Homilía y Reflexión

Homilía para "Reflexionar la vida terrena a la luz de la Sagrada Escritura"

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"Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios"

 

 Frente a esa obsesión por acumular, Jesús revela la única riqueza verdadera: una vida auténtica, una relación íntima con Dios.


Tesoros en el cielo
La parábola del rico insensato, Rembrandt, 1627.

XVIII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

 

Codicia, herencia y juventud en busca de un futuro con sentido


Jesús enfrenta la codicia como una ilusión: una falsa seguridad que promete garantizar el futuro material, pero que en realidad oculta un alma vacía.


¿De qué sirve presumir ante los demás de lo que tienes, si tu corazón está lejos de lo que eres ante Dios?


La codicia: sutil, poderosa y destructiva

Escapar de la codicia no es fácil, especialmente cuando vivimos rodeados de valores artificiales y seguridades engañosas. Uno de los contextos donde más se evidencia es el reparto de herencias. 

El evangelio de hoy nos presenta la escena de un hermano que acapara lo que no le pertenece, que utiliza excusas para no compartir lo común, y encuentra éxito en el egoísmo. Disfruta el pan y la sopa que eran también para su hermano, y no le duele.

En estas situaciones aparecen dos palabras clave: justicia y sabiduría. La injusticia golpea los estómagos y los corazones. La necedad mina las decisiones y las perspectivas de futuro. Y cuando el reparto de una herencia es injusto y torpe, deja cicatrices imborrables, especialmente si el daño viene del propio hermano.


Un jubileo contra la codicia

Este domingo, mientras millones de jóvenes peregrinan en el Jubileo de la Esperanza, el contraste con la codicia global es abrumador. Jóvenes de todos los continentes, alzando sus banderas, caminando bajo el sol de Roma, no para acumular, sino para compartir la fe, pedir la paz y ofrecer sus ideales.


La juventud no vino a este Jubileo buscando placer, sino sentido. No agrandan sus graneros, agrandan su esperanza.
De ellos me quedo con:

  • su fe sencilla,
  • su deseo de encuentro,
  • su sacrificio bajo el calor del verano,
  • sus utopías que quieren sembrar cambios reales.


Gratitud y servicio: claves contra la avaricia

Un joven codicioso no agradece porque cree que todo es fruto de su esfuerzo. Pero la gratitud y la soberbia no pueden convivir. La ciencia lo confirma: el cerebro se vuelve más sano y feliz cuando se sirve a los demás, no cuando se encierra en sí mismo. No se trata solo de producir dopamina (placer), sino serotonina y oxitocina: las hormonas que generan felicidad, conexión, sentido.

La verdadera riqueza está en reconocer tus dones y ponerlos al servicio. Transformar el privilegio en responsabilidad, y la fe en acción.

Preguntas que duelen y salvan

¿Qué haces con lo que tienes?
¿Cómo llenas tu vida?
¿Cómo te presentas ante los demás… y ante Dios?

 

Palabra del Papa León XIV

“Queridos jóvenes, se aprende a elegir a través de las pruebas de la vida, y en primer lugar recordando que hemos sido elegidos. Este recuerdo debe explorarse y educarse. Hemos recibido la vida gratis, sin elegirla. No somos fruto de nuestra decisión, sino de un amor que nos ha querido”.

(Vigilia en Tor Vergata, Roma, 2 de agosto de 2025)

 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia».

Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».

Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».

Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”.

Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.

Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.

Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».

¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez?


El verdadero desafío no es solo saber pedir, sino discernir qué pedir, a quién y cuándo. Hoy, en una cultura donde pedir se ha convertido casi en un derecho automático, Jesús nos recuerda que la oración es mucho más que una solicitud: es un acto de confianza y de relación con un Dios que es Padre.

Padre Nuestro

Il Discorso della Montagna, dipinto da Carl Heinrich Bloch (1890)


XVII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

¿Qué padre daría una serpiente si su hijo le pide un pez?

En el evangelio de hoy, Jesús nos interpela con una pregunta muy concreta:
“¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez?” (Lc 11,11).

Pedir bien: la humildad del corazón necesitado

Pedir es un gesto humilde. Es reconocer que no todo depende de nuestras fuerzas. Pedimos porque carecemos, porque buscamos, porque sabemos que hay un don que viene de lo alto.

¿Qué pedir?

Pedir el pan de cada día. La paz del corazón. El perdón. El consuelo. La sabiduría para tomar decisiones. La humildad para reconocer nuestros límites.
Pedir no es solo presentar una lista de necesidades; es entrar en comunión con el Padre, confiar en su voluntad, y dejar que nuestra oración sea también escucha.

