sábado, 23 de febrero de 2019

Homilía/Reflexión. La regla de oro



"La medida que uses, 
la usarán contigo"



Séptimo domingo del Tiempo ordinario – Ciclo C (Lucas 6, 27-38) – 24 de febrero de 2019

Se conocieron en la flor de la vida, ambos tratando de escalar en la sociedad, aunque este camino no siempre te hace madurar o ser más humano.

Se casaron, tuvieron dos hijos. Abuelos y tíos estaban felices, sus fotografías los muestran inseparables.

Y como muchos hogares que no saben equilibrar lo necesario con la vanidad hizo que uno trabaje mucho fuera de casa. Compraron una casa suficiente para su descendencia, un carro, electrodomésticos, etc.

Decidieron que él siga en el trabajo y ella se encargue de la educación de los niños, ayudada por una señora.

Ella, se quedaba en casa, salía con sus amigas, intentaba seguir la dinámica social. Él seguía trabajando y adorándoles cada tarde o día libre con su familia. Muchas veces llegaba ebria y molesta, argumentaba: “tengo derecho a divertirme, no quiero alejarme de mis amigos, me siento aburrida en casa, yo soy de mejor nivel que tú, etc.”

Una mañana, él trabajaba en su estudio y escuchaba unos llantos, miraba por la ventana cómo los vecinos sigilosos se acercaban. Él salió molesto porque escuchaba que una mujer pedía auxilio. Su sorpresa, y la de los vecinos, fue descubrir que era su esposa. 

Pasaron unos meses y descubrió unos mensajes “románticos” en su celular. Ella se sintió muy ofendida y él pidió perdón por invadir su privacidad. Salía y no contestaba las llamadas, incluso tenía un número que él no conocía. 

A los pocos días, ella desapareció. Él la buscaba y fue a la policía para reportar su desaparición, pero su sorpresa fue que él estaba denunciado por violencia doméstica. Finalmente se supo que ella fue a vivir a otra ciudad con un vecino, cuya esposa se encargó de descubrirlos.

Como tenían hijos la relación de padres siguió. Un día, ella, sabiendo que él estaba con sus hijos fuera de casa, llevó los electrodomésticos. Ella le dijo que se ha quedado sin dinero, él le comenzó a colaborar con algún dinero. 

Después, ella pidió que quiere la repartición de la casa. Fueron a una conciliación y él decidió pagar la mitad por una suma exagerada y caprichosa.

Ella necesitaba encontrarse con sus hijos, según la conciliación. Él no pidió las llaves. Un día, ella le pidió que por favor le preste las facturas de los gastos de la manutención y educación de los ya adolescentes porque necesitaba bajar el impuesto de sus gastos. Ella, usó los documentos para difamarlo como un gran sinvergüenza y decir que ella pagaba todo en la casa y mostraba los comprobantes.

Ella iba para ver a sus hijos y les contaba su historia hasta hacerles renegar de su padre. Entonces, los hijos comenzaban a culpar a su padre de todo. Él estaba entre los hijos y la decencia.

Después de muchos años, los hijos son profesionales y viven en el extranjero. Él sigue solo y ella, viuda.

¿Cómo entender?

“Trata a los demás como quieres que ellos te traten” … “les verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uses, la usarán contigo.»



Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 27-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
—«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra;al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale;al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. 
Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. 
Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados;no condenéis, y no seréis condenados;perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. 
La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

¿Qué mérito tendrías?

¿Tienes el mérito?




















“No hagas a otro lo que no quieres que te hagan”
Pues, en la calle 7 de la vida ‘amar’ supera a ‘odiar’.
Amar encamina tu conciencia lejos del tal ‘satán’,
Solo y sin prisa hay que entender y perseverar.

Tus plegarias irriguen tu corazón de buenas intenciones
Te superas no dando manotazos de bilis espontánea.
La brisa es fresca si no eres causa de muchos pesares,
Modula con inteligencia lo que te comunicó esta vía láctea:
Proponte:
Tu mente no esté clavada en tus vestidos, 
Líbrate de las gafas inhumanas de la lujuria.
Recuerda, ‘De bien nacidos es ser agradecidos’
Los intereses corren, no capitalices esa penuria.

No estrujes tu alma con palabras venenosas,
La avaricia no desestabilice tu esperanza;
Tu justicia no truquee ninguna de tus balanzas
Ser cómplice nunca desarrolla la templanza.

