sábado, 26 de marzo de 2016

¿Señor Jesús, qué es lo que no sabemos lo que hacemos?

“Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”
“Llegados a un lugar llamado Calvario le crucificaron allí a Él y a dos malhechores: uno a la derecha y otro a la izquierda Jesús decía: “PADRE, PERDONALES, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN” (Lc 23,33-34)

Si a ti te lloviera un mar de insultos, de burlas y de blasfemias. Tus amigos te abandonan y algunos sólo quieren aprovecharse. Te desacreditan ante los demás, te hacen ver como el peor idiota. El sentido de la justicia sólo gira en torno al egoísmo y los propios intereses. Al final de un tiempo sólo queda decir: esto no va más. Estoy agotado. Jesús experimentó esa angustia: “Padre, si es posible aparta de mí este cáliz pero que se haga tu voluntad”.
 
La falta de respeto y la desconsideración desesperan y tú o yo nos volcaríamos en muchas estrategias de venganza, de huir, de morir. Pero al final, Jesús sólo dice: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Quiero destacar la intimidad, el perdón y lo que no sabemos lo que hacemos.

“Padre…”
La intimidad: si hay amor la intimidad es fluida y sin atisbos. Jesús tiene la confianza de mirar a su Padre y pedirle que nos perdone. Varias veces el evangelio según San Juan: “En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes. 21 ¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él. (Juan 14: 15-31)

“Padre, perdónalos…”
El perdón es característica de un cristiano. Sin el perdón nuestras vidas se hunden en la soberbia y por tanto se va alejando de Dios porque el ego se convierte en el absoluto.

El perdón resucita, salva. Pero el pedir perdón es muy difícil en este tiempo en el que se absuelven de sus culpas, la autonomía moral es un paraguas sin escrúpulos. Es un problema muy metido en nuestras mentes, hemos perdido la capacidad de reconocer nuestros errores, nuestros pecados. Las personas mienten, traicionan, levantan falsos testimonios, se involucran en la corrupción pero nunca reconocen su pecado. Al mal lo ven como un bien útil, es más lo llaman “mal necesario”, “mal menor”.
Las personas públicas involucradas en corrupción, narcotráfico, etc. No evalúan la moralidad de su vida, son descarados cuando manejan, con la “criollada” a flor de labios, las opiniones públicas. Javier Gomá hablaba de la ejemplaridad en la política, brilla por su ausencia en esta campaña. No reconocen sus pecados, no hay ejemplaridad; todos son más bueno que la Madre Teresa de Calcuta.
Ante una discusión con el prójimo el perdón solucionaría, no tendríamos que mantener al poder más corrupto de nuestro país. Son una vergüenza moral que se alimenta con nuestra carente crisis emocional. Por ello, es necesario saber pedir perdón.

“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”
“No sabemos lo que hacemos”
Si no saben lo que hacen entonces no son culpables, pero hoy resulta que no son culpables aunque sí saben lo que hacen. Es decir, soy fiel mientras nadie me encuentre in fraganti.
Sin embargo, el “no saben lo que hacen” está pedagógicamente colmado por la misericordia de Dios. Dios nos ha dado la inteligencia para mirar el horizonte del bien y del mal, y si lo haces escondido es porque tu interior te dice que está mal.

Beda el venerable, monje inglés, dice que los verdugos no sabían lo que hacían, y que por eso estaban llamados al perdón quizás con más razón que otros que supieran que mataban al Hijo de Dios, el Logos hecho hombre. ” (Se puede) notar sanamente que no oraba (Jesús) por aquellos que entendieron que crucificaban al Hijo de Dios y no quisieron confesar, sino por aquellos que no sabían lo que hacían, teniendo el celo de Dios, y no según el conocimiento.”



¿Señor Jesús, qué es lo que no sabemos lo que hacemos?

Cuando te vamos matando en nuestra vida
En el momento en que el mal nos hace gritar “Crucifícalo”.
Cuando nuestras manos no son una proyección de las tuyas.
Cuando no perdonamos incluso a los que sí saben lo que hacen.
Cuando puede más mi orgullo que la verdad.
Al justificar a toda costa mis mentiras e infidelidades
Al sentir que la humildad rompe mi falso concepto de éxito.
Cuando abandono a las personas por las 30 monedas.

