XXV Domingo del tiempo ordinario (C): La fidelidad en lo poco y en lo mucho
“Si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?”
Hoy un administrador está en crisis al saber que perderá el trabajo y la reputación (ya venida a menos), se ingenia humanizándose a base de actos de misericordia y justicia. Administrar todo el tesoro regalado por Dios es nuestro desafío personal.
Grabado de la parábola por Jan Luyken
XXV Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)
El administrador en crisis
El evangelio nos presenta a un administrador que, al descubrir que perderá su trabajo y su reputación, se ingenia un plan. No busca salvarse con más trampas ni con más poder, sino que empieza a humanizarse a través de gestos de misericordia y justicia. En medio de la crisis, opta por un cambio de rumbo.
Administradores deshonestos
A lo largo de la historia, hemos conocido demasiados ejemplos de administradores corruptos: desde quienes desangran el tesoro público hasta los “ladroncillos” en comunidades pequeñas. El gran pecado es siempre el mismo: robar lo que pertenece a los pobres y a los bienes comunes.
Robar no siempre significa meter la mano en una caja fuerte. También se roba cuando se manipulan los precios, se sobrevaloran proyectos, se busca favorecer a unos pocos a costa de muchos. Algunos aparentan ser hábiles: siempre tienen pérdidas hasta que sienten peligrar su puesto, y de repente aparecen mágicamente las ganancias. Sagaces sí, pero en la mentira, una política falsa y complicidad implícita.
La sagacidad del Evangelio
Por eso la parábola resulta desconcertante: ¿cómo un administrador tramposo puede servir de ejemplo? Jesús no alaba la corrupción, sino la sagacidad puesta al servicio de un nuevo horizonte. El administrador descubre que lo único que puede garantizar su futuro no es el dinero acumulado, sino las relaciones humanas, la misericordia, la amistad.
Jesús nos muestra que la sagacidad, la inteligencia práctica, debe ir unida a la justicia y a la solidaridad. El verdadero administrador es aquel que, en vez de encerrarse en la avaricia, se abre al perdón, al servicio, a la generosidad.
Dios, el verdadero Dueño
El Dueño de la parábola es Dios mismo, que nos ha confiado todo: la creación, la inteligencia, los sentidos, la vida, el prójimo, los bienes materiales y espirituales. La gran pregunta es inevitable:
¿Qué clase de administrador soy de lo que Dios me ha confiado?
¿Me mueven la avaricia, la ambición y el egoísmo, o la generosidad, la justicia y el servicio?
Un día el Dueño pedirá cuentas. Entonces no servirán las acumulaciones ni las excusas. Lo único que tendrá valor será la fidelidad en lo pequeño, la capacidad de haber administrado con justicia, la huella de misericordia que dejamos en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra comunidad.
Una pregunta para el corazón
Hoy el Evangelio nos deja una cuestión sencilla