El dinero, la ropa, tu casa, el reloj y tu perfume, incluso tu carro,
Son lindos, fruto de tu sacrificio, lo compartes, son tu ‘refugio’,
Y son lo que son porque van teñidos de compasión,
Tienen una catarata desde tu corazón,
 la fresa del pastel: esa medida generosa 
no tiene medida,
a veces dolor, duda, presión,
no hay ningún cálculo,
sino sólo la misericordia,
esa, tal como la quiere Dios.

(Autor: Laepi)

domingo, 17 de febrero de 2019

Bienaventurado o maldito

Casi "maldito"

 


No soy dichoso por ser pobre
No soy bienaventurado por ser maltratado,
Odiado, marginado, difamado,…
Peligra mi singularidad dada por Dios Hijo.

Tampoco me hace dichoso amar a los pobres,
Ni acompañar a los desgraciados, difamados,..
Chocas con ese dolor en nuestras narices,
¿Para qué sirvieron las llagas de tus manos?

No soy dichoso y ese es el camino.
Recuerda, te mataron sin reparo,
Sigue siendo escándalo proclamarlo:
Que el camino es el de ser santo,
O la felicidad, seguirte, en su puro grado.

¿Proclamar tu nombre tiene todos esos riesgos?
La gente me quiere, me alaga, me da cariño,..
Hay de mí entonces, huff que soy un ciego,
Reseteas el abrigado nido de mis conceptos.

Ya casi me siento el bienaventurado,
Pero, sin ti,
Sin tu palabra,
Sin tu enseñanza,
Sin el camino de bienaventurado,
Sin eternidad.

¿Esa tranquilidad es la indiferencia?
¿Las ocupaciones, vanidad de vanidades?
¿Casi maldito?
¿y la justicia y la Paz?

El camino me da miedo:
De ser pobre, marginado, odiado, difamado,
Por tu causa,
Cómo lo hago, 
¿Cómo ser bienaventurado?



(Autor: Laepi)

sábado, 16 de febrero de 2019

TO 6 C. ¿Jesús es tu causa?

La Bienaventuranzas                                                             Homilía/reflexión

"...por causa del Hijo del Hombre"
Jesús es tu causa!!!
https://www.wallpaperup.com/999868/arte_pintura_jesucristo_pensando.html

Sexto Domingo del tiempo ordinario – Ciclo C (Lucas Lucas 6, 17. 20-26) 17 de febrero de 2019


El “plan Bienaventuranza” apunta en la médula cristiana. Sin embargo, vale para todas las religiones y sociedades, sencillamente el mundo sería distinto si somos mejores personas humanas.

Te podría decir que estas palabras llevan a la felicidad, a ser bendito o bienaventurado. ¿Cómo se camina?

Te podría decir que Jesús esta contra los infelices, malditos o malaventurados. ¿qué esperamos?

Sólo te puedo decir que Jesús “baja” y se pone en igualdad. Para ese acto se necesita humildad. Junto a nosotros es un pedagogo de la lucha espiritual y social.

No sé si eres pobre, tienes hambre, lloras de tristeza, si te odian, excluyen, insultan, difaman, etc. En ese plan eres una “víctima” del capitalismo, consumismo, relativismo, comunismo, alienación, etc. Así, falta kilómetros para llamarte dichoso o bienaventurado.

Si eres victima de la ruleta de la pobreza y de actos inhumanos. Hay algo más. Dios te ha dado inteligencia, una dimensión espiritual, una política. Te vas dando cuenta que el camino a ser “dichoso” o “bienaventurado” es todavía lejano.

Esta es la parte donde la justicia se convierte en una necesidad humana. Una lucha cotidiana. Necesitamos salir del victimismo. Salir y ayudar a salir de las llagas sociales. Así, podemos clarificar nuestra responsabilidad social, nuestro camino al cambio.

En este camino hay algo más que liberarte si no sabes ser libre, salir de la pobreza si seguirás siendo pobre con dinero, integrarte si eres una isla, amarte si no te gusta ser amado. Necesitas un valor claro y un paradigma.

La meta de ser “dichosos” cuando “te odien los hombres, y te excluyan, y te insulten y proscriban tu nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre”.

Es decir, tu causa sólida: Jesús.

