Ser los primeros sirviendo

Domingo XXV del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 9, 30-37) 23 de septiembre de 2012


¡A los últimos! los primeros


“Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el último de todos (...)”


“El Perú profundo” solemos decir para referirnos a los pueblos marginados de los proyectos de desarrollo. Aquellos a los que se accede a pie, a mula, en camión. Donde tienen un centro de salud y una escuela con personas técnicas y mal remuneradas. La lejanía geográfica parece refrendar la ausencia de expectativas políticas, económicas, incluso religiosas.

Estos pueblos son los últimos, aquellos merecedores de una atención primordial. Eso debe ponernos en el proceso de alejar de nuestro imaginario turístico que sólo dos o tres ciudades en el Perú son importantes, además del egocentrismo de la capital. El servicio no debería ser exclusivo, sino inclusivo, traspasar la frontera de lo que se pone como carátula para saber y conocer mejor lo que hay por dentro. ¿Alguna vez habrá un servidor que priorice el lado humano de la comunidad más pequeña de nuestro país? ¿Servir desde los más abandonados no será un gran gesto del servicio más allá de las cámaras?

Jesús pregunta: "¿De qué estaban hablando?" Sus discípulos hablaban de ser los primeros creyendo que él no lo sabía . ¿De qué hablamos al margen de Dios? ¿Será de ser los primeros en las encuestas, en las aulas, en el trabajo, en la comunidad,…? Jesús plantea una pregunta más allá del centralismo, del egocentrismo, de la primera plana, de la fachada. Ante la seriedad y profundidad de la pregunta no queda más que quedarse callados. No quiere una foto con fotoshop, sino una radiografía espiritual.
Quedarse callados para ir al “Perú profundo”, para entrar en lo más íntimo de nuestro ser, en lo más privado y sagrado para preguntarnos ¿Cómo queremos ser los primeros? Jesús nos dice por medio del servicio desde los últimos. Esa es nuestra misión: ¡A los últimos! los primeros en alistar maletas, mochila, vida, tiempo, amor,…

Sin el servicio no servimos a Dios, sin Dios servimos a lo que mata. Si servimos a la muerte descuartizamos a nuestro país, sus leyes, la persona humana, sus voces, sus signos de los tiempos,…

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