¿A quién pedir?

Jesús lo deja claro: a nuestro Padre que está en los cielos, que conoce nuestras necesidades antes de que las expresemos. Pedimos a Aquel que no da piedras ni escorpiones, sino pan y Espíritu Santo.

Como un niño que confía en las manos abiertas de su padre, así también nosotros podemos pedir sabiendo que seremos escuchados. Tal vez no recibamos lo que esperábamos, pero siempre recibiremos lo que realmente necesitamos.

El ejemplo del Beato Pier Giorgio Frassati

Cuando murió el Beato Pier Giorgio Frassati, la iglesia y el parque se llenaron de gente humilde, obreros y enfermos. Su padre, sorprendido, dijo: “No sabía que mi hijo era un santo”. Fueron los pobres quienes testificaron su santidad: lo recordaban por su generosidad, su oración silenciosa y su vida ofrecida.

Pier Giorgio no pedía grandes cosas. Pedía fe, pedía la voluntad de Dios. Subía a las montañas no solo por deporte, sino para rezar, para ofrecer su vida en las alturas, como incienso.

¿Y tú, qué le pides a Dios hoy?

Tal vez ni tú mismo sepas que caminas hacia la santidad. Pero puedes empezar pidiendo con sinceridad y confianza. Pide lo que edifique tu alma.
Pide no lo que te engrandezca, sino lo que te haga más libre, más sencillo, más capaz de amar.

Y si aún no sabes qué pedir, simplemente abre tu corazón y di:
“Señor, que se haga tu voluntad en mí”.

Palabra del Papa Francisco

Jesús rezaba como reza cada hombre en el mundo. Y, sin embargo, en su manera de rezar, también había un misterio encerrado, algo que seguramente no había escapado a los ojos de sus discípulos si encontramos en los evangelios esa simple e inmediata súplica: «Señor, enséñanos a rezar» (Lc 11,1). Ellos veían que Jesús rezaba y tenían ganas de aprender a rezar: “Señor, enséñanos a rezar”. Y Jesús no se niega, no está celoso de su intimidad con el Padre, sino que ha venido precisamente para introducirnos en esta relación con el Padre Y así se convierte en maestro de oración para sus discípulos, como ciertamente quiere serlo para todos nosotros. Nosotros también deberíamos decir: “Señor enséñame a rezar. Enséñame”. 

Catequesis sobre el Padre Nuestro

 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 11, 1-13

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».

Él les dijo:
«Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».

Y les dijo:
«Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice:

“Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde:

“No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.

Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.

¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?

Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».

"Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas; solo una es necesaria. 

María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada" (Lc 10,41-42).

Martha y María
Jesús en casa de Marta y María 
 

XVI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

 

En esta escena evangélica, aparecen dos mujeres que no son identificadas por su rol tradicional de esposas o madres. No están acompañadas de un varón que “garantice” su lugar en la sociedad. Sin embargo, el evangelista Lucas les da nombre, rostro e identidad. María es la oyente contemplativa; Marta, la anfitriona activa. María desafía los moldes convencionales; Marta, en cambio, responde a las exigencias del deber. María parece una sinvergüenza esperando que la sirvan, pero Martha se está perdiendo el alimento eterno.

Lo que se pone en juego es la libertad interior, la autenticidad y la capacidad de escuchar. Jesús, maestro de libertad, rompe protocolos: permite que dos mujeres lo reciban en su casa sin la mediación de un varón. Afuera, los discípulos murmuran, tal vez perplejos ante una escena que trastoca lo esperado, acostumbrados a la cultura de la sospecha.

María y Marta ya no son definidas por sus atributos sociales, sino por su capacidad de relación con Jesús. Es esa cercanía con el Maestro la que las hace únicas. Su libertad nace de la fe: solo quien confía plenamente en Dios se atreve a vivir con espontaneidad, a romper esquemas, a priorizar lo esencial.

La actitud de María, que parece despreocupada, es en realidad una lección para nuestros tiempos de relaciones débiles y prisas constantes. Ella ofrece al huésped lo mejor: tiempo, atención, escucha. Marta, por el contrario, aunque movida por el amor, cae en la trampa de la hiperactividad. Su laboriosidad termina sofocando el encuentro, bloqueando la relación, anulando la comunión.

El Buen Samaritano y la verdad que no queremos mirar

“Señor, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”

“¿Y quién es mi prójimo?”

 

Las preguntas del maestro de la ley a Jesús suenan legítimas, pero ocultan una intención: justificarse, salir bien parado, mantener intacto su esquema de valores.

