“No me lleves la corriente”
“¿Cuál de los dos hizo lo que su padre quería?”
“Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios”
Doña Pepa contaba que ella de niña fue traviesa. Su mamá la aconsejaba y Pepa sabía los consejos de memoria y hasta mecánicamente movía la cabeza asintiendo hasta que un día su abuela se dio cuenta y le gritó: “No le sigas la corriente a tu madre”
“Sí, sí, tienes razón, yo lo haré, no te preocupes, cuenta conmigo, iré por ti, te ayudaré, me comunicaré, estaré a tu lado, seguro que sí, no lo dudes, así será, está claro, ni una palabra más,…” Tantas formas de decir sí, pero también pueden ser diversas máscaras de la desobediencia y del poco compromiso.
Nos quejamos de que los políticos no cumplen con sus promesas, de que los matrimonios sufren la infidelidad, últimamente de la Universidad que se denomina Católica pero no quiere vivir de acuerdo con la legislación de la Iglesia católica, de que recibió una donación para un fin y no cumple con el deseo del donante.
¿De qué sirve pertenecer a una institución y no trabajar o no ser parte de la misión? ¿Cuántos trabajan por la justicia y la paz?
En la iglesia católica podemos tener muchas obras, catequistas, proyectos,… ¿De qué serviría si no procuran la formación humana y cristiana? ¿De qué sirve… si luego los beneficiarios no son obreros íntegros del Reino de Dios, si no se enamoran de Jesucristo, si no son discípulos?
En una institución, de qué sirve tener equipo de profesionales si dicen “sí” y luego en la práctica retiran el hombro. Las obras hablan del discípulo, el compromiso habla de la pasión y entrega a un objetivo de las personas.
Es importante es recapacitar. El hijo desobediente recapacita y va a trabajar a la finca de su Padre. Es una oportunidad para caminar por el sendero de la justicia y la paz, para reescribir el libro de nuestra vida, eso lleva a una nueva vida, otro horizonte, darle sentido, ser nuevo, abrir esperanza, mirar objetivos precisos, actuar y vivir como Cristo.