ni perros ni judíos, ni negros…” era un letrero colgado en las puertas de algunos centros de atención al público. Aunque aun dicen: “se reserva el derecho de admisión” no estaría muy de acuerdo con la lupa de la ley. Hoy, las cumbres presidenciales suelen ser una exposición variada de “gringos, cholos, negros,…” aquellos que hace un par de siglos por su cara no hubieran tenido posibilidades.

San Martín de Porres se donó para ser el gran apóstol de la justicia social. Los eruditos de su tiempo y del nuestro lo verían ilógico, casi injusto, que hoy sea nuestro santo querido. Así es Dios, su gratuidad rompe nuestros ‘agudos’ criterios de justicia.

La gratuidad no tiene que ver con cuánto has hecho, el tiempo de servicio ni tu gran fatiga, no mira agendas, conocimientos, belleza, juventud, dinero, honestidad, salud,… y quizá no sea bien recibida. Solo es gratis.

Si debes 100 soles y pagas a los cien soles, más sus intereses acordados, eres justo, pero si das doscientos soles más no significa que eres justo, sino generoso.

Si nuestra relación con Dios es de justicia, entonces debemos cobrarle la factura (¿si él lo hiciera?) por todo lo que hacemos, somos tan trabajadores protestemos que nos pague con creces. Nuestra relación en realidad debe ser de gratuidad.

La gratuidad no se paga, es imposible, su obstáculo es la misma justicia. La gratuidad hace posible que se beneficie quien llegó al final de la jornada y reciba el mismo trato que quienes llegaron primeros.

Quebrantar la justicia te exige una restitución, pero ¿Cómo pagarías a tu madre cuando la abofeteas? Sólo necesitas el amor y el perdón gratuito de tu madre, es una amor universal, no el exclusivo engañoso (sólo a los bellos, ricos, buenos, listos, poderosos, influyente, jóvenes, profesionales,…) ¿No hay nada gratis? Pero tienes la vida gratis,…

Domingo XXV Ordinario – Ciclo A (Mateo 20, 1-16a)

¿”Y ahora”?



Dime qué hora tienes Señor
Salte del misterio y déjame escuchar tu vos,
Quema el sol, suenan las tripas, quietismo agotador,…
Con la aurora, al medio día o con el ocaso, buen Dios.


Agricultor duro y madrugador,
Despiertas pisando la viña,
Tu familia hoy comerá,
Duerme agradecido del Viñador.

A primera hora la siembra prende raíces,
Prepara tu tierra para la exagerada bondad,
Que la fatiga no ciegue, obreros, sus corazones
Y que la envidia no les haga perder la viña.


“Y ahora” qué hacemos,
“Y ahora” nadie nos contrata,
“Y ahora” estómagos vacíos
“Y ahora” no perdamos la esperanza.


Lo veo como injusticia y tú como sobre abundancia,
Alzo mi voz, merezco más que por quiénes eres compasivo,
Debí quedarme en la plaza al saber de tu generosidad,
Y tú sentencias: "Amigo, no te hago ninguna injusticia”.


“Y ahora”. Dime a lo que nos ajustamos para tomar lo mío y retirarme;
Amigo, Tú tienes la libertad para hacer lo que quieras, son tus asuntos.
Con los pies y el corazón, en tu viña quiero amanecerme,
Aunque “los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”.

sábado, 10 de septiembre de 2011

TO - XXIV - A - PERDONAR PARA SER PERDONADOS

"Setenta veces siempre"

“Me has defraudado” suena poco al lado de “confío en ti”
“Me has descorazonado” no impacta tanto como “mi corazón está limpio de rencor”


¡Perdonando! “héroe” nunca serás,
¡Sí! coherente con “perdona nuestras ofensas,…”
Es la ventaja de: Setenta veces…



7 x 10 = Setenta, con “S” del Señor, de santidad, de siempre, de salud,…
10 x 7 = Diez veces una obra perfecta.

