domingo, 30 de septiembre de 2018

TO 26 B. Un vaso de fe

Un vaso de fe

Domingo XXVI del tiempo ordinario – Ciclo B (Mc. 9, 38-43.45.47-48) – 30 de septiembre de 20158

 
Homilía y Reflexión

“Un vaso de agua no se niega a nadie” suele decir mi madre. Es tan sencillo y vital dar un vaso de agua que podría significar una obra de misericordia con rastros de eternidad.

Cada día sentimos la necesidad de echar los demonios, dicho en otro tono, sacar lo mejor que tenemos en nuestro interior para organizar una familia mas justa, una sociedad pacífica y un corazón lleno del gran amor.

Así podría evidenciarse ya una huella de Dios. Este es el gran testimonio que no está reducido al actuar de los cristianos. Necesitamos estar juntos frente al odio, a la discriminación, al egoísmo, … 

Serán beatificados el Mons. Oscar Romero, el Obispo Pierre Claverie y sus 18 compañeros mártires de Algeria. Sus vidas fueron un manantial de “vasos de agua” para los más pequeños, los marginados.

Tenemos una tarea fácil y dura. Fácil porque dar un vaso de agua no cuesta. Difícil, porque si no la damos nos secamos. Ojo vigilante al vaso, al vaso de fe. Todos podemos dar un vaso de agua, pero se requiere un corazón distinto para que tenga la huella de eternidad: la fe.

No existe un profeta sin fe, no puedes dar un vaso de agua sin bondad, la fe y la bondad hacen la diferencia.

Homilía y Reflexión


Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús:
–Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.
Jesús respondió:
–No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga.
Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida que ser echado con los dos pies al abismo.
Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado al abismo con los dos ojos, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Homilía y Reflexión

lunes, 24 de septiembre de 2018

TO 25 B. ¿De qué hablaban en el camino?

¿De qué hablas en…?

Domingo XXV del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 9, 30-37) 

Homilía y Reflexión
¡Camino no hay caminante, éste debe caminar!

Cuando recién nos conocemos solemos presentar nuestra hoja de vida corregida y aumentada. La lógica de cuán interesante eres está por debajo del cuánto tienes y, por tanto, tu equivales a lo que tienes, eres psicológicamente aritmético, pero sin respuesta porque sólo sumas. 

Los seres humanos, en la historia, nos chocamos o fluimos en esa misma corriente. Hablamos de lo que tenemos y nuestro tener suele necesitar de sirvientes. 

¿Qué discutes? ¿Tus temas de la mesa inflan tu ego y tu iluminado cerebro? ¿juegas al exitoso aunque tu corazón se pudra en la desdicha? ¿De qué hablas en tu camino?

Las grandes empresas ya saben que un trabajo ético es más rentable, mientras muchas andan evadiendo impuestos y derechos laborales. Muchos jóvenes han entendido que el estudio les arrancará de la burda pobreza porque no todo el que tiene plata es “fino” ni todo “fino” tiene plata. Ser importante no significa tener sino ser.

¿De qué conversaban por el camino? Conversaban de quién es el más importante. Seguramente en esa reflexión, cada uno se auto analiza, pero sólo expresa lo que puede ser admirado por todos. Pedro no habría dicho que le daría ganas de usar su espada, Judas tampoco iba a expresar su plan de vender al que le confío la caja fuerte,… Ya no sólo psicológicamente aritméticos sino también tortugas, sumamos y escondemos.
Homilía y Reflexión


Homilía y Reflexión

Recuerdo y entiendo, a una persona que en el pasado tenía un cargo de oficina y luego le daba vergüenza vender o servir a la mesa. Conocí a alguien que con mucho dinero se volvió pobre. Su pobreza penosa fue no tener dinero y perder todo por aparentar tenerlo. 

Quizá sea mejor recordar al profe Maximiliano que por las tardes vendía gelatinas y postres entre los carros para educar a sus hijos y estudiar los 4 con su esposa. Un joven que tenia una mano paralítica, pero caminaba 4 horas para estudiar. A Braulio que trabajaba desde las 5:00 a.m., lavaba su plato, oraba y juntaba su dinero para llevarles comida a los más pobres de los pobres de su pueblo, allí existía auténticas fiestas y alegría de ver la mensajero. 

