El búho, el toro, el gato, la pinina y yo, -no les revelo mi "chapa" (sobrenombre)- éramos los “forajidos” amigos que por las noches en alguna esquina coincidíamos para cantar, contar chistes y alguna vez “chacchar”, como nuestros padres y abuelos, rendíamos culto a la hoja “bendita”, compañera del trabajo andino.
Cuando se acercaban las clases nos alegrábamos, y si finalizaban también, porque las vacaciones eran un carnaval. Una huelga bien larga hizo que repitamos vacaciones, la plaza de armas del pueblo se llenaba de jóvenes para jugar.
Según los diarios seguía la huelga, estábamos tensos y ansiosos por regresar al colegio. Hasta que por fin comunicaron el reinicio de las clases; ese domingo la mayoría fue a dormir temprano. A media noche inició otra tensión distinta, ametralladoras y dinamitas, gritos,… un grupo subversivo atacó la central telefónica y el puesto policial.
Aquella mañana parecía nublada por el miedo, los cuerpos llenos de plomo y los rostros desconcertados. “Si han matado a los policías será más fácil que nos maten” comentaban las autoridades y esperaban a la policía que garantizará la seguridad. Irónicamente, con la llegada de la policía la tensión y el miedo aumentaron; todos éramos sospechosos.
De mis amigos capturaron al Búho y al gato, los encarcelaron, les quitaron años de juventud. “Yo sabía que vendrías” solían decir a sus pocos visitantes. Después de años salieron libres, cuentan, a veces en la misma esquina, que siempre esperaron firmes a la justicia y al derecho.
Cuentan que cada día de visita era un grito al cielo, una tensa mirada, una sonrisa agradecida, una esperanza en persona, un liberador diálogo, un corazón disponible, un himno a la amistad, una tristeza resuelta por el “volverás”, “ven y no tardes”,“sé que vendrás”, “no olvidaré tu voz”,...
DOCUMENTO DE APARECIDA
La fe en Dios amor y la tradición católica en la vida y cultura de nuestros pueblos son sus mayores riquezas. Se manifiesta en la fe madura de muchos bautizados y en la piedad popular que expresa “el amor a Cristo sufriente, el Dios de la compasión, del perdón y la reconciliación (…), - el amor al Señor presente en la Eucaristía (…), - el Dios cercano a los pobres y a los que sufren, - la profunda devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe, de Aparecida o de las diversas advocaciones nacionales y locales” (Documento de Aparecida n° 07)