Apto para maestros
Parece arcaico que presentemos a Santo Tomás de Aquino (1225-1274) en este tiempo en que se habla de “inteligencias múltiples”, de “pensamiento de nivel superior”, del “pensamiento crítico”, de la metacognición, entre otros. Sin embargo la intención no es sacarle a Tomás de Aquino de su contexto medieval y colocarlo en el nuestro, solo hay que destacar su importancia, su papel de maestro e investigador de la verdad.
“Buey mudo” fue apodado este fraile dominico por ser un estudiante callado; se dedicaba más a escuchar que a hablar; es un buey cuyos mugidos todavía resuenan en estas letras. No hay que hablar tanto para mostrarse como inteligente; la acción intelectual pasa por el silencio y la búsqueda incesante de la verdad.
Su importancia radica en que fue reconocido como teólogo y Doctor de la Iglesia Católica; es el máximo representante de la tradición escolástica y Padre de la Escuela Tomista de filosofía. Por ello se le conoce como el Doctor Angélico. Su trabajo más conocido es la Summa Theologica, tratado en el cual se postula Cinco Vías para demostrar la existencia de Dios. Naturalmente es importante para nuestra Universidad por ser el patrono católico de todos los centros de educación del mundo, declarado el 4 de agosto de 1880 por el Papa León XIII.
Tomás es un maestro concentrado en el aprendizaje, inclinado al estudio sereno, reflexivo y sistemático. Además es un profundo conocedor de su cultura y de una gran apertura a la herencia filosófica y cultural de su tiempo. Por ello, no calla la verdad; sus escritos polémicos son, a menudo, propuestas atrevidas y por eso lo quieren hacer callar.
Investigador y maestro
En nuestra Universidad aspiramos estar a la vanguardia en el aprendizaje, muchos necesitamos cambiar la mentalidad para ser dóciles a lo nuevo. Santo Tomás es el teólogo que incorpora nuevas corrientes del pensamiento a la reflexión sobre la fe y busca articular metódicamente la doctrina católica dentro de un orden temático, estructural y favorable al conocimiento sistematizado y profundo de las verdades de fe.
Su pasión por la verdad lo lleva a buscar nuevos caminos para el desarrollo y la enseñanza de la ciencia sagrada y para enfrentar los retos que plantea a la fe y a la razón las nuevas adquisiciones científicas procedentes de las tradiciones griegas y árabes principalmente.
Se cuenta que cuando fue nombrado -por orden expresa del Papa Alejandro IV- Maestro en Sagrada Teología de la Universidad de París, escogió como tema de su conferencia: “desde tus santas moradas riegas las montañas y el fruto de tus obras llena la tierra” (Sal. 102,13). Texto que lo aplicó a la difusión de la verdad divina en las mentes de los doctores, que ellos luego lo transmitirán en sus sesiones de aprendizajes a las mentes de los estudiantes.
En la educación tenemos la responsabilidad de mejorarla permanentemente. Para Santo Tomás la educación es la vía por medio de la cual el ser humano se encuentra en búsqueda de la formación de su ser en tanto que es ser pensante.
El concepto de educación oscila entre dos acepciones latinas: una Educare (criar, cuidar, alimentar, hacer, crecer); otra, Educatio (crianza, nutritio, instructio y disciplina). Según esto la ecuación es la disciplina práctica que se encarga de dirigir, instruir, acompañar a la formación intelectual teórica, a la formación intelectual práctica y por último a la formación en valores morales. Así pues, la finalidad de la educación es la consecución de la responsabilidad (“res” – “esponseo”), es decir, la capacidad del individuo de hacerse cargo de su realidad, lo que se logra solamente con la responsabilidad social y cultural que deben comportar los actos humanos.
Santo Tomás afrontó el problema de la pedagogía de la imposición, en la cual el educando es pasivo, el saber un hecho del entendimiento y la voluntad del magíster, por ello en la Suma Teológica advertía el Aquinate: “… el discípulo no adquiere por el maestro ciencia nueva, sino que éste simplemente lo estimula a considerar las cosas cuya ciencia el discípulo ya tiene, hasta tal punto que el aprender, según los platónicos, no es otra cosa que recordar” .
Así, Tomás estableció la influencia de esta teoría e intentó superar sus limitaciones buscando superar el poder activo del estudiante y el papel facilitador del docente. El hombre no es un ser pasivo que requiere de una educación impositiva y manipuladora porque él tiene conciencia propia; tampoco es un ser realizado íntegramente para que se elimine la educación o se le abandone a su espontaneidad. Es decir, el hombre es un ser que es, pero aún no plenamente, por tanto la educación se expresa a través de la conjunción armónica y equilibrad de estudiante y docente.
Por otro lado, Santo Tomás no ve al estudiante en estado puro, sino que lo concibe inserto en el medio social, la familia, la comunidad, la comunidad política, ampliando el espectro natural a padres y gobernantes. Para Tomás, en el estudiante no hay saber ni hábitos morales innatos, solo existen potencias que es preciso activar, conduciéndolas hacia las realidades naturales y sociales que brindan los datos empíricos indispensables para acceder al saber teórico y al saber práctico.
La educación tomista engloba tres características: solo conviene al hombre, conviene al hombre entero como unidad psicofísica y es tarea social que se inicia en el hogar para completar la obra de la simple procreación. Por tanto la educación tomista se refiere a la conducción y promoción del hijo al estado perfecto del hombre, que es el estado de virtud.
Por último, su calidad de maestro investigador es tan admirable que en sus escasos 20 años dedicados a tal actividad realizó semejante producción, la cual representa no solamente una síntesis extraordinaria del pensamiento cristiano, sino una de las obras más admirables del pensamiento universal.
Como dice nuestro Santo, toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo. Aunque renunciar a la verdad es la mayor enfermedad del hombre, hay que tener en cuenta los alcances de esta reflexión, y celebrar su fiesta cada 28 de enero.