La esperanza no es una mirada atónita, necesitas mojarte las manos y el espíritu. “A Dios rogando…”

Jesús le da sentido a la pobreza, ahuyenta tu lujuria, pereza, ira, gula, etc. La felicidad te lleva a Dios. Muchos imperios exitosos han terminado destruidos porque decidieron vivir sin Dios.

Entonces, sin Jesús no puedes marchar a la felicidad. Sin tus hermanos tampoco. Por eso Jesús se baja, no te mira por sobre los hombros, te habla en igualdad.




Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 6, 17. 20-26

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
El, levantando los ojos hacia sus discípulos, le dijo:
–Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
–Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
–Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
–Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre.
Alegraos ese día y saltad de gozo: porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero,¡ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.


domingo, 10 de febrero de 2019

TO 5 C. “ Rema mar adentro y echa las redes para pescar ”


Reflexión/ homilía

“Dejando redes”

Quinto Domingo del tiempo ordinario – Ciclo C (Lucas 5, 1-11) 10 de febrero de 2019


Estás en la barca de tu vida, estas remando mar adentro, lanzando tus redes. La barca es timoneada totalmente por ti. También intervienen algunas personas que lanzan esas redes. 

Tú y los demás son personas lanzando sus redes en el profundo mar, llenas de esperanza. No es para poco, esas redes cuando pescan llevan el pan a sus familias.

Tú y tus compañeros de jornada conocen esas redes, las confeccionan, las remiendan, las limpian y tratan de que siempre estén operativas. El “plan redes” en sus vidas les concentra en largas conversaciones referidas al profundo mar. Cada nudo es fruto de la experiencia. Ustedes están seguros de que nadie sabe más de redes. Incluso, entre ustedes se clasifican entre los experimentados y los novatos.

Saben burlar y enfrentar las tormentas. Conocen los signos climáticos y los horarios para remar o no mar a dentro. La fortaleza de sus músculos direcciona la barca. Son casi “unos lobos marinos” conocedores de aquellos secretos de alta mar, esperan en silencio, alertas a las sorpresas, revisan el comportamiento de las redes y las aguas, … hasta que, por fin, el momento de la verdad, el resultado de la pesca.

Allí está el quiebre, la decepción, la desesperanza, la tristeza. En esta barca de la vida, lanzas tus redes. La red de proyectos profesionales, la red de tus sentimientos, la del amor, la de tu trabajo, aquella de tus amigos, alguna de tus relaciones, … Eres quien maneja ese timón al libre albedrío. Sin embargo, al sol del nuevo día, tienes las redes vacías, solo te detienes a querer limpiar la basura que te enreda.

¿Qué ha pasado? Las redes están vacías. Te sientas en la playa y recorres la historia de aquellas noches, días en que lanzaste tus redes. No te explicas cómo tu experiencia no te convirtió en el mejor pescador. Rastreas cada huella de tu historia cual investigador buscando explicaciones.
Y en ese momento. Aparece una voz que te dice: “Lleva la barca a la parte honda del lago, y echen allí sus redes para pescar”. Y tú, respondes: “hemos estado trabajando toda la noche sin pescar nada; pero, ya que tú lo mandas, voy a echar las redes”.

En esa tribuna, lejos de la multitud, revisas tus redes, la historia de tu barca. Y descubres una historia sin Dios. Te dispones a seguir contradiciendo. Pero hay una intuición que te lleva a obedecer a esas palabras de Jesús. Seguramente pensado que Jesús sabrá de carpintería, pero no de pesca.
También descubres a un Dios creador que con generosidad te da el mar y sus peces, él domina las tempestades. “cómo no me di cuenta”.
Ahora, debes seguir bregando para construir un mundo distinto.
El resultado final, quizá no sea lanzar redes y tener pesca abundante. Sería el camino del fracaso a la abundancia. Y todos los acaudalados no necesariamente son felices. Renunciaron a lanzar redes, para ir con el mejor capitán. Más que pesca abundante, generosidad de vida. Ya no les interesa timonear la barca, sino timonear su propia vida. La vida es más que comer pescado. Ya no alimentarán con pescado sino con palabras que encaminan la vida.


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que estaban junto a la orilla: los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.
Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
–Rema mar adentro y echad las redes para pescar.
Simón contestó:
–Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande, que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús, diciendo:
–Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón:
–No temas: desde ahora, serás pescador de hombres.
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.