IV Domingo del tiempo ordinario (A): "Bienaventurados …" Bienaventuranzas

Bienaventuranzas

Le sermon sur la montagne (El sermón de la montaña, 1895-1897), obra del francés James Tissot (1836-1902). Acuarela opaca sobre grafito en papel vitela gris. Museo Brooklyn.

 IV Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2022 - 2023 - (Ciclo A)

 9 claves de vida 

El cristianismo ha visto en las bienaventuranzas como la nueva constitución de fundación; es la nueva ley escrita ya no en tablas de piedra o pergaminos sino en el corazón. El corazón guarda su sed de libertad y amor, por ello puede resultar vulnerable, pero no hay nada mejor personalizado que tener una hoja de ruta desde el corazón del mismo Jesús al corazón del mismo hombre.

 

La primera estrategia es que cada bienaventuranza es un motivo de contemplación, plantea preguntas, las respuestas son complicadas y están siempre un paso adelante. Mucha fe.

 

La segunda estrategia es orar con cada bienaventuranza, dedicada a cada hombre en sentido pasivo, pero de lucha incansable; dirigida de manera personal, pero sin dejar de caminar en comunión, dirigida a la actitud ante la problemática cotidiana, pero sin dejar de proponer soluciones para acercarnos a lo divino.

 

  1. Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

El primer ejercicio de la vida es el de la fe. Los grandes santos y los mejores testimonios en la historia son de personas humildes. Humildes para aceptar que hay un Dios providente. Capaces de contemplar desde su corazón el Espíritu transformador e inspirador. ¿Si el Espíritu te inspira el amor, la fe y la bondad cómo no podemos tener esperanza en el Reino de Dios? 

 

2. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

Prueba a ofrecer tu corazón como si fuera una tierra fértil. Con humilde alegría, la contemplación adquiere fuerza porque tiene una meta: contemplar a Dios cara a cara. Esa es la gran alegría. La mansedumbre es la capacidad de vivir en paz. No es un mero quietismo, sino una continua profundización y cuidado del agricultor para hacer germinar la Semilla con los dones del mismo Dios, cual lluvia y sol, aire y agua, espíritu y vida.

 

En la virtud de la humildad podemos seguir el consejo de Santa Catalina de Siena"Oh Trinidad eterna, eres un mar sin fondo en el que cuanto más me sumerjo, más te encuentro, y cuanto más te encuentro, más te busco. De ti nunca se puede decir: 'Ya basta'" (Oraisons 22, 10).

 

3.    Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Llorar y llorar, suena a tragedia. Tenemos tantos abusos y tragedias que llorar huele a cobardía, no sensibilizarse a dureza e indiferencia. Sin embargo, nos hace falta llorar, tenemos muchos motivos: la soledad, el desamor, las frustraciones, los conflictos, etc. Quien llora es porque le queda sensibilidad, capaz de condolerse y alegrarse. Lloras cuanto se ausenta una persona amada, cuando muere un ser irremplazable. Tus ojos son esas ventanas que irrigan/fluyen caudalosas desde el manantial de tu alma. Piensa en la mujer que enjugaba sus lágrimas a los pies de Jesús, no dejaba de sufrir prejuicios, mala fama, marginación, ‘impureza’,… 

4.   Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Los cristianos no podemos quedar pasivos ante las injusticias. El hambre y la sed son la búsqueda de la justicia como alimento. ¿Cuál es tu actitud ante las injusticias? Identificarse con quienes buscan la justicia es luchar contra lo que nos trae las injusticias: inocentes condenados, educación costosa y de mala calidad, atención indigna de la salud, abusos de autoridades, robos de dinero, más pobreza, hambre, desigualdad social,…

5.   Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Las entrañas del mundo, de la naturaleza, del ser humano, están hechas por el amor del mismo creador. Por ello, tenemos esa capacidad para ponernos en los ‘zapatos de otros’. Compartir el dolor, la alegría, la misión, la aventura, el pecado, la tristeza, la duda,… Esa realidad nos lleva a no ser ligeros al juzgar, a la virtud de la prudencia, a escuchar con fina atención los problemas de quienes sufren, a decir con caridad lo que piensas, a buscar la verdad. Si nunca pasaste por un dolor de muela, si nunca pariste, sin nunca pasaste hambre, si nunca te decepcionaron, si nunca experimentaste la difamación, entonces quizá cometas el error de ser egoísta, de engañar, de difamar, …  

 

6.   Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

La virgen María guardaba las experiencias con su hijo Jesús en el cofre de su corazón. La transparencia, la honestidad, la disponibilidad es una garantía de la contemplación de Dios. Este trabajo de autentificar nuestros sentimientos es una tarea cotidiana. Además, el acto trasparentar nuestras intenciones es una proclamación de la riqueza que llevamos dentro. En un contexto de malas intenciones, los limpios de corazón serían protagonistas de transformaciones significativas en las personas y familias. ¿Cómo ver a Dios si maltratas a tu prójimo? En ese corazón, en esa identidad única y divina radica el derecho natural, la dignidad, los derechos inalienables. 

