lunes, 30 de mayo de 2011

Sexto domingo de Pascua – Ciclo A (Juan 14, 15-21) – 29 de mayo de 2011


“Seguridad del futuro, es vida”



“Señales del Futuro (Knowing)”, 1959: durante la inauguración de un nuevo colegio, los estudiantes guardan en una cápsula del tiempo varios objetos. Lucinda, una de las niñas, guarda un papel en el que ha escrito extraños números. Cincuenta años después, la cápsula del tiempo es desenterrada y Caleb (Chandler Canterbury), el hijo de John Koestler (Nicolas Cage), un profesor de astronomía viudo, recibe la misteriosa nota de Lucinda. John descubrirá enseguida que esos números esconden predicciones escalofriantes, algunas de las cuales ya han sucedido mientras que otras aún no.

En la película, en una escena llena de abrazos protectores, el actor promete a su hijo no abandonarle jamás. El niño lo tiene presente a cada momento y no quiere despegarse de su padre.

El hilo de la película está unido a una historia paralela de una madre con su hija, a la cual la protege, busca aclarar lo que está sucediendo para salvarla. Las historias van repitiéndose y buscan que las muerte de cientos de personas sean evitadas.

El astrónomo muestra científicamente que la muerte es inminente, quiere proteger a su hijo y a sus padres. Su padre es un creyente y deja estupefacto a su hijo cuando da razón de su esperanza y le dice que está preparado para morir, algo que el científico no lograba; identificaba la muerte pero no estaba listo para recibirla.

Después de buscar salidas despide a su amiga, a la hija de su amiga y a su hijo, el astronauta llega al fin a los brazos de su padre “con mansedumbre y respeto y en buena conciencia”, éste, le sorprende otra vez con una frase: “esto todavía no es el fin”, algo que el actor no había calculado, la vida del creyente se orienta más allá de la superación de un reto.

La película nos ubica en una sociedad en la que necesitamos una nueva evangelización o nuevas estrategias para comunicar el mensaje. Tenemos el mejor mensaje no para imponerlo sino para proponerlo.

El padre creyente y el no creyente se desgarran interiormente al ver la ausencia y desaparición de sus hijos, el primero le dice que estará unido a él siempre, aunque no le dice cómo; el segundo, le asegura la vida eterna.

Dios no nos dejará desamparados. De ello deberíamos estar seguros.

lunes, 23 de mayo de 2011

Pascua V – Ciclo A (Juan 14, 1-12) – 22 de mayo de 2011


“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”


 
Después de 8 años que no vivo en la ciudad gigante, no puedo llegar tan rápido a mi destino, algunas líneas del transporte público ya no están y otras han empeorado o renovado sus unidades. En esta ciudad con el caos del tráfico no orientarse significa perder mucho tiempo. ¿Tantos medios para llegar y no llegas?

Lo peor es que al preguntar a algunos residentes tampoco se orientan bien o dan la orientación errada. ¿Tanto tiempo en esta ciudad y no saben a dónde van?

Tener el objetivo fijado, la dirección señalada,… ya es un gran avance. Buscar los medios para llegar es un trabajo cotidiano, “todos los caminos llevan a Roma o preguntando se llega”. No podemos esperar 5 minutos antes del viaje para pedir orientación, ese detalle necesita ser investigado y calculado previamente, así se superan las dificultades con éxito.

En el tráfico de la vida salimos al paradero y enrumbarnos hacia un destino que queremos con sus sueños, decepciones, alternativas, amores; pero principalmente lo abordamos con optimismo y una fe grande, esa que sólo Dios puede cubrirlo completamente y abrazarnos; el brazo del Padre Dios nos muestra el camino, nuestra verdad y una gran alternativa de vida.

Los jóvenes somos altruistas, optimistas, innovadores (muchas veces autosuficientes)… los adultos se caracterizan por su prudencia y seguridad… Cada etapa con sus perlas. Podemos criticar con dureza a nuestros padres y a los viejos restregarles sus errores (tremendo error nuestro de cada día), pero si nos fijamos hay verdades innegables, ellos no pueden dejar de decirlo porque es importante para nuestra vida. Contagiarnos de su experiencia significa confiar.

Alguna vez te han dicho: ¿“eres igualito a tu padre (o a tu madre”)? Tengo una teoría que puede parecer burda, obvia, cruel: cada uno es resultado de su hogar. “De tal palo esta la astilla, de tal fruto la semilla”. Tenemos que renacer en nuestro hogar –familia- volver a conocerlo, aceptarlo, perdonarlo, valorarlo,… La idiosincrasia familiar permanece en nuestra vida, mi interioridad tiene bases similares a las de mis hermanos.

Anhelamos en el fondo el amor de madre, la seguridad del padre. En el fondo de la fe Jesús nos da la seguridad de que Dios existe, es nuestro padre y que necesitamos ser como él. “…Hace tanto que estoy con ustedes, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo les digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Créanme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, crean a las obras. Les aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.”

Que te digan: “Actúas igualito a tu Padre”, “Eres como Dios manda”, “Dios está en ti”.

sábado, 14 de mayo de 2011

Cuarto domingo de Pascua – Ciclo A (Juan 10, 1-10) – 15 de mayo de 2011





“Yo soy…”



En Semana santa y en las fiestas solemnes de la Diócesis podemos ver en procesión al altar una larga fila de sacerdotes, religiosos, seminaristas y acólitos. Entonando cantos, contentos de ir hacia la fuente tranquila, a la celebración donde se reposa la cabeza para alimentarse espiritualmente.

