Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
35. Y el pueblo estaba mirando; y aun
los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo,
si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
36. Los soldados también le
escarnecían, acercándose y presentándole vinagre,
37. y diciendo: Si tú eres el Rey de
los judíos, sálvate a ti mismo.
38. Había también sobre él un título
escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
En esta palabra se destaca la intimidad que existe entre el Padre y el Hijo. Así
lo ha expresado Jesús: Si me amarais, os habríais regocijado, porque he
dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo…Mas para que el mundo
conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos
de aquí. (Juan 14: 15-31)
¡Perdónalos!
El perdón en la historia de la Sagrada Escritura,
especialmente en las palabras de Jesucristo está presente.
Dios se ha ido manifestando como Padre, salvador,
amoroso. El profeta Miqueas
lo expresa: ¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del
remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en
misericordia (7,18). También en Génesis Abraham negocia con Dios: Entonces
respondió Yahvé: “Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad,
perdonaré a todo este lugar por amor a ellos” (18,23-26). José perdona a
sus hermanos: “ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios
de tu padre. Y José lloró mientras hablaban” (Gen. 50,17).
El
mismo Jesús en el encuentro con la gente habla del perdón, es el que
revoluciona contra la ley del Talión con el perdón a los enemigos. Muchas
escenas en su vida cotidiana no han convencido a sus contemporáneos, pero es
más seguro que no les interesaba ni convenía aceptar. Lo expreso el perdón en
la oración del Padre Nuestro. Cuando contó las parábolas como la del Hijo
Pródigo, el administrador astuto, el siervo perdonado pero que no perdona, la
pecadora a punto de ser apedreada, su encuentro con la Samaritana en el pozo,
la historia de María Magdalena, Zaqueo que se trepa para ser visto, Mateo
detrás de un mostrador para cobrar impuestos. Todas las historias tienen como
base la fe y el perdón: “tu fe te ha salvado”, “te perdono tus pecados”, “levántate
y camina”.
La
respuesta de algunos que están en su crucifixión levantan un clamoreo de blasfemias
e insultos. Muchas pifias tratando de pedirle que muestre su poder para salir
de la cruz. El fracaso del corazón del hombre está en que no quiere evitarle la
cruz, sino exigirle que muestre cómo sale de la cruz y cómo la evita. Jesús no
se deja vencer por esa tentación y sigue con su meta de salvarnos en la cruz.
«PADRE,
PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN» (LC. 23, 34)
Jesucristo
quiere conmover a su Eterno Padre. Y dirigiéndose a Él le dice con inefable
ternura: «Padre, perdónalos».
Jesucristo
les reconoce culpables. Si no lo fueran no pediría perdón por ellos. El mundo
no conocía el perdón. Es fácil amar; es heroico perdonar. Pero hay un heroísmo
superior todavía al mismo perdón.
«Que no saben lo que hacen» No lo saben o no lo quieren saber porque
conocer a Dios implica buena voluntad, corazón disponible, pero es más fácil matarlo.
Es
la verdad: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Dios mismo lo ha presentado
a Jesús en el bautismo: «Este es mi Hijo muy amado en el que tengo puestas
todas mis complacencias. Escúchenle».
No
saben lo que hacen si lo han visto: caminar sobre las aguas, multiplicar los
panes, calmar la tempestad, resucitar a Lázaro, a la hija de Jairo, el hijo de
la viuda de Nahím, limpió a los diez leprosos. ¡Pero si en todas las aldeas y
ciudades de Galilea, de Samaria y de Judea has devuelto la vista a los ciegos y
el oído a los sordos y el movimiento a los paralíticos, delante de todo el
pueblo que te aclamaba y quería proclamarte rey!
- Cuando te vamos alejando de nuestra vida
- En los momentos que gastamos nuestra vida en la multitud que clama tu crucifixión
- Si nos hacemos cómplices de las burlas de tu presencia y palabra
- Con nuestros manos que no son la proyección de tus manos
- Al no perdonar y hacer germinar el rencor
- Si insisto en tener la razón como reflejo de mi orgullo
- Al justificar a toda costa mis mentiras e infidelidades
- Al sentir que la humildad rompe mi falso concepto de éxito
- El tener mucho miedo al futuro
- Tener miedo al dolor humano
- Tener fobia a la soledad y al anonimato
- Depositar mi confianza en los bienes y no en tu providencia
- Amar con el corazón dividido, dos dioses, dos señores
- apasionarme por tu crucifixión y no por la resurrección
- No hacer algo y procrastinar
- Alejarme y herir a quienes me aman
- Criticar todo y no sentir alegría por algo
- Juzgar con facilidad y no comprender
- Reprimir, postergar, utilizar, marginar, reprimir, criticar
"Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34)
Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.
Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí.
Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu
sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para
alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los
hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los
méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor
tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita
misericordia.