«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno?
¿Has venido a acabar con nosotros?
Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús entra en la sinagoga, para enseñar. Primero es la Palabra de Dios, estamos llamados a escucharla, acogerla, anunciarla.
Fresco del siglo xi del Exorcismo en la Sinagoga de Cafarnaún.
IV Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)
Jesús entra, con sus discípulos, en la ciudad de Cafarnaúm, la más grande de Galilea, y allí vivía Pedro.
“Está endemoniado” es una afirmación que nos jala la curiosidad. La primera pregunta podría ser quién es el endemoniado o quiénes son los endemoniados. O también podríamos preguntarnos: ¿los demonios son nuestros y los cargamos a los demás?
“¿Los ‘endemoniadores’ quién los ‘desendemoniará’?”
En nuestras familias siempre nos caracterizamos por algo. Pero, unos hijos parecen más traviesos que otros, entonces se les atribuye todos los ‘demonios’. Es chistoso las veces que llegan algunos padres con sus hijos a la iglesia y dicen: “padre, sáquele los demonios a este niño”, y el sacerdote calla, aunque sabe que debe iniciar por conversar con los padres. O en las comunidades, solemos atribuir los demonios a los demás, sin pruebas, sólo por mera cultura de la sospecha. Con frecuencia pecamos de endemoniadores, estigmatizamos, señalamos: “tiene que ser él”, “quién más si no tú”, de derecha, de izquierda, conservador, liberal,...
A nivel social, los que se creen descendientes de una raza superior, los puros, los buenos, los 'perfectitos', … suelen marcar la diferencia de los que no son como ellos. Entonces, no es de extrañarse, por ejemplo, los políticos que odian a los migrantes o sirven a un poder económico, los ricos generando pobreza, se genera la cultura del odio versus los odiados, marginados, endemoniados, en ambos sentidos.
Jesús no es un terapeuta. Terapia para los terapeutas
Jesús, en sus intervenciones destaca su aptitud profética, identifica el verdadero problema y dice la verdad. En un escenario claro, no se fija en el “endemoniado”, víctima de su propio contexto religioso, sino en la explicación de la Palabra, su comentario está lleno de autoridad y provoca incomodidad y admiración.
El asunto es que un endemoniado fue curado en medio de personas especialistas en identificar lo que es de Dios y lo que es del mal. Entre ellos, el demonio reconoció a Jesús, fue provocado por el mensaje. Así como algunos terapeutas te estudian tu historia personal para decirte el ‘por qué’ de tus frustraciones, buscando explicaciones científicas, los especialistas en la Torá daban por sentado que un enfermo es por culpa del pecado propio o de sus padres.
Jesús expulsa al demonio, es fuerte el estruendo. No es fácil aceptar una realidad: una religión estigmatizadora, de un Dios castigador, de un juez obsesivo. Un terapeuta sabe que el paciente es inteligente y podría cambiar la vida si quisiera.
El niño que es presentado por sus padres para “expulsarle los demonios”, cómo se siente. La persona señalada por prejuicios. El “endemoniado” que fue adoctrinado para aceptarse pecador, lleno de culpa, enfermo por el pecado de sus padres o sus antepasados. Todos ellos, son liberados por el Santo de Dios, por las palabras de esperanza y de vida que pronuncia Jesús, con autoridad innegable.
Hoy esa pequeña comunidad de Jesús con sus apóstoles en Cafarnaúm tiene una manifestación del triunfo de Jesús y tiene el sentido misionero del amor y la paz de Dios.
En este día pedimos a Jesús:
Sabemos que eres el santo de Dios,
Ayúdanos a no dejarnos influir por los prejuicios,
A no sentirnos más puros que los demás,
A identificar las falsedades de nuestra vida espiritual;
A curarnos de nuestros caparazones,
A no “endemoniar”,
a no mentalizar ni colonizar,
Que en este día nos callemos,
Te escuchemos,
Meditemos, sintamos tu mensaje
Y expulsemos lo que nos hace infelices, tristes, enfermos.
¡Hoy la Palabra de Dios se autentifica!
Palabra del papa Francisco
El Evangelio es palabra de vida: no oprime a las personas, al contrario, libera a quienes son esclavos de muchos espíritus malignos de este mundo: el espíritu de la vanidad, el apego al dinero, el orgullo, la sensualidad... El Evangelio cambia el corazón, cambia la vida, transforma las inclinaciones al mal en propósitos de bien. El Evangelio es capaz de cambiar a las personas. Por lo tanto, es tarea de los cristianos difundir por doquier la fuerza redentora, convirtiéndose en misioneros y heraldos de la Palabra de Dios.
(Angelus, 1 de febrero de 2015)
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 21-28
En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.
Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:
«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús lo increpó:
«¡Cállate y sal de él!».
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos:
«¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Pintura 🎨
Fresco del siglo xi del Exorcismo en la Sinagoga de Cafarnaún.
En el Nuevo Testamento, la perícopa de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún marca el principio del ministerio de Jesús.1
El exorcismo descrito en Marcos 1:23–28 y Lucas 4:33–37 se considera uno de los milagros de Jesús