¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez?
El verdadero desafío no es solo saber pedir, sino discernir qué pedir, a quién y cuándo. Hoy, en una cultura donde pedir se ha convertido casi en un derecho automático, Jesús nos recuerda que la oración es mucho más que una solicitud: es un acto de confianza y de relación con un Dios que es Padre.
XVII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)
¿Qué padre daría una serpiente si su hijo le pide un pez?
En el evangelio de hoy, Jesús nos interpela con una pregunta muy concreta:
“¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez?” (Lc 11,11).
Pedir bien: la humildad del corazón necesitado
Pedir es un gesto humilde. Es reconocer que no todo depende de nuestras fuerzas. Pedimos porque carecemos, porque buscamos, porque sabemos que hay un don que viene de lo alto.
¿Qué pedir?
Pedir el pan de cada día. La paz del corazón. El perdón. El consuelo. La sabiduría para tomar decisiones. La humildad para reconocer nuestros límites.Pedir no es solo presentar una lista de necesidades; es entrar en comunión con el Padre, confiar en su voluntad, y dejar que nuestra oración sea también escucha.
¿A quién pedir?
Jesús lo deja claro: a nuestro Padre que está en los cielos, que conoce nuestras necesidades antes de que las expresemos. Pedimos a Aquel que no da piedras ni escorpiones, sino pan y Espíritu Santo.
Como un niño que confía en las manos abiertas de su padre, así también nosotros podemos pedir sabiendo que seremos escuchados. Tal vez no recibamos lo que esperábamos, pero siempre recibiremos lo que realmente necesitamos.
El ejemplo del Beato Pier Giorgio Frassati
Cuando murió el Beato Pier Giorgio Frassati, la iglesia y el parque se llenaron de gente humilde, obreros y enfermos. Su padre, sorprendido, dijo: “No sabía que mi hijo era un santo”. Fueron los pobres quienes testificaron su santidad: lo recordaban por su generosidad, su oración silenciosa y su vida ofrecida.
Pier Giorgio no pedía grandes cosas. Pedía fe, pedía la voluntad de Dios. Subía a las montañas no solo por deporte, sino para rezar, para ofrecer su vida en las alturas, como incienso.
¿Y tú, qué le pides a Dios hoy?
Tal vez ni tú mismo sepas que caminas hacia la santidad. Pero puedes empezar pidiendo con sinceridad y confianza. Pide lo que edifique tu alma.
Pide no lo que te engrandezca, sino lo que te haga más libre, más sencillo, más capaz de amar.
Y si aún no sabes qué pedir, simplemente abre tu corazón y di:
“Señor, que se haga tu voluntad en mí”.
Palabra del Papa Francisco
Jesús rezaba como reza cada hombre en el mundo. Y, sin embargo, en su manera de rezar, también había un misterio encerrado, algo que seguramente no había escapado a los ojos de sus discípulos si encontramos en los evangelios esa simple e inmediata súplica: «Señor, enséñanos a rezar» (Lc 11,1). Ellos veían que Jesús rezaba y tenían ganas de aprender a rezar: “Señor, enséñanos a rezar”. Y Jesús no se niega, no está celoso de su intimidad con el Padre, sino que ha venido precisamente para introducirnos en esta relación con el Padre Y así se convierte en maestro de oración para sus discípulos, como ciertamente quiere serlo para todos nosotros. Nosotros también deberíamos decir: “Señor enséñame a rezar. Enséñame”.
Catequesis sobre el Padre Nuestro
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 11, 1-13
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo:
«Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».
Y les dijo:
«Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice:
“Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde:
“No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».