sábado, 18 de agosto de 2018

TO 20 B. ¡Entrega de pan, vivir para siempre!

El molinero diligente

 Domingo XX del tiempo ordinario – Ciclo B (Juan 6, 51-58) – 19 de agosto de 2018
Homilía y Reflexión

“Seguro que el ‘duende’ está debajo de la piedra redonda del molino y sale por las noches…” Así pues, parlaban las historias que ‘dicen más de lo que cuentan’. (En mi pueblo, existía otro molino, de don Napo).

En el molino, el olor que vertía era como a pan caliente, el ruido suave del agua al golpear la piedra para girarla no pasaba desapercibido. La expectativa por ver al ‘duende’ fijaba los oídos en cada grano que caía de la tolva a la gran piedra moledora.

“Don Manuel ya nos falta el ‘sango’” Era una forma de solicitar el servicio del molino. Esa pequeña casa, construida con piedra y barro, sobre un canal de agua, con techo de teja, con vigas fuertes, … encerraba un misterio.

Un misterio que debemos desentrañar o intentar una explicación. El interior del molino estaba muy acondicionado. Las personas llegaban con sus sacos de grano tostado, escogido y limpio. Muchos cansados por el largo camino o el peso sobre sus hombros o sobre el lomo del caballo, reposaban en el alar del molino. El molinero estaba alerta para abrir la puerta; al cruzar el umbral de la puerta estaba la ‘romana’, una balanza atada a poleas con pesas desafiantes para equilibrar con los sacos y marcar una medida exacta, al recibir y entregar. 

¿Cómo funcionaba? El molinero echaba el grano, se valía de reguladores, uno en la tolva de madera para abastecer el grano, y otro en el eje de la gran piedra para el espesor de la harina. La harina caía en la tinaja circular de madera cuidadosamente pulida.

De esta manera, el molinero cuidaba la satisfacción del cliente, la magia de la piedra se ligaba a su diligencia. Cada cliente mezclaba los granos de cebada, trigo, maíz, linaza, habas, centeno, etc. Diligencia, porque al molinero no se le ocurriría dejar caer tierra o piedras en la harina, tampoco la presencia de roedores, menos de algún tipo de humedad pese a su instalación sobre un canal de agua.

El molino de piedra ahorraba fuerzas, dinero y no contaminaba. Ya el proceso era largo desde sembrar, cosechar, escoger el grano y tostar. Moler requería una fuerza superior para darle el espesor a la harina para consumo directo o para amasar el pan. Así, los cereales llegaban a la mesa con el toque del gusto y pasando por el harnero de mamá.

El duende eran la historia misteriosa del respeto por el molino. El misterio de todo lo relacionado al alimento, al pan. Si a algún travieso se le ocurre cerrar la tranquera del agua o trabar la piedra muchas familias tardarían en recibir la harina para su mesa.

El pan de vida llegaba gracias a la generosidad de Dios por la buena cosecha, de los padres por el buen trabajo y de la madre por acariciar a sus hijos con el pan en la mesa. Es decir, el pan en la mesa es más que comida, es la entrega generosa para fortalecer la vida.

¿Qué calidad de harina molemos? ¿Cuán diligentes somos al preparar y entregar?

Y es que la entrega tiene sudor y lágrimas,“Les aseguro que si ustedes no comen la carne del Hijo del hombre y beben su sangre, no tendrán vida. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el día último. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive unido a mí, y yo vivo unido a él. El Padre, que me ha enviado, tiene vida, y yo vivo por él; de la misma manera, el que se alimenta de mí, vivirá por mí”.
Homilía y Reflexión

Fuente de fotos: https://www.pinterest.com/pin/376261743841107198/

Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 51-58


En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
–Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.
Disputaban entonces los judíos entre sí:
–¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Entonces Jesús les dijo:
–Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come, vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre.
Homilía y Reflexión

domingo, 12 de agosto de 2018

TO 19 B. Resuelve el laberinto

“Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre, que me ha enviado”

Domingo XIX del tiempo ordinario – Ciclo B (Juan 6, 41-51) – 12 de agosto de 2018
Homilía y Reflexión
Homilía y Reflexión

La avellana(cohete) salió disparada sin rumbo, simplemente no tenía el madero que le da dirección; qué curiosa y riesgosa maniobra infantil. Esta experiencia la trasladas a la vida y brota la pregunta: ¿Te falta el madero, algo o alguien que te dé la dirección? En fin, uno estalla de cualquier manera y a veces sin importar la dirección.