Jesús no le responde con teoría, sino con una historia que incomoda y desarma. Una historia que hoy, dos mil años después, sigue cuestionando nuestro cristianismo y nuestra humanidad.

 

Buen Samaritano
La parabola del buon samaritano illustrata dai bambini.


XV Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

 

Caminar de largo: una costumbre peligrosa

La parábola del Buen Samaritano no es una lección moralista. Es una denuncia a todas las veces que caminamos de largo frente al dolor ajeno.
Los rostros modernos de los que “pasaron de largo” son muchos:

·      Gobiernos que expulsan inmigrantes pobres y cierran fronteras.

·      Comunidades que excluyen por raza, clase o religión.

·      Iglesias que clasifican quiénes son "más dignos" y quiénes no.

·      Influencers que enseñan a ocultar el sufrimiento, porque “nadie tiene tiempo para tus dramas”.

Mientras tanto, el prójimo sigue tirado al borde del camino, herido por la indiferencia, el egoísmo, el clasismo y la frialdad.

 

¿Quién es mi prójimo… o mejor dicho: qué hago por él?

La pregunta “¿quién es mi prójimo?” hoy no es tanto una duda, sino muchas veces una excusa para evadir responsabilidad.

Después de siglos de cristianismo y de la proclamación de los Derechos Humanos, no saber quién es el prójimo es una trampa mental para no actuar.

Lo que Jesús propone no es buscar una definición, sino una actitud:

“Haz tú lo mismo y vivirás.”

El prójimo no es el que piensa como tú, ni quien te cae bien.
El prójimo es todo aquel que necesita ser amado, acogido y sostenido.
La clave no está en identificarlo, sino en convertirte tú en un verdadero prójimo.

El costo del amor verdadero

El samaritano no solo tuvo compasión.
Se manchó, se detuvo, tocó las heridas, sacó dinero, pagó por un desconocido, aseguró su futuro.

¿Estás dispuesto a hacer lo mismo?
¿A renunciar al juicio, al cálculo, a la comodidad?

Jesús no pide que sientas lástima. Pide que actúes con amor encarnado.
Y ese amor cuesta: tiempo, esfuerzo, dignidad, dinero, descanso.
Pero solo ese amor te pone en camino hacia la vida eterna.

Una historia que desestabiliza al orgulloso

Quien hizo la pregunta a Jesús quedó, probablemente, herido en su orgullo.
La parábola del Buen Samaritano derriba la balanza moral de los “buenos”, de los religiosos que cumplen pero no aman, de los que saben mucho pero no se manchan por nadie.

La invitación no es a admirar la parábola, sino a encarnarla.
A dejar de preguntar quién lo merece, y ponerse al servicio de quien lo necesita, sin condiciones.

Preguntas que valen la pena repetir hoy

¿A quién ayudé esta semana?
¿De qué dolor ajeno me hice cargo?
¿Estoy dispuesto a actuar como el Samaritano… incluso por alguien que no conozco?

La parábola no necesita explicación, sino conversión.
No es solo un texto, es un espejo.

Y tú, ¿sigues preguntando quién es tu prójimo… o ya empezaste a serlo?

Palabras del Papa Francisco

"Esta parábola es un regalo maravilloso para todos nosotros, y ¡también un compromiso! A cada uno de nosotros, Jesús le repite lo que le dijo al doctor de la Ley: «Vete y haz tú lo mismo» (v. 37). Todos estamos llamados a recorrer el mismo camino del buen samaritano, que es la figura de Cristo: Jesús se ha inclinado sobre nosotros, se ha convertido en nuestro servidor, y así nos ha salvado, para que también nosotros podamos amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado, del mismo modo."

(Audiencia General, 27 de abril del 2016)

 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 10, 25-37

En aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?».

Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».

El respondió:
«“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza” y con toda tu mente. Y “a tu prójimo como a ti mismo”».

Él le dijo:
«Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida».

Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús:
«¿Y quién es mi prójimo?».

Respondió Jesús diciendo:
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.

Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”.

¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».

Él dijo:
«El que practicó la misericordia con él».

Jesús le dijo:
«Anda y haz tú lo mismo».

“Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.”

 

El Evangelio nos presenta a los 72 discípulos regresando llenos de alegría. Habían salido a anunciar el Reino y regresan impactados por lo que vivieron.

72 discípulos
Icono de los Setenta Apóstoles.

 

XIV Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

 

«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre»

La alegría misionera de los discípulos

La experiencia ha sido más poderosa de lo que imaginaron. En su camino misionero, han experimentado que el Evangelio tiene fuerza, que el mal retrocede ante la paz, que el nombre de Jesús transforma realidades.

