lunes, 30 de septiembre de 2019

XXVI Domingo del tiempo ordinario (C): ‘hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas’

Lázaro y el rico, dos tipos de extremos llevados por la injusticia. No se trata sólo de los ricos, algunos son generosos y justos.


Lázaro y el rico Epulón. BASSANO, LEANDRO. Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado



























¿Llagas incurables?

XXVI Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)


¿Es bueno para Dios ser como Lázaro, pobre, con llagas y comiendo desperdicios?

La pobreza no es lo que quiere Dios. No se goza con el sufrimiento de la mayoría de la población mundial, pobre y mal nutrida. No les da premios de gloria a los que se arrastran, llenos de llagas, a las mesas de la minoría mundial. No se maravilla de la mano estirada para recibir migajas. No creo en un dios depravado.

¿Es mejor sufrir la pobreza en este mundo para esperar la gloria en el otro? 
No hay balanzas para pesar lo bueno versos lo malo, no hay pesos intermedios; Dios es eterno. Este mundo es “el mas bueno” desde la creación, a imagen y semejanza. Cada día estamos llamados a ser semejantes, porque imagen de Dios está en tu rostro y el mío, esa es nuestra particularidad, esa dignidad no depende de ti ni de mí, aunque para muchos dependa de “cuánto tienen”.

¿Realmente crees que es malo ser rico? Considero que nos gusta la riqueza, aquella que se logra con el trabajo digno, no cometiendo fraudes ni injusticias. Aunque en el fondo dirás: “así, pocos lo logran y no mucha”. 
Tampoco querrás ser como el pobre Lázaro. No me gustaría insistir en sólo las migajas. Y eso, que al menos le dejan comer las migajas, ahora los ricos se aseguran de que ni las migajas les quiten. 

Me atrevo a decir que varias veces soy ese “rico epulón”: indiferente con los que necesitan atención y con aquellos que con una sonrisa transformarían su día, insociable con el saludo a quien identificamos solo, omitimos ser caritativos. Tanta bulla en nuestra vida para llamar la atención con comida y vestidos suntuosos. El rico y sus invitados, tienen un complejo de superioridad al ver a los pobres a sus pies. Cómo comer tranquilo cuando los estómagos vacíos suenan cerca.

No se trata sólo de los ricos, algunos son generosos y justos. Se trata de tipos de seres humanos con llagas de: lujuria, de orgullo, de pereza, resentimientos, frustraciones, indigencia mental, miserables, … Globalizada la llaga de la indiferencia humana necesitamos de esa justicia misericordiosa de Jesús, de ese toque del corazón humano para ser lo que Dios nos comunicó: la revolución del amor para curar las llagas que nos destruyen cada día.

Homilía y Reflexión

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
–Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba.
Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas.
Sucedió que se murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán.
Se murió también el rico y lo enterraron. Y estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno, y gritó:
–Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.
Pero Abrahán le contestó:
–Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces.
Y además entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.
El rico insistió:
–Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.
Abráhán le dice:
–Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen.
El rico contestó:
–No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán.
Abrahán le dijo:
–Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.



Homilía y Reflexión

sábado, 21 de septiembre de 2019

XXV Domingo del tiempo ordinario (C): "Gánense amigos con el dinero injusto"

Tenemos que reconocer a un administrador trabajador, aunque para la injusticia, pero con mayor ahínco para ser agradable a Dios y a los hombres.



El cambista y su mujer, de Quentin Massys. Museo del Louvre, París (Francia)

El administrador astuto
Homilía XXV Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)


Hola, Tú eres un administrador y seguro conoces varias situaciones. ¿Has escuchado esta frase: “Métete con todo, menos con mi bolcillo”? Presta dinero y conocerás a la persona cuando la cobres; cómo se administra el dinero en tu familia (“sólo de amor no se vive”), cómo administran el dinero los ancianos (ahorran y no comen), quiénes les quitan su dinero a los ancianos (hijos vividores, caja de pensiones). Aclárate: San Pablo decía que debemos alimentarnos con el sudor de nuestra frente, ‘no con el sudor del que tenemos al frente’; la manipulación emocional y el aprovechamiento es nuestra gran pobreza que lleva consigo el delirio de acumulación y la obsesión por el dinero.

Entonces, queda al menos claro: la obsesión por el dinero unida a la permanente insatisfacción, no te hace libre. Mira la historia, los bienes materiales por abundantes no han cubierto las necesidades humanas. 

Los que dicen ser ricos “hablan como quieren”, pero al hablar muestran sus miserias. Hoy, los grandes filósofos de la economía mundial no logran superar la pobreza, todavía miles de niños y personas mal nutridas siguen atrapados en la pobreza.

Un administrador obsesivo por el dinero pierde la brújula del producto de calidad que debe brindar. Abusa del neuromarketing. Su punto de referencia satisfactorio es el volumen de la ganancia y no la satisfacción del cliente. Por ello, es capaz de minar su mercado con publicidad engañosa, sobre costos, malos productos.

