lunes, 7 de abril de 2014

La resurrección de Lázaro

Domingo V de Cuaresma – Ciclo A (Juan 11, 1-45) 6 de abril de 2014
“Jesús, al ver llorar a María (...) se conmovió profundamente”

“Los cristianos tienen cara de resucitados” decía Nietzsche. Esta frase coge carne en mi vida porque a veces la lucha diaria, las tribulaciones, el desamor, la crueldad, la indiferencia,… superan mi alegría de la vida. Quiero destacar la amistad, la humildad y la vida en esta escena de la resurrección de Lázaro.
“Cuanto lo quería” decían los judíos al ver a Jesús llorar junto a Martha, María y los judíos (amigos y chismosos). Sollozar por la amistad construye, la indiferencia y el orgullo aniquila corazones. Jesús visitaba con frecuencia a sus amigos en Betania; su hermoso paisaje, el aire fresco y la amistad eran valorados. Sabía Jesús que le amaban y él los amaba. Que confiaban y lo escuchaban. Esa es la amistad, no crecer sin confianza, escucha, fe. ¿Llorará Jesús el día que yo muera? ¿Él es mi amigo?

Lázaro no dice una palabra pero sus gestos son elementales. Sus dos hermanas serían víctimas de abusos y del hambre en una cultura machista sin Lázaro. Es un hombre de corazón limpio, humilde. Sus hermanas tienen palabras protagónicas según su personalidad ante el mismo Jesús. Lázaro es resucitado por su amigo, su perfil bajo es un testimonio que corroe a cualquier incrédulo, no es casualidad que apenas mataron a Jesús, Lázaro también corrió la misma suerte.
Vivimos en un permanente camino hacia la muerte. Jesús ha recibido la noticia de la enfermedad grave de su amigo y posterga su visita a Betania; casi un desaire, pero lo aclarará: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.” Jesús regresa por Judea donde le quisieron matar y en cuatro días estará en Betania. El camino a la muerte no le limita a Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.”
“El día que yo muera” se lee y escucha en muchas autobiografías y canciones. La muerte suele rondarnos; ¿qué tenemos en la existencia? No llevamos algo a la tumba, sólo la oportunidad de amar y de ser amado por Dios, de ser resucitados por la Palabra del mismo Jesús.
Un amor como el de Jesús es capaz de llorar, de buscarnos aunque el mal olor de la muerte aleje a nuestros hermanos, de desatarnos las vendas y no crearnos dependencias, de darnos libertad eterna y no la esclavitud.
Finalmente, el camino de la fe pasa por nuestra historia reflejada en la Samaritana en el pozo, el ciego de nacimiento, la resurrección de Lázaro. El verdadero amor se le revela a una Samaritana infeliz con sus ensayos matrimoniales, no puede seguir bebiendo de su propio pozo lleno de historias antiguas (barro), encerrada en sus prejuicios y sedienta. La verdad se le revela a un ciego que al ver la luz afirma el gesto del profeta que le tocó, le sanó y le sacó de la ignorancia. El amor expresado al amigo Lázaro devolviéndole la vida. Así es Jesús en algún momento toma la iniciativa, se acerca para hacerte ver el verdadero sentido del amor, la luz de la verdad y la vida en casa, donde te pide ser acogido, esperarle, compartir el pan y escucharle.

Oración:
Señor de la vida, lloraste por tu amigo Lázaro,
Extiende tu compasión por este pueblo,
Nos llamaste a una esperanza firme en tu Resurrección,

Somos seres para la vida, para el amor, la verdad.
Tu corazón es fuente inagotable,
Tu palabra eficaz
La muerte ya no es el final.

Desde lo profundo de mi vida,
De mi historia, de mí…
Sácame de la oscuridad, del odio,
De la indiferencia, de la desconfianza.

Libérame de las vendas,
Que el mal olor no me aísle,
Que la mentira no me sepulte.
Tu corazón para construir amistad,
Tu Palabra para comunicar vida, pero eterna;
Tus lágrimas para despertar la sensibilidad…

domingo, 6 de abril de 2014

Ciego de nacimiento es sanado por Jesús



Domingo IV de Cuaresma – Ciclo A (Juan 9, 1-41) 30 de mazo de 2014

Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre?”



¿Por qué Señor a un pueblo bueno le sucede cosas malas? Ancash está conmovido y expresa su cansancio frente a la criminalidad política y la corrupción. El asesinato de un ex ‘cómplice’ que llegó a ser Concejero Regional y luego radical opositor ha provocado reacciones firmes en los líderes sociales y en el pueblo. Hoy, los discursos sólidos han hecho temblar a la “bestia de Ancash” junto a sus ayayeros de todos los estamentos. La firmeza del clamor popular ha despertado a la justicia, incluso el propio Presidente Ollanta Humala ha manifestado que los crímenes en Ancash no quedarán impunes. La formación de una comisión especial y el envío de policías con patrulleros inteligentes han dado esperanza y nuevos aires a la justicia. Pese a todos estos gestos, el agnosticismo nos invade.

La hija del asesinado Nolasco, Fiorella, ha mostrado un liderazgo y valentía en un momento en que la dignidad no se puede perder. Sus palabras firmes han provocado titulares e investigaciones en los medios de comunicación que daban amplias entrevistas- publirreportajes- al Presidente Regional de Ancash, sorprendidos, ya se subieron al carro de los luchadores por la verdad y la justicia.


¡Qué bueno! Cuando la verdad comienza a brillar muchos se limpian las gafas y miran el horizonte de la corrupción que, investigada a conciencia, caerá como un cable de alta tensión para quemar a muchos de la telaraña. El Presidente Regional (desde el 2006), hoy con las cuentas embargadas y sometido a una investigación, clama inocencia y dice ser el primer interesado en averiguar la casualidad o la coincidencia de la llamada “lista negra de Ancash”: autoridades políticas, fiscales, periodistas y otros.

De este avatar, clamor popular, marchas por la vida y la paz se puede destacar la firmeza de los líderes y del pueblo ancashino que han cerrado filas a la corrupción. Sus testimonios firmes no se apagan con las amenazas, la verdad causa pataletas, pero sale a la luz. Se parece a la historia del ciego de nacimiento, más allá de explicar – erróneamente- que el pecado causa la ceguera, experimenta las consecuencias: ve, la luz, la verdad,… Causa problemas cuando sale a la luz.

Es destacable, en el ciego de nacimiento, la firmeza con la que combate a los fariseos, mal intencionados y ciegos defensores de sus intereses. El ciego razona que alguien malo no le puede hacer ver y, por tanto, es un profeta. Los fariseos acuden a los familiares del ciego pero ellos sacan cuerpo diciendo que ya es adulto y que da razones de sus actos, es decir ya ve y puede decir la verdad. El ciego, ve las malas intenciones, sigue firme; comienza a ver la fortaleza de la fe en quien le ha sanado. Los fariseos le juzgan, le marginan, le presionan con la familia, le difaman, le encaran sus defectos y lo expulsan. Jesús, se acerca, le unta, le saluda, le envía, le sana y vuelve a su encuentro para confirmar que él es Jesús, y el ciego respondió: “Creo, Señor” y se postró ante él.

Es decir, no  podemos ver la justicia al margen de Dios, Jesús sale al encuentro, aunque pareciera que no nos hace caso, tarde, pero llega.



Lectura del santo evangelio según san Juan 9,1.6-9.13-17.34-38:
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»

Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: « ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: « ¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: « ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él