 

Un viaje con destino a Jerusalén

Este envío no fue improvisado. Jesús los envía de dos en dos, por diversas ciudades y aldeas, en un camino que tiene como destino final Jerusalén, símbolo del cumplimiento de la misión.

Durante ese recorrido pasaron por Samaria, vivieron acogidas generosas y también rechazos duros. Fue un viaje lleno de realidades humanas:
hospitalidad y desprecio, escucha e indiferencia, gozo y violencia.

Pero todo este camino está marcado por algo esencial: la presencia de Jesús.
Con Él, hasta las peripecias de la vida se hacen oportunidad de gracia.

 

Una alegría que no se queda en lo superficial

El regreso de los 72 está cargado de entusiasmo.
Han visto frutos. Han sentido que el mal ha sido vencido por la fuerza de la unidad, que la paz anunciada ha abierto puertas y corazones, y ha sembrado comunión en muchas casas.

Pero Jesús, como buen Maestro, les ayuda a mirar más alto.
Sí, es verdad que el mal ha sido vencido, pero no se alegren solo por eso.

“Alégrense porque sus nombres están escritos en el cielo.”

En otras palabras, la verdadera alegría no está en el éxito visible, sino en la certeza de que Dios los ama y los ha llamado.
No es orgullo, no es mérito humano. Es gracia. Es cielo.

 

La mies es mucha, y los 72 somos todos

Jesús no habló solo a los Doce. Envió a setenta y dos, un número que nos incluye a todos.
Somos parte de ese grupo extendido, diverso, peregrino y apasionado que ha sido enviado al mundo con la única misión de anunciar el Reino con palabras y con vida.

Hoy, la mies sigue siendo inmensa.
El mundo clama por paz, por justicia, por conversión de quienes promueven guerras, pobreza y exclusión.

No podemos quedarnos quietos.
Somos enviados también a los corazones endurecidos, a los hogares rotos, a las estructuras injustas, a los rostros tristes y olvidados.

 

El Evangelio sigue siendo luz para los que caminan

Este envío sigue vigente.
Este Evangelio es una luz para los corazones solitarios, para los violentos, para los indiferentes.
Jesús sigue enviando discípulos con urgencia, porque el mundo necesita sembradores de esperanza, testigos de paz, misioneros del amor.

Y tú, ¿te sientes parte de los 72?
¿Estás dispuesto a salir, aunque sea con pasos pequeños, hacia los que aún no conocen el gozo del Reino?

 

Señor Jesús, que también nuestros nombres estén escritos en el cielo.
Y que nuestra alegría no dependa del éxito, sino de sabernos enviados por ti. Amén.

 

Palabra del Papa Francisco

Jesús dice que "la mies es mucha, y los obreros pocos" (Lc 10, 2). En el campo de Dios hay trabajo para todos. Pero Cristo no se limita a enviar: da también a los misioneros reglas de comportamiento claras y precisas. Ante todo, los envía "de dos en dos" para que se ayuden mutuamente y den testimonio de amor fraterno. Les advierte que serán "como corderos en medio de lobos", es decir, deberán ser pacíficos a pesar de todo y llevar en todas las situaciones un mensaje de paz; no llevarán consigo ni alforja ni dinero, para vivir de lo que la Providencia les proporcione; curarán a los enfermos, como signo de la misericordia de Dios; se irán de donde sean rechazados, limitándose a poner en guardia sobre la responsabilidad de rechazar el reino de Dios. 

(Angelus, 8 de julio de 2007)

 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 10, 1-12. 17-20

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:

«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.

Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.

Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles:
“El reino de Dios ha llegado a vosotros”.

Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”.

Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».

Los setenta y dos volvieron con alegría diciendo:
«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».

Él les dijo:
«Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno.

Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».

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Hola, soy Javier Abanto. Escribo reflexiones, vivencias y anécdotas. Publico artículos de teólogos y poetas. Estudie teología y comunicación. Desde el 2005 me dediqué a la docencia universitaria y a la gerencia de emisoras de corte cultural y religioso. La vida necesita de alegría y esperanza. Necesitamos a Dios en nuestra vida.
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¿Qué es "Luciérnaga"?

"Luciérnaga" Surge para expresarme de manera sencilla. Las luciérnagas remiten a mi origen rural - andino. Son visibles al caer la noche y hacen volar la imaginación con sus luces intermitentes, propias y naturales.

Luciérnaga se dirige a las personas de buena voluntad que buscan vivir con justicia y paz. Necesitamos del humor y la alegría. Y, sin duda, el mundo necesita de Dios.

Gracias por leer y compartir, no olvides comentar.

Javier Abanto Silva
javierabantosilva@gmail.com

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