Escucho conversaciones, cada uno con su música, alcanzo descifrar “algo”, trato de fijar mi sentido auditivo, agudizo la atención, consulto en el traductor alguna palabra, por el contexto creo adivinar las risas, pero no; no entiendo. Esto no puede quedar así. ¿Estaré sordo? ¿será verdad que tengo problemas en el tímpano? Sólo escucho zumbidos, hablan muy rápido. 

Van varios meses de este proceso de aprendizaje, del idioma, del lenguaje de la vida. A veces pienso que soy un zombi en una realidad virtual, convertido en un mero espectador de una realidad lejana y a la vez propia, es un mundo a superar y nos reta: aprender a aprender. Si hay un test que mida el avance, me siento congelado. Sólo suena hondamente: “por algo será”, “ya aflorará”.

Vale la pena superar el frío. Salir de la cueva platónica. Recordarás al personaje de TV, “Jaime Palillo” en Carrusel de Niños: “me hierve la cabeza”. ¿Hay alguien que puede darme luces? Sí, siempre lo hay. No pierdo la esperanza.

Estar perdido, en búsqueda, en camino, … no es suficiente el GPS. Entre la competencia y la cordialidad; entre la individual y comunitario. ¡Se necesita más! Siempre presente la necesidad de más, del saber más, del más sentido, del más allá.

¿Sigo buscando o me dejo encontrar?  “Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre, que me ha enviado” (Jesucristo).

                                                                                                                                                                                          Homilía y Reflexión

Lectura del santo Evangelio según San Juan (6, 41-52)


En aquel tiempo, criticaban los judíos a Jesús porque había dicho «yo soy el pan bajado del cielo», y decían:
–¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?, ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo?
Jesús tomó la palabra y les dijo: 
–No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado.
Y yo lo resucitaré el último día.
Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios».
Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí.
No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que viene de Dios: ése ha visto al Padre.
Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.

lunes, 6 de agosto de 2018

Peruano en Oxford



"Un peruano bajadito en Oxford"


Los católicos buscamos ir al reino de los cielos, pero creo que Dios anticipa esa gracia, espero, dándome la oportunidad de visitar el Reino Unido, Inglaterra. Con el corazón acelerado inicié mi travesía, con una maleta que se rompió la llanta al bajar del taxi y la cargué por varias cuadras en el aeropuerto Fiumicino y también Heathrow (Londres).

Pasé los estrictos controles británicos con palabritas en inglés para aclarar las dudas y las miradas amables pero inquisidoras. ¡Good! Es la luz verde. En el aeropuerto mientras trataba de entender mi maleta daba vueltas. Se deben cambiar los Euros por los Pounds (libra esterlina). Una vez fuera, busqué un lugar para ubicarme y seguir el viaje. 

Un experto en “chapar mi combi” pedí orientación para subir al bus que me llevaría por 80 Km a Oxford. Esperé en su terminal, llegó un bus, bajó el conductor, me preguntó mi punto de destino y subió mi maleta. Muy limpio, lleno de jóvenes porque Oxford es conocida por su antigua y brillante universidad. No hay combi!

Esta ciudad es reconocida por sus autos, con el timón a la derecha, lo cual cambia el sentido de la circulación, entonces cual niño debo mirar a todos lados para cruzar la pista.

Su arquitetura impresiona, preparada para enfrentar la nevada, las torrenciales lluvias y también calor.

Caminé por un parque amplio, limpio y tranquilo. Cruce el río Támesis, un puente de 8 a 15 mts. aproximadamente. La gente suele remar sus botes como entretenimiento. El google maps me ubicó donde había wifi hasta la escuela, lejos de Brack Friars, el convento que me hospeda.

He querido romper la “hora cabana”, pero me ha sido difícil, he corrido las calles para llegar temprano, Salí con una hora de anticipación, pero me perdí. 

Llegué al último minuto, sudado y apurado me puse en la fila, pero faltaba alistarse. Acá, los frailes acostumbran usar un alba sobre el hábito, muy distinto a Latinoamérica. Muy amables, me ayudaron y salí con ellos. La celebración litúrgica, cantada y con un rito que le da belleza y elegancia.

Esta es mi primera impresión, mi primer día en esta gran isla, parte del Reino Unido. Ya luego, una foto hablará más que mil palabras.