Cuando mi beso es como el de Judas.

lunes, 14 de marzo de 2016

Acusador Chapa tu adúltera

“Acusador, chapa tu adúltera”

Ciclo C, Tiempo de Cuaresma,
Domingo de la Semana No. 5

La misericordia, el dolor de entrañas de parturienta, lo más íntimo y privado se va manifestando en los textos evangélicos de los dos últimos domingos de cuaresma (Lc 15 y Jn 8, 1-11). Es un esquema insistente. Por ejemplo, los perfiles psicológicos del hijo mayor, el del hijo menor y la forma de actuar del Padre misericordioso se reflejan en el texto juánico (aunque se sospecha que es la huella de Lucas o en todo caso de los sinópticos) referido a la mujer adúltera, la tendencia interna de los fariseos y escribas ante la adúltera y otra vez la actitud misericordiosa de Jesús.


Repasemos en el evangelio la escena de la adúltera, ¿Fariseos y publicanos quieren en realidad frenar o extinguir el adulterio? ¿Jesús aprueba o no el adulterio?

A propósito recordemos las palabras del Papa Francisco ante la pregunta ¿un homosexual se salvará o no?: “Quién soy yo para juzgarlo”. Tremenda frase que abre las puertas a muchos que se sienten condenados y tienen apatía y odio a la iglesia por ser la defensora de la fe y de las costumbres, de la moral, de aquella que vaya de acorde a Dios. Es decir, yo no puedo tirar la primera piedra, “¿mujer quién te condena?”. Pero no tan laxo, leamos bien el texto: "Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo? El catecismo de la Iglesia Católica  lo explica de una forma muy bella a esto. Dice que no se puede marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas a la sociedad. El problema no es tener tendencia. Debemos ser hermanos. El problema es hacer un lobby" (Univisión, 2013).

Fariseos y escribas buscan a Jesús para presentarle una mujer encontrada en flagrante adulterio. Al mismo estilo de “chapa tu adúltera” la empujan hasta donde predicaba Jesús. La flagrancia no ordenaba llevarla ante Jesús, él no es rabino ni autoridad política, en este acto se aplicaba la pena lapidaria de inmediato, no había tiempo de despertar al “fiscal” (hoy) porque las piedras eran las que sobraban y la hipocresía una máscara santurrona. Además, fariseos y escribas no consideraban a Jesús una referencia porque su palabra quemaba más que la arena del desierto, les desubicaba y atónitos se mordían su cólera y pocos humildemente se refugiaban o convertían. En el fondo, el objetivo no es la adúltera, es encontrar una falla para acusar al mismo Jesús, aunque luego lo crucificarán. Con tal de seguir en su guarida cómoda del dinero y la buena fama son capaces de desafiar a Jesús, intentar matarlo; algo como el fin justifica matar a una mujer, aparentemente en nombre de la justicia.

Sus intenciones son puestas al descubierto porque comienzan a decir falacias: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?". Jesús está escribiendo en el piso con su dedo, terapia eficaz ante las palabras mentirosas que le quieren atrapar, su pedagogía y gestos son de una comunicación eficaz para desbaratar aquellas intenciones de doble cañón. Si dice que “sí” lo acusarán de mandar a matar a una mujer, podría ser una escena armada, y si dice que “no” entones estaría de acuerdo con el adulterio. Ellos, exigen explicaciones, respuesta, su silencio les ensordece y les hace perder la paciencia hasta que se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. Estas palabras cambian la historia de sus vidas, nunca perdonaban tirar piedras, los más adultos saben de las piedras que debieron recibir. Sueltan las piedras, armas encubridoras de sus pecados, se largan como escondiendo la cara de vergüenza.

La mujer seguía parada, al centro, improvisando un tribunal, cuidando su cabeza de alguna piedra, se queda pasmada, su muerte inminente, mirando en el mismo nivel, al piso, Jesús está inclinado, su única esperanza. Tocando tierra sus palabras tocan carne: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor." Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."

Si tenías tu piedra lista, suéltala; corre, la misericordia es liberadora. Nadie te condena, pero tampoco te alcahuetea, simplemente: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."


Univisión. (29 de Julio de 2013). ¿quien soy yo para juzgar a una gay? Obtenido de http://www.univision.com/noticias/noticias-del-mundo/quien-soy-yo-para-juzgar-a-un-gay-dijo-el-papa-francisco