Si tienes el corazón y actitudes del rico epulón, atento a sus peligros. Ser mejores humanos, hermanos, cristianos,... puede construir un mundo distinto.
Parábola de Lázaro (1886), por el pintor ruso Fyodor Andreyevich Bronnikov.
XXVI Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2021 - 2022 - (Ciclo C)
El rico miserable
Hay gente rica que hace obras de caridad para compensar el peso de la riqueza injusta en su conciencia. Y ese tipo de ricos al menos desean compartir, aunque la ambición interna no les deje libertad total. Pero hoy hablamos de un tipo de rico miserable, sin nombre, más allá del metal costoso es su corazón indiferente.
Cada palabra que sale de su boca es para buscar beneficios, para hacerse la víctima, para motivar lo que él no tiene: compasión. Al reflexionar esta parábola del pobre Lázaro y el rico epulón, recuerdo cómo la solidaridad entre los pobres se manifiesta desde unos granos de maíz hasta un plátano muy maduro. El pudor que se siente al comer solo, por lo general se comparte una galleta con la persona cercana.
No le gusta compartir
El rico miserable no es totalmente responsable de la pobreza, no está llamado a superarla solo, todos debemos superar este tipo de indignidad e injusticia. Pero lo llamo ‘miserable’ porque escucha a un pobre gritándole su dolor, huele sus llagas; hasta los perros se muestran más cercanos al lamerle las heridas. Cómo organizar banquetes, vestirse con las mejores marcas cuando a la puerta tienes el contraste suficiente para no postergar la solidaridad. Era rico, podía compartir, pero no le dio la gana de hacerlo.
Ni mejora su hábitat
La pobreza es contagiosa porque puedes vestirte de púrpura mientras sangran de tristeza ante tu indiferencia. El rico vive para mostrarse, es una vedette del lujo que regresa a su soledad, se tapa la nariz al olor de las llagas, se aferra a sus propios desperdicios. No se siente llamado a modificar, organizar, mejorar el mundo donde vive; tiene todo para hacer de su hábitat confortable y acogedor, pero teme compartirlo.
Lázaro es un nombre propio que sólo espera la ayuda de Dios porque los de su lado no le dan. En la desgracia para el rico es anónimo, pero en el otro mundo, el rico sí le llama por su nombre, ya no lo discrimina, lo llama, pero para pedirle agua y reconocerle portador de un mensaje al que fue sordo e indiferente.
Cavando los propios abismos
Es así como se van cavando hondos abismos, la ambición crea distancias, el futuro se cierra, y pudiendo compartir terminamos con las llagas del pobre o con la sed insaciable del rico. Así son los errores de la vida, apagan las esperanzas y crean tormentos sin retorno. Debemos orar para que el orgullo no nos invada, si es así, aunque vengan Moisés y los profetas seguiremos siendo ‘ricos miserables’. Es decir, estamos llamados a potencializar nuestros dones humanos, nuestro corazón y nuestra mente por amor a los demás más que a uno mismo.
Cómo hablar de desarrollo en un país donde los ricos acumulan dinero de la corrupción, blanquean dinero del pueblo, la desigualdad se agudiza, la informalidad genera más ingresos, el estado vende las tierras de los pobres, la educación y la salud son costosas y de poca calidad, etc.
El ’ahora’ de la eternidad
La única fecha de inicio es ‘ahora’, la eternidad. Ninguna de las ideologías ha solucionado los problemas fundamentales de la humanidad, ni el capitalismo, ni el comunismo, la historia está llena de fracasos y guerras, el mundo sigue fragmentado. Por eso el papa Francisco en su Encíclica Fratelli tutti invitaba a globalizar la fraternidad, solidaridad y no la indiferencia. Jesús, siendo rico se hizo pobre y siendo Dios se hizo hombre, no propone ningún sistema social sólo el amor como acción revolucionaria ante el corazón egoísta.
Palabra del papa Francisco
¡Ignorar al pobre es despreciar a Dios! Ahora el rico reconoce a Lázaro y le pide ayuda, mientras que en vida fingía no verlo. —¡Cuántas veces mucha gente finge no ver a los pobres! Para ellos los pobres no existen … Ningún mensajero y ningún mensaje podrán sustituir a los pobres que encontramos en el camino, porque en ellos nos viene al encuentro el mismo Jesús.
(Audiencia General, 18 mayo 2016)
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 16, 19-31
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».
La parábola muestra el comportamiento antitético del rico y del pobre Lázaro, al que hizo referencia uno de los escritores más destacados del Siglo de Oro español en los siguientes términos:
A las puertas del rico avariento y gloton siempre es desprecio de sus umbrales el pobre, á quien no solo niega su mesa lo que tiene, sino lo que se le cae. No hubiera pobre sin socorro, si no hubiera avariento sin caridad.
«Empero venían los perros, y lamíanle las llagas.» Veis aquí los perros curando las llagas del pobre, y al rico acrecentándoselas. Veis aquí á Lázaro que convida á sus llagas a los perros, y al rico que niega de su mesa las migajas que da á sus perros. ¡Considerad cuánto peor y más rabiosa es la hambre avarienta que la hambre canina!10