Domingo IV de Adviento – Ciclo C (Lucas 1, 39-45) 23 de diciembre de 2012
“¡Dichosa tú por haber creído!”
¿Qué gestos o maneras de expresión deberíamos tener para celebrar la navidad? Es una pregunta que nos encara con nuestra forma de vivir, con la realidad de nuestra existencia, con el actuar cotidiano que va superando dificultades, adquiriendo la gracia, sensibilizándose al servicio de Dios, y también postergando.
Esta pregunta la he planteado en el templo, en la radio y a mí mismo. El feliz consumismo nos puede llevar a una infeliz navidad, no porque la torta sea grande se celebra un buen cumpleaños. El estrés agudo de estos días acelera el estado emocional, el estómago y obviamente el bolcillo. ¿Por qué no acelera nuestra cercanía a Dios?
Pero, insisto con la cuestión: ¿en mi vida, en mi familia qué gestos manifiestan la celebración de Navidad? Según el profeta Miqueas nos ofrece un dato dónde buscar la fuente de la salvación, en Belén, una pequeña aldea. Además será un Rey que garantizará la paz. Esta es una buena noticia en un contexto en el que los reyes esclavizan, adoran a un dios del miedo, y parece que sólo hacen noticia las grandes personalidades y potencias de su tiempo. Entonces, podemos entresacar que el gesto de la paz, y de la sencillez nos pueden evidenciar la celebración de Navidad.
Se trata de un Rey que se pone al servicio total de los demás. En donde se hacen sacrificios de animales, ritos exteriores, Jesucristo es capaz de ofrecerse él mismo, obediente, libre y consiente (Heb 10, 5-10). ¿Tú darías la vida por alguien que es tan libre hasta de negarte o burlarse de ti, por los pobres, los marginados,…? Si fueras político estaría pensando más en el aguinaldo (sin merecerlo) que en el servicio. En consecuencia, el servicio está ligado al amor que es capaz de sacrificarse y donarse por quienes no parecen merecerlo.
Estas actitudes, gestos son signos de la navidad, propios de la disponibilidad, sencillez de nuestra Madre, la Virgen María. Hoy se lee el texto de la visitación, María está en pura acción a favor de su prima Isabel, va a visitarla. Isabel experimenta el milagro de Dios porque es madre de Juan el Bautista y recibe la visita del su prima María que lleva al Mesías en su vientre, Isabel recibe al arca de la Alianza Nueva. Qué hermosa es la vida cuando las visitas son para alegrarse por la vida, para el bien hablar (bendecir) no para el mal hablar (maldecir). Que las visitas se hagan más gratas por que traen a Dios, no porque traen los chismes que desunen (Cfr. Lc 1).
En conclusión, estamos llamados a los gestos de navidad, anunciar la paz, el servicio a Dios, un servicio que te hace capaz de entregar la vida, un amor lleno de buen decir, de anuncio de la Buena Nueva, de la disponibilidad y la sencillez de la Virgen María.