XV Domingo del tiempo ordinario (C): No preguntes quién es tu prójimo… sé tú el prójimo
El Buen Samaritano y la verdad que no queremos mirar
“Señor, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”
“¿Y quién es mi prójimo?”
Las preguntas del maestro de la ley a Jesús suenan legítimas, pero ocultan una intención: justificarse, salir bien parado, mantener intacto su esquema de valores.
Jesús no le responde con teoría, sino con una historia que incomoda y desarma. Una historia que hoy, dos mil años después, sigue cuestionando nuestro cristianismo y nuestra humanidad.
La parabola del buon samaritano illustrata dai bambini.
XV Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)
Caminar de largo: una costumbre peligrosa
La parábola del Buen Samaritano no es una lección moralista. Es una denuncia a todas las veces que caminamos de largo frente al dolor ajeno.
Los rostros modernos de los que “pasaron de largo” son muchos:
· Gobiernos que expulsan inmigrantes pobres y cierran fronteras.
· Comunidades que excluyen por raza, clase o religión.
· Iglesias que clasifican quiénes son "más dignos" y quiénes no.
· Influencers que enseñan a ocultar el sufrimiento, porque “nadie tiene tiempo para tus dramas”.
Mientras tanto, el prójimo sigue tirado al borde del camino, herido por la indiferencia, el egoísmo, el clasismo y la frialdad.
¿Quién es mi prójimo… o mejor dicho: qué hago por él?
La pregunta “¿quién es mi prójimo?” hoy no es tanto una duda, sino muchas veces una excusa para evadir responsabilidad.
Después de siglos de cristianismo y de la proclamación de los Derechos Humanos, no saber quién es el prójimo es una trampa mental para no actuar.
Lo que Jesús propone no es buscar una definición, sino una actitud:
“Haz tú lo mismo y vivirás.”
El prójimo no es el que piensa como tú, ni quien te cae bien.
El prójimo es todo aquel que necesita ser amado, acogido y sostenido.
La clave no está en identificarlo, sino en convertirte tú en un verdadero prójimo.
El costo del amor verdadero
El samaritano no solo tuvo compasión.
Se manchó, se detuvo, tocó las heridas, sacó dinero, pagó por un desconocido, aseguró su futuro.
¿Estás dispuesto a hacer lo mismo?
¿A renunciar al juicio, al cálculo, a la comodidad?
Jesús no pide que sientas lástima. Pide que actúes con amor encarnado.
Y ese amor cuesta: tiempo, esfuerzo, dignidad, dinero, descanso.
Pero solo ese amor te pone en camino hacia la vida eterna.
Una historia que desestabiliza al orgulloso
Quien hizo la pregunta a Jesús quedó, probablemente, herido en su orgullo.
La parábola del Buen Samaritano derriba la balanza moral de los “buenos”, de los religiosos que cumplen pero no aman, de los que saben mucho pero no se manchan por nadie.
La invitación no es a admirar la parábola, sino a encarnarla.
A dejar de preguntar quién lo merece, y ponerse al servicio de quien lo necesita, sin condiciones.
Preguntas que valen la pena repetir hoy
¿A quién ayudé esta semana?
¿De qué dolor ajeno me hice cargo?
¿Estoy dispuesto a actuar como el Samaritano… incluso por alguien que no conozco?
La parábola no necesita explicación, sino conversión.
No es solo un texto, es un espejo.
Y tú, ¿sigues preguntando quién es tu prójimo… o ya empezaste a serlo?
Palabras del Papa Francisco
"Esta parábola es un regalo maravilloso para todos nosotros, y ¡también un compromiso! A cada uno de nosotros, Jesús le repite lo que le dijo al doctor de la Ley: «Vete y haz tú lo mismo» (v. 37). Todos estamos llamados a recorrer el mismo camino del buen samaritano, que es la figura de Cristo: Jesús se ha inclinado sobre nosotros, se ha convertido en nuestro servidor, y así nos ha salvado, para que también nosotros podamos amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado, del mismo modo."
(Audiencia General, 27 de abril del 2016)
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 10, 25-37
En aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?».
Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».
El respondió:
«“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza” y con toda tu mente. Y “a tu prójimo como a ti mismo”».
Él le dijo:
«Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida».
Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús:
«¿Y quién es mi prójimo?».
Respondió Jesús diciendo:
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”.
¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».
Él dijo:
«El que practicó la misericordia con él».
Jesús le dijo:
«Anda y haz tú lo mismo».
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