“Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen”
“Llegados
a un lugar llamado Calvario le crucificaron allí a Él y a dos malhechores: uno
a la derecha y otro a la izquierda Jesús decía: “PADRE, PERDONALES, PORQUE NO
SABEN LO QUE HACEN” (Lc 23,33-34)
Si a ti
te lloviera un mar de insultos, de burlas y de blasfemias. Tus amigos te
abandonan y algunos sólo quieren aprovecharse. Te desacreditan ante los demás,
te hacen ver como el peor idiota. El sentido de la justicia sólo gira en torno
al egoísmo y los propios intereses. Al final de un tiempo sólo queda decir: esto
no va más. Estoy agotado. Jesús experimentó esa angustia: “Padre, si es posible
aparta de mí este cáliz pero que se haga tu voluntad”.
La falta
de respeto y la desconsideración desesperan y tú o yo nos volcaríamos en muchas
estrategias de venganza, de huir, de morir. Pero al final, Jesús sólo dice: “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Quiero destacar
la intimidad, el perdón y lo que no sabemos lo que hacemos.
“Padre…”
La intimidad: si hay
amor la intimidad es fluida y sin atisbos. Jesús tiene la confianza de mirar a
su Padre y pedirle que nos perdone. Varias veces el evangelio según San Juan: “En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi
Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes. 21 ¿Quién es
el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me
ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él. (Juan 14: 15-31)
“Padre, perdónalos…”
El perdón
es característica de un cristiano. Sin el perdón nuestras vidas se hunden en la
soberbia y por tanto se va alejando de Dios porque el ego se convierte en el
absoluto.
El perdón
resucita, salva. Pero el pedir perdón es muy difícil en este tiempo en el que
se absuelven de sus culpas, la autonomía moral es un paraguas sin escrúpulos. Es un
problema muy metido en nuestras mentes, hemos perdido la capacidad de reconocer
nuestros errores, nuestros pecados. Las personas mienten, traicionan, levantan
falsos testimonios, se involucran en la corrupción pero nunca reconocen su
pecado. Al mal lo ven como un bien útil, es más lo llaman “mal necesario”, “mal
menor”.
Las
personas públicas involucradas en corrupción, narcotráfico, etc. No evalúan la moralidad
de su vida, son descarados cuando manejan, con la “criollada” a flor de labios,
las opiniones públicas. Javier Gomá hablaba de la ejemplaridad en la política,
brilla por su ausencia en esta campaña. No reconocen sus pecados, no hay
ejemplaridad; todos son más bueno que la Madre Teresa de Calcuta.
Ante una discusión
con el prójimo el perdón solucionaría, no tendríamos que mantener al poder más
corrupto de nuestro país. Son una vergüenza moral que se alimenta con nuestra
carente crisis emocional. Por ello, es necesario saber pedir perdón.
“Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen”
“No
sabemos lo que hacemos”
Si no
saben lo que hacen entonces no son culpables, pero hoy resulta que no son
culpables aunque sí saben lo que hacen. Es decir, soy fiel mientras nadie me
encuentre in fraganti.
Sin embargo,
el “no saben lo que hacen” está pedagógicamente colmado por la misericordia de
Dios. Dios nos ha dado la inteligencia para mirar el horizonte del bien y del
mal, y si lo haces escondido es porque tu interior te dice que está mal.
Beda el
venerable, monje inglés, dice que los verdugos no sabían lo que hacían, y que
por eso estaban llamados al perdón quizás con más razón que otros que supieran
que mataban al Hijo de Dios, el Logos hecho hombre. ” (Se puede) notar sanamente
que no oraba (Jesús) por aquellos que entendieron que crucificaban al Hijo de
Dios y no quisieron confesar, sino por aquellos que no sabían lo que hacían,
teniendo el celo de Dios, y no según el conocimiento.”
¿Señor Jesús, qué es lo
que no sabemos lo que hacemos?
Cuando
te vamos matando en nuestra vida
En
el momento en que el mal nos hace gritar “Crucifícalo”.
Cuando
nuestras manos no son una proyección de las tuyas.
Cuando
no perdonamos incluso a los que sí saben lo que hacen.
Cuando
puede más mi orgullo que la verdad.
Al
justificar a toda costa mis mentiras e infidelidades
Al
sentir que la humildad rompe mi falso concepto de éxito.
Cuando
abandono a las personas por las 30 monedas.
Cuando
mi beso es como el de Judas.