¿Yo Jesús?
Hoy te quiero proponer que tú te sientas el mismo Jesús. Y leas en primera persona. Ahí va:
Soy un niño que nació con el cariño de papá y de mamá, ellos me cuidaron, lloraron y me buscaron desesperados aquella vez que fuimos a la gran ciudad y desaparecí. El trabajo y la oración lo aprendí de “mis viejos”.
He crecido. Mi pueblo es pequeño, siento profundamente que la situación política y religiosa deben mejorar. Ser pobre no es delito, ser desaseado es dejadez. El perdón sana, el odio auto-aísla. Dar la otra mejilla supera a dar otra bofetada. Si hay un día dedicado a Dios ¿los demás los dedico al diablo?, cada día es para el hombre y para Dios.
No entiendo ¿por qué las mujeres, los pobres, las viudas, los enfermos, los niños están al margen? No digo que están fuera de la ciudad, ah, no, hoy digo que hay muchos tratados al margen y usados para que unos pocos sean los “buenos”, “bonitos” y ¡bien caros! para el país.
Señores, ustedes no son la verdad, la única verdad la tiene Dios, mi Padre, su Padre, nuestro Padre. ¿Acaso no nos crucifican con los impuestos, con poca inversión en salud, educación, alimentación,…? ¿Los frutos de nuestra ciudad no la venden e invierten en otro país? ¿No se amistan con sus enemigos para fortalecer la estructura de la corrupción?,…
Me indigna que mi pueblo pierda el sentido del amor de Dios, y la responsabilidad de participar activamente en su desarrollo. ¿Por qué han matado la capacidad de concertación? ¿Será que en ustedes también han limado la conciencia de la democracia, de Dios, de familia, del amor, de la alegría, y todo les “da igual”?
Al fin, se auto-eliminan por treinta monedas, se lavan las manos y saben que ustedes no son la última palabra. Acérquense a Dios, él les ama, les perdona; les parece poco: les promete la vida eterna.