¿Estás seguro(a) que hoy celebrarás navidad? Me refiero a la de Jesús.
Sólo la alegría puede hacernos cantar a todo pulmón, toda lágrima y muchas demostraciones afectivas que en algunos (as) sólo se lograría después de un par de tragos. La peculiaridad de vivir navidad en familia es la intensidad del amor divino que nos une, que nace, crece y se parte como el pan para alimentar la soledad y la desesperación.
Nuestra familia es sagrada, adoramos la comida de mamá, el esfuerzo de papá, las ocurrencias de la abuela (o), la espontaneidad infantil, jugamos con los niños imparables, esperamos visitas, compartimos la fe y el pan, pensamos en quienes menos tienen, donamos desde la pobreza, preparamos algo delicioso y agradable.
En toda familia existe un encuentro y conflicto de personalidades y en esta navidad abrazamos al (a la) renegón (a), al pesimista, al alegre, al “botado (a)”, al traicionero (a), al soberbio, al sencillo,.. La gran estrella alumbra como el sol en la mañana fresca para hacer germinar y fortalecer el árbol familiar, el genealógico, el de navidad.
Somos simbólicos innatos, lo material expresa la vida espiritual. Por ello, esos sentimientos profundos necesitan ser expresados por símbolos: un encuentro sincero, una gran cena, un gran abrazo. Más allá, somos símbolos: mis ojos, mis manos, mi sonrisa y tono de voz me delatan. Somos el rostro significante del gran signo: Jesús que se hace hombre, como nosotros.
Jesús se hace hombre y habita entre nosotros para señalarnos el camino de ser como él. Nacer hoy con una gran misión: la familia, el pesebre, mi corazón. ¿Qué es una navidad sin familia, sin Jesús, sin amor? Sólo sería un día de guirnaldas, arbolitos y luces que se logran con algunas monedas. Sólo sería la expresión de una gran enfermedad: esquizofrénicos de calendario. Sería un gran maquillaje que cubre el vacío y la belleza verdadera.
Hoy te pedimos Jesús que sigas siendo nuestro Emmanuel (Dios con nosotros). ¡Jesús, no nos dejes solos! Mira, si naciste en un pesebre, tengo la seguridad de que nacerás en mi corazón, claro que seguramente no faltarán el burro y el buey.