Vengan a descansar, a comer, a beber, a recibir amor...

“ Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco ”


La caza era una de las actividades divertidas en mi infancia. Caminábamos tardes enteras, al borde del río pequeñas piedras redondas eran nuestras municiones para alcanzar algún pájaro distraído o para romper los bolcillos de nuestros pantalones. Nuestra propina por la fiesta del pueblo servía para comprar

una “huaraca” o un “jebe” que enlazado a un cuero de en forma de rectángulo, llamada “badana”, llevaba la piedra. 

El “jebe” era tan necesario para los niños campesinos, como el celular hoy, te defendía de algún perro bravo, y era un arma que ponía a prueba tu fortaleza y puntería. Sin embargo, el “jebe” es de caucho, en el contacto con el agua se va partiendo, entonces se rompía y necesitaba ser atado con rafia. Por lo general, en el campo hay muchas pencas, con los dientes se jalaba de la espina que arrastraba fibras y se convertían en un hilo muy fuerte.

Cada vez, el jebe se iba acortando, por el uso o el desuso llegaba a ser inservible. En realidad, nuestra arma se rompía, no sabíamos para qué matar a un pájaro indefenso, los defensores de animales nos enjuiciarían, pero como casi no se ven en las zonas rurales, muchos niños siguen la diversión. Es el gran mundo quizá de dos kilómetro arriba y dos hacia abajo.

Conocíamos los lugares y temporadas de algunos pájaros. Todos unos estrategas. Las palomas en los trigales, los zorzales en el invierno, los ruiseñores (“indio pishgo”) al caer la noche, el colibrí (“quinde”) en las flores, etc. Estas eran coordenadas de localización cuando nos buscaban nuestras madres. Y ni hablar de las huertas abandonadas, las encantadas o embrujadas, las prohibidas, las que tenían cerco eléctrico, o las que nos sorprendían con perros bravos, … 

La caza, las pozas de agua en el río, los poro-poros maduros, el capulí en los árboles, el sauco y las moras que nos teñían la ropa, (signo de un grito de mamá), etc. En su conjunto, alimentaban nuestra imaginación, nos llevaba a lugares plácidos, a reconocer: el sol de la tarde, el croar de los zapos antes de la lluvia, los cantos de los pájaros e insectos que anunciaban la hora del regreso a casa. Toda esta diversión era interrumpida por el tiempo de estudios. 

Los estudios que nos lleva a madrugar, a bañarse, a vestir el uniforme, aunque sin zapatos. Sentir que alguien se preocupa porque descanses, por tus estudios, te orienta la vida, te enseña. Valores como la responsabilidad, la compasión, el amor,.. Fluye en la propia vida, aunque sea de dos kilómetros por lado. En el límite, un paraíso!


https://www.youtube.com/watch?v=Z2KRIXG8K4U

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