Además, el administrador lleva ese eslabón arrastrando en su vida: acumular. Tendrá plata y seguirá siendo pobre. Ya no es confiable, hace sus negocios secretos. Egocéntrico: se compra todo con filosofía consumista, la marca del mercado, la belleza externa con ojeras de infeliz. Va matando la solidaridad, es capaz de exprimir a los que están a su lado porque su fachada es de ‘pobre material’ (de seguro también “espiritual”). Además, es muy difícil que este administrador deje el negocio, su cerebro parece tener conexión wi-fi a su carta de crédito. En sus pensamientos no está el compartir un helado, menos dar un regalo (suele dar cuando hay ofertas); compartir significa en su obsesión: “fuga de capital”. Es asceta y maniqueo con los demás.   
  
Si sigues la cadena: obsesivo por el dinero, eterno insatisfecho, victimario o víctima de la injusticia, ciencias económicas fracasadas, egocéntrico, poco solidario, etc. 

Estimado amigo, te he descrito la vida vergonzante de un administrador injusto. ¿Por qué Dios le premia? Para nuestro criterio, me aterra ser algo parecido (lo soy), pero abre una ventana: el administrador revisa sus ahorros y le da miedo el desamor y la vergüenza de volverse pobre; entonces comienza a capitalizar a sus víctimas. Se reconcilia con ellos, renegocia las deudas. Los capitales limpios de injusticia por su mismo verdugo comienzan a ser abundantes, aliviando de las deudas. 

Tenemos que reconocer a un administrador trabajador, aunque para la injusticia, pero con mayor ahínco para ser agradable a Dios y a los hombres. Salió de esa faceta maniquea y acética para ser un discípulo de Jesucristo o quizá sólo lo que le conviene.


"No se puede servir a Dios y al dinero"


 Homilía y Reflexión, 


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 16, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
–¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.
El administrador se puso a echar sus cálculos:
– ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y dijo al primero:
¿Cuánto debes a mi amo?
Este respondió:
– Cien barriles de aceite.
El le dijo:
– Aquí está tu recibo: aprisa, siéntate y escribe «cincuenta».
Luego dijo a otro:
– Y tú, ¿cuánto debes?
El contestó:
– Cien fanegas de trigo.
Le dijo:
– Aquí está tu recibo: Escribe «ochenta».
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro quién os lo dará ?
Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.


Homilía y Reflexión, 

domingo, 15 de septiembre de 2019

XXIV Domingo del tiempo ordinario (C): La parábola del Padre Misericordioso

¿Es tan difícil el camino de regreso a casa? ¿Es tan difícil vivir con el Padre y no compartir la mesa con tus hermanos?


El Regreso del hijo pródigo, de Rembrandt

“Me alegra encontrarte”


XXIV Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)



Tú tienes la oportunidad de amar, de abrir tus brazos a quien reconoce su error, de escuchar a quien confía sus palabras, de mirar a quien tus ojos se irritan, de besar a tu hermano aunque te suene equivocado, de amar con la misericordia de Jesucristo. 



Cada día nos falta alegría auténtica, la fría indiferencia rompe esperanzas, las palabras racionalmente justas son pedradas. ¡Encontrarse! la moneda, la oveja, un hermano -'perdidos'- sólo evidencia nuestra perdición cuando no nos produce ¡alegría!  Nos sentíamos los engreídos de la casa y en realidad éramos los “infantiles” caprichosos incapaces de alegrarse por el hermano, de obedecer al mismo Dios. 

El peligro de sentirse “convertidos” es: la “autoridad” para desautorizar a Dios; es nuestra justicia para reemplazar al Juez misericordioso; es creerse el “buen hijo” para manipular al Padre; es sentirse convertidos sin necesidad de conversión.

No hay conversión sin humildad, sin verdad, sin discernimiento, sin amor. No podemos ser nuestro referente, no somos nuestro modelo. Somos hijos necesitados permanentemente del amor de Dios, de amar como Dios nos ama.

El hijo pródigo se va lejos pero también está en casa. El hijo pródigo se fue de casa y su regreso ha mostrado la codicia, la envidia, el materialismo, la manipulación, etc.

Lee con atención Lc 15, y de pronto vas a remar en la profundidad del corazón del Padre misericordioso o de los hijos.

"Señor mis pies destrozados por las espinas de los caminos,
mis lágrimas humedecen mi culpa,
mis manos temblorosas por mis equivocaciones,
mi corazón agitado por mis desamores,
mi ropa manchada y mal oliente,
mi rostro avergonzado  y encorvado,
mi historia llena de otros caminos,
mis palabras seguramente no creíbles,
... Acabas de transformarme la vida con tu abrazo, tus lágrimas, la mesa, tu corazón roto por tus hijos, con tu alegría"


  Explicación de la Pintura del Hijo Pródigo de Rembrandt


Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 15, 1-32

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos:

–Ese acoge a los pecadores y come con ellos.
Jesús les dijo esta parábola:
–Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles:
–¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, reúne a las vecinas para decirles:
–¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido.
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.
También les dijo:
Un hombre tenía dos hijos: el menor de ellos dijo a su padre:
–Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país, que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces se dijo:
–Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.»
Se puso en camino adonde estaba su padre: cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y echando a correr, se le echó al cuello, y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo:
–Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.
Pero el padre dijo a sus criados:
–Sacad en seguida el mejor traje, y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Este le contestó:
–Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.
El se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre:
–Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.
El padre le dijo:
–Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido, y lo hemos encontrado.