 
Por qué no perdonar si mañana puede venir la muerte?
La amargura no es propia de los “dulces sueños”
La bilis no es tan maravillosa que los latidos de tu corazón,
Deja ya de arrugar la nariz, agrandar los ojos, alzar la voz,...
Recuerda: Setenta veces…

No vives para ti mismo,
no mueres para ti mismo,
Cristo murió por todos,
Por ti y por él, ella, nosotros,…
De seguro, lo haría,… Setenta veces…


Ama a quien te tiene paciencia
Ama a quien evita la violencia;
Ama a quien no le importa estar a tus pies,
Arrójate a sus pies de quien amas.
Ama, ama, ama, sin fin: Setenta veces…



Ama a tu padre por evidenciar sus flaquezas,
Ama a tu hijo con la gran pedagogía del amor,
Ama a tu madre por cada error,
Ama a tus hermanos por no ser buenos cómplices.
Con mano fuerte, blanda, esquiva,… ves: Setenta veces…

“No olvides los beneficios”
"Todo tu ser le bendiga"
"Él, te colme de gracia y de ternura,"
"No guarda rencor perpetuo,"
“No nos paga según nuestras culpas”

Él, tú, yo,… ¡Setenta veces siempre!.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Domingo XXIII Ordinario – Ciclo A (Mateo 18, 15-20) – 4 de septiembre de 2011



“Si tu hermano te hace algo malo (...)”

En 1947 el pastor beduino Muhammed Ed-Dib descubrió en las grutas, cerca al Mar Muerto, los famosos manuscritos de la comunidad judía de Qumran (s. II a.C. y I d.C.), uno de los textos es titulado la “regla de la comunidad” y hoy precisamente, nos referimos al discurso de Mateo que nos habla de la corrección fraterna. Mateo organizó y amplió las palabras de Jesús adaptándolas a la praxis de la iglesia siropalestina, y hoy, me atrevo aplicar tal dinamismo a una experiencia vivida.

Alguna vez, un grupo de personas acudieron al superior a quejarse de uno de sus súbdit
os, con un montón de motivos ¿Razonables? Según ellos manifestaban, querían salvar la imagen de la iglesia, corregir al “travieso”, ponerle orden al “desordenado” y “muerto el perro muerta la rabia”. El “acusado” ni se imaginaba la pólvora regada para ser corregido por sus malas acciones.

Podemos hacer esto, muchas veces, quejar y mal decir de alguien; y lo hacemos siempre con el superior y si éste tiene oídos de “cotorra” seguramente motiva el “hacer justicia”.

Hoy se revela una gran pedagogía de caridad y comprensión. En primer lugar, se trata de pecados graves (homicidio, adulterio y apostasía) que afecten a la comunidad directamente. No se habla de sospechas ni “especulaciones personales” y la motivación debe ser el amor (amar a Dios y al prójimo…).

En primer lugar, es el diálogo personal. Para iniciar el diálogo, uno tiene que hacerse un riguroso examen de conciencia. ¿Qué me mueve a hablar con mi hermano(a); el amor o la autocomplacencia de sentirme superior? Jesucristo es firme: ¿Cómo puedes decir a tu hermano que se quite la paja de su ojo,…? (Mt 7, 4-5).

Todos tenemos pecados, pero tenemos derecho a nuestra intimidad y al menos al respeto. Los más grandes resentimientos se profundizan cuando no se dialogan. El “poner las cosas sobre la mesa” te libera, brilla la verdad, muestra las verdaderas intenciones.

En segundo lugar, se necesita de testigos, (no de cómplices), y de sus diversas opiniones. La sabiduría de las Órdenes religiosas tienen el “consejo”, en él los consejeros tratan los asuntos de manera objetiva y el superior debe tener la capacidad para dejarse aconsejar y decidir. Las reacciones del “errado” amplían el horizonte para proceder con tacto, prudencia y cautela.

En último lugar, es solemne, involucra a la comunidad. Sólo ella puede colocar al hermano “incorregible” como quien se ubica fuera de la comunidad. Un auténtico padre jamás aleja a sus hijos, puede constatar su alejamiento pero con sufrimiento y amargura. No se excluye la posibilidad del perdón y la readmisión. Se persigue el regreso al colocar en la situación de reflexión y conversión.

Entonces, ya sabes si tu hermano te hace algo, si te lo hace o crees que te lo hace,…