 

7.   Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Si eres una persona de paz vas en buen camino. Comenzar por la propia paz implica ya una higiene mental y emocional. La paz es también una acción perseverante en las relaciones humanas, el respeto y la cordialidad. La paz es una necesidad social. La paz teje relaciones, encausa posibilidades de desarrollo. ¿Quiénes no quieren la paz? Los que venden armas, los que ponen el dinero sobre el derecho a la vida, los gobernantes que enajenan los recursos de sus países y agudizan el hambre de sus compatriotas. La paz ya no la quieren las mentes atormentadas. La paz tiene un termómetro que se llama justicia humana, justicia social.

 

8.    Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Los perseguidos por la justicia tienen el coraje de ver más allá del telón mediático. La justicia es cada vez más escasa en las instituciones que deberían defenderla. Los poderes judiciales son tomados por los económicos y así los justos terminan encarcelados y los criminales acumulando dinero. La corrupción es un acto injusto que ha matado el futuro de muchas naciones.

 

Dios puede dar la fuerza al corazón de quienes luchan por la justicia, denuncian las injusticias, las evidencian, las dicen con la fuerza de la verdad. La justicia de Dios llega, la justicia en los tribunales está en un expediente del fondo, sigue ciega, también la tienen como reciclable, la usan para la injusticia.

 

La persona justa es un gran testimonio de que la paz y la verdad están presentes en su vida. En su corazón palpita Dios.  

 

9.   Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

La alegría del evangelio conlleva una actitud profética. Es de toda la vida. Es un testimonio a todas luces, ante los ojos de los demás, sin marcha atrás. Es la plena convicción de que las bienaventuranzas tienen un valor más grande, son la constitución fundamental de la vida de los cristianos. Son la ruta a seguir pese a todas las burlas, los insultos, los gritos. Hay una convicción de su valor fundamental sería de mucho aporte y nutritivo al corazón de quienes no las conocen o no las aceptan.

 

El Evangelio, es la Palabra de Jesús, es el camino, la verdad y la vida. Se oponen quienes se auto-proclaman dioses, les gusta embaucar y prefieren la muerte; dicho de otro modo, se oponen porque no les importa la dignidad, ni la vida, ni el futuro de la sociedad.

  

Palabra del papa Francisco

El mundo, con sus ídolos, sus compromisos y sus prioridades, no puede aprobar este tipo de existencia. Las “estructuras de pecado”[1], a menudo producidas por la mentalidad humana, tan ajenas al Espíritu de verdad que el mundo no puede recibir (cf. Jn 14,17), no pueden por menos que rechazar la pobreza o la mansedumbre o la pureza y declarar la vida según el Evangelio como un error y un problema, por lo tanto como algo que hay que marginar. Así piensa el mundo : “Estos son idealistas o fanáticos...”. Así es como piensan.

Si el mundo vive en base al dinero, cualquiera que demuestre que la vida se puede realizar en el don y la renuncia se convierte en una molestia para el sistema de la codicia. Esta palabra “molestia” es clave, porque el testimonio cristiano de por sí, que hace tanto bien a tanta gente porque lo sigue, molesta a los que tienen una mentalidad mundana. Lo viven como un reproche. Cuando aparece la santidad y emerge la vida de los hijos de Dios, en esa belleza hay algo incómodo que llama a adoptar una postura: o dejarse cuestionar y abrirse a la bondad o rechazar esa luz y endurecer el corazón, hasta el punto de la oposición y el ensañamiento (cf. Sab 2, 14-15). Es curioso, llama la atención ver cómo, en la persecución de los mártires, la hostilidad crece hasta el ensañamiento. Basta con ver las persecuciones del siglo pasado, de las dictaduras europeas: cómo se llega al ensañamiento contra los cristianos, contra el testimonio cristiano y contra la heroicidad de los cristianos.

(Audiencia General 29 de abril de 2022 )

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».


Pintura:

Le sermon sur la montagne (El sermón de la montaña, 1895-1897), obra del francés James Tissot (1836-1902). Acuarela opaca sobre grafito en papel vitela gris. Museo Brooklyn.

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