Es una expresión de “Yo soy” – Dios- en camino, junto, con su pueblo. Yo soy un sacerdote feliz en camino con mi pueblo. Yo soy un laico feliz con la misión de transformar el mundo. Yo soy una religiosa feliz con mi vocación. Yo soy un matrimonio feliz con el objetivo de santificar a la vida familiar.

Hoy, celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones a la vida consagrada y al ministerio ordenado. Jesús dice de sí mismo: “yo soy la puerta” que conduce a la vida verdadera o vida completa, realizada; no nos inmuniza de las preocupaciones ni tensiones, pero nos da fuerza.

“Yo soy” es una frase pronunciada con ansias de aceptación o con mucha seguridad que puede evidenciar inseguridad. También es una frase que en nuestro contexto evidencia un agocentrismo y egoísmo, pero en el contexto bíblico es un chorro de oportunidades de vida, de darle sentido a nuestra existencia.

Cuando vemos a la procesión ingresar con sus vestimentas litúrgicas, nos dan ganas de tomar fotos y podemos decir interiormente “qué bacán”, “quiero ser como ellos”, “se les ve tan tranquilos” (no tanto). Pero ojo, es una gran responsabilidad, el “yo soy” te lleva al Ser como Cristo.

Atención, según el evangelio de San Juan, Jesús dice: Yo soy la luz del mundo, yo soy el pan de vida, yo soy la vid verdadera, yo soy la resurrección y la vida, yo soy el camino, la verdad y la vida. Y precisamente hoy dice: : “Jesús volvió a decirles: ‘Esto les aseguro: Yo soy la puerta por donde pasan las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí, fueron unos ladrones y bandidos; pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta: el que por mí entre, será salvo. Será como una oveja que entra y sale y encuentra pastos”.

Luz, para brillar en la oscuridad, pan para alimentar a los demás, vida para tener rostros de resucitados, camino para no entrar por los espinos, verdad para desterrar la mentira. Puerta, la que se abre y se cierra, está dispuesta a recibir a los demás, pero también debe proteger la interioridad sagrada.

Si tú quieres ser como Cristo, no lo dudes, es bonito, te lleva a la felicidad, sólo tienes que definir cómo quieres servir al Dios de la vida y del amor. Entrar, caminar, reposar la cabeza en el altar, pero no quedarse con el alimento, sino salir a compartirlo, es una urgencia, la puerta sirve de mucho para salir cuando es una emergencia.


domingo, 8 de mayo de 2011

Día de la madre

A mi madrecita querida...

Quiero expresar algo sublime, pero estar vivo gracias a ella es trascendental. ¡Gracias por ese milagro!

Mamá, hoy, me valgo solo, tus enseñanzas son las culpables. Estás lejos y tan cerca, te extraño y a la vez eres la fortaleza interior que da seguridad.

Reviso nuestra historia y queda una gran admiración por tu alegría, tus cariños, tu integridad,… por tener los ojos abiertos a mis síntomas y peligros.

Cuántos malos momentos te hice pasar, disculpa, hoy quiero ser redimido por tu amor, aunque ya lo hiciste, vale reconocer. Las historias ideales no cuentan, sino las reales y en ellas sí te cauce muchas preocupaciones.

Eres un milagro, no te escogí como mamá, si me dieran la oportunidad de escoger… mi brújula sólo tendría un destino: tú. Tú misma, como eres, con los cambios de la vida, porque en esta vida cambian muchas cosas, menos tu amor

Me infundiste camino con metas, corro tras ellas, a veces el tiempo es como el aire en contra, pero refresca la mente y tu ejemplo me hace dar pasos largos…
Mis letras son ridículas para expresar lo que siento, sólo el amor es la palabra que encaja en nuestra historia inolvidable, alegre, triste, de ayer, de hoy y de siempre.

El amor no fuera amor si no sintiera el tuyo, pues sin el tuyo mi amor no resonaría, la inseguridad y la infelicidad serían malas compañías. Tu amor es mi amor para mi amor y valoro el amor por tu amor.

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Tercer domingo de Pascua – Ciclo A (Lucas 24, 13-35) – 8 de mayo de 2011

“A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron”


La madre nos conoce antes de abrir los ojos. Es el primer rostro que conocemos, la primera melodía que escuchamos, el primer olor que olemos,…

Abiertos los ojos, crecidos pero no en todo. La mamá nos llama, nos pide que nos lavemos las manos antes de comer, nos presenta la comida de manera creativa y milagrosa cada día. La mamá nos da de comer cuando no podemos hacerlo solos, también se hace extrañar en la adultez porque nos regala postres y todo lo que nuestra ilusión infantil hace de ella un corazón de niño.

Abrimos los ojos para conocer, para reconocer, comprender, resolver, decidir,… Pero más que un proceso cognoscitivo es abrirnos a las buenas noticias, en muchos casos implica cambio de mentalidad: reconocerla de verdad, reconocer a Dios en el milagro de la vida.

Nuestro interior es rev
olucionado por la voz de un ser amado como la madre, la interiorizamos tanto desde la concepción que nuestro corazón quema con sus palabras. Abrimos los ojos y el corazón, ojalá en el tiempo oportuno.

En este día especial, nuestro corazón arde por el amor, el abrazo, la presencia de la madre. Ella siempre es la voz de la esperanza, la que nos da confianza en nosotros mismos, en los demás, en Dios.
Hoy nos sentaremos a la mesa, es difícil que la familia por más pobre que sea no tenga algo que compartir, siempre tiene algo para reconocer a quien nos da la vida. Hoy, más que una mera comida es un banquete real, a los ojos de la fe es un banquete divino.