Santo Domingo “Evangelio Viviente”
22-24 de enero 2017
La
misericordia de Dios posibilitó viajar a la Clausura del Jubileo de la Orden de
predicadores, 800 años de “Enviados a predicar”.(enero 2017)
Me sorprendió la cantidad de Obeliscos y torres imponentes. Bologna es una ciudad diseñada con corredores amplios y cubiertos de arquerías para proteger a sus peatones. El frío europeo y las lluvias se explican por ubicarse entre el río Reno y el río Savena, cerca de la cadena montañosa de los Apeninos.
¿Por
qué Bologna? Albergó a Santo Domingo y sus frailes. La calidad de sus
universidades hizo que Domingo de Guzmán valore la irradiación intelectual que
se forjaba en derecho y teología, pues la Bolonia de los albores del s. XIII ya
ofrecía un ámbito intelectual privilegiado para la formación de los frailes,
además era atractiva la “licentia docendi” (voluntad expresada del Papa Honorio
III en su carta de junio de 1219) (Borgi, 2014).
Aquella
fría mañana (1°C) llegamos a las puertas de la Basílica de San Domenico, sobre
la puerta está la figura del fundador en el momento de la glorificación. Ingresar
a la basílica traslada a la espiritualidad fundante, a la celebración del
primer Capítulo General Dominicano. Acá nace la gran contemplación que
originará la predicación dominicana.
Intento
fotografiar cada escultura, pintura, etc. También darle tiempo a la oración. Deposito
5 Euros como limosna y me llevó un libro de la historia de Santo Domingo.
Cercana a fiesta de Santo Tomás los frailes ofrecían ponencias especiales a los
universitarios.
Sigo
el recorrido hasta el altar mayor. Me siento para contemplar el coro para las
oraciones litúrgicas, diseñado en media luna con una sillería muy parecida al
coro alto del convento del Rosario en Lima. En este coro Santo Domingo junto a
su pequeña comunidad, al inicio de la Orden, oraban de manera personal y
comunitaria. Muchos frailes salían de la sutilidad del estudio para acostar su
alma en los salmos y el evangelio, por algo se le dice a Domingo, Un hombre
“evangelio viviente. Es mi convicción quien no estudia ni ora es violento.
El
atractivo para todos es la tumba de Santo Domingo de Guzmán (+1221). Es un monumento para la peregrinación a donde
fue trasladado en 1267. “El monumento está decorado con episodios de la vida
del santo, es obra de Nicola Pisano y de sus discípulos Fra Gugliemo Agnelli y
Arnolfo di Cambio. Luego será modificado
por Niccolo da Bari, hizo estatuas de los cuatro evangelistas, de San Francisco
de Asís, Santo Domingo de Guzmán, San Floriano, San Vitale y un Cristo muerto
adorado por los ángeles, todo coronado por la imagen de Dios Padre” (Wikipedia,
2015).
Muere
Niccolo y se recurre al hoy famoso Miguel Ángel -1494- para terminar las
imágenes de San Petronio, San Próculo y un Ángel porta candelabro haciendo
pareja con el de Niccolo dell’Arca. Lo peculiar es que el Ángel es la única
alada en toda la escultura de Miguel Ángel Buonarroti. El año 1531 hizo el
escultor Alfonso Lombardi, los bajo relieves para la predela de mármol del
Arca con Escenas de la vida de Santo Domingo de Guzmán y la Adoración
de los Reyes Magos. Hacia 1539, Jerónimo Coltellini labró la última escultura,
de las veintiuna proyectadas por Nicoló dell'Arca.
Ante
la tumba de Domingo era inevitable orar y tomar fotos, por momentos rompíamos
el silencio especialmente ante el relicario dorado que hoy contiene el cráneo
de nuestro padre Santo domingo. La historia data un 15 de febrero de 1383 se
abre el arca sarcófago para extraer el cráneo y se coloca en un relicario de
plata dorada, obra del orfebre Jacobo Roseto y el 11 de noviembre de 1411 son
trasladadas dichas reliquias para su veneración en la actual capilla. Esta
capilla nos hace mirar al cielo, en la concha absidal, o cúpula, para observar
un fresco muy colorido de la “glorificación de Santo Domingo” pintado por Guido
Reni en 1617.
Se
acercaba el regreso, 24 de enero. Me desperté temprano, sentía un imperativo de
orar ante la tumba de Santo Domingo. Camine desde la hospitalita por el camino
interno y antes de entrar la tumba pregunté en pésimo italiano que sólo capté “Celda”.
Así es cómo el sacristán me guía hasta una celda pequeña al fondo del pasillo.
Es la celda de Santo Domingo de Guzmán.
Estar
sólo en la celda, sin ruidos, allí Domingo oró, soñó, lloró por los pecadores
(como yo). No pude orar, sólo lloré. Muy agradecido con Dios.
Un altar, leccionarios antiguos, la Bula de aprobación, y otras pertenencias estaban allí como testimonio de vida itinerante.
Fue
el momento de mayor impacto espiritual. Carlos, Héctor y Martín me esperaban
para desayunar y continuar esta peregrinación por los lugares históricos y
significativos dominicanos.