A doña Victoria, pagaba la moto-taxi para ir al barrio a rezar el santo rosario pero un día, sin darse cuenta, contó que caminaba una hora desde su casa hasta la mía, todavía me caigo de vergüenza. A Filomeno, su esposa murió en un comedor para los pobres y su hija sólo lo manipula emocionalmente y le va quitando la jubilación para mantener a su marido borracho,…

Recordar, a Flor, cuidó a su madre y fue violentada por sus mismos hermanos, y aún les recibe los fines de semana con el almuerzo. A Moisés, que salió de su casa, sin estudios, y ayudó a educar a sus hermanos menores que hoy se consideran superiores a él. A Mara, su hija vendió su casa, ella trabajó y compró otra, y su hija nuevamente regresó y ahora la mandó a vivir en la azotea, …

Para ser el primero, el más importante, el “mejor”,… se necesita un poco de gracia, de humildad, de mirar el mundo contra la corriente, de ser verdaderos mensajeros del servicio. Actuar con el corazón de un niño y con la sabiduría del desprendimiento.

Homilía y Reflexión


Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9, 30-37


En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:
–El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:
–¿De qué discutíais por el camino?
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
–Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
–El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.



sábado, 15 de septiembre de 2018

TO 24 B. ¿Quién eres tú? (Mc 8,27-35)

¿Quién eres tú?

Domingo XXIV del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 8, 27-35) – 16 de septiembre de 2018
Homilía y Reflexión

Quisiera comenzar preguntando ¿Quién es Dios para ti? Pero seguro necesitamos responderlo auténticamente en la vida y no será tan fácil, sin Dios: ¿Quién eres tú? Dios, hombre, hombre Dios, hombre para Dios?... piénsalo!.

“Yo soy” puede ser una expresión del sentir profundo de cada persona. “Yo” lo tengo, y “tú” también, en mayor o menor dócis; es parte de nuestro niño interior que es el centro y el dueño de todo.

Las conversaciones con los niños son encantadoras porque te llenan de esperanza con su “yo soy…”. Sus palabras inocentes aún no experimentan el pan duro de la vida. En esta línea, las conversaciones con alguien clínicamente egocéntrico no llegan a acuerdos comunes, salvo que sea una necesidad desmedida o manipuladora del psicológicamente niño que tienes como interlocutor(a).

Es frecuente que un interlocutor egocéntrico nunca necesite de nadie, porque él es quien todo lo sabe, lo ha inventado, lo ha experimentado, todo tiene inicio y fin en él; incluso la solución de sus problemas. Difícilmente, podrás tener a un egocéntrico que te escuche todo tu problema, él toma decisiones “asertivas” (por ti) apenas escucha tus primeras palabras. Estas decisiones manipuladoras rondan siempre en la voluntad del egocéntrico.

Pedro, el pescador, experimentado en la vida, abandonó su barca atraído por las palabras de vida que proclamaba el joven Nazareno. El pescador espontaneo y entusiasmado necesita todavía conocer mejor el camino con Jesús. Estaba en la nube al tener la respuesta exacta a la pregunta de Jesús: “¿Quién soy yo?”. 

En esa escena puedes identificar a Pedro, tan reconocido, su ego le estimuló a increpar al mismo Jesús. Lo lleva a un lado pero Jesús le regresa al escenario y lo desinfla delante de todos. “¡Quítate de mi vista, Satanás ! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”

¿Cómo pensamos los hombres? En este mismo instante queremos ser competentes, exitosos, buenos, felices, algunos santos,… Es difícil que encuentres una educación que no fomente la competencia, la identificación con la camiseta, que no premie al mejor,… El abrazo cotidiano con los niños va muchas veces acompañado de la palabra “campeón”, “princesa”, etc. Acompañado de clichés que ni nosotros los creemos.

 Tácitamente, muchos son los perdedores, las que no son princesas, se construye un camino adverso, distante, aislado. Algo que un niño no entenderá porque le gusta jugar con sus compañeros de salón. Tenemos actitudes antinaturales, rompemos la comunicación auténtica, lo pensamos lógico a lo que frustra.

La propuesta es desarrollar la capacidad de vivir en un mundo no solitario, donde tu felicidad es el servicio al mundo, desde lo que eres. Esa capacidad es la de regalar la vida a favor de los demás. Esta actitud a lo largo de los siglos ha sido reconocida. Imagina si esa actitud fuera la principal de tu gobernante, de tus maestros, de tus padres.

Agrego el texto, porque el diálogo en torno a la pregunta ¿Quién soy yo? Es más edificante leerlo directamente:

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 8, 27-35

Homilía y Reflexión
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino preguntó a sus discípulos:
–¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos le contestaron:
–Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas. Él les preguntó:
–Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro le contesto:
–Tú eres el Mesías.
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Y empezó a instruirlos:
–El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días.
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió, y de cara a los discípulos increpó a Pedro:
–¡Quítate de mi vista, Satanás ! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!
Después llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo:
–El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará.


Homilía y Reflexión