Un vaso de fe
Domingo XXVI del tiempo ordinario – Ciclo B (Mc. 9, 38-43.45.47-48) – 30 de septiembre de 20158
Homilía y Reflexión
“Un vaso de agua no se niega a nadie” suele decir mi madre. Es tan sencillo y vital dar un vaso de agua que podría significar una obra de misericordia con rastros de eternidad.
Cada día sentimos la necesidad de echar los demonios, dicho en otro tono, sacar lo mejor que tenemos en nuestro interior para organizar una familia mas justa, una sociedad pacífica y un corazón lleno del gran amor.
Así podría evidenciarse ya una huella de Dios. Este es el gran testimonio que no está reducido al actuar de los cristianos. Necesitamos estar juntos frente al odio, a la discriminación, al egoísmo, …
Serán beatificados el Mons. Oscar Romero, el Obispo Pierre Claverie y sus 18 compañeros mártires de Algeria. Sus vidas fueron un manantial de “vasos de agua” para los más pequeños, los marginados.
Tenemos una tarea fácil y dura. Fácil porque dar un vaso de agua no cuesta. Difícil, porque si no la damos nos secamos. Ojo vigilante al vaso, al vaso de fe. Todos podemos dar un vaso de agua, pero se requiere un corazón distinto para que tenga la huella de eternidad: la fe.
No existe un profeta sin fe, no puedes dar un vaso de agua sin bondad, la fe y la bondad hacen la diferencia.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48
En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús:
–Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.
Jesús respondió:
–No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga.
Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida que ser echado con los dos pies al abismo.
Y si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado al abismo con los dos ojos, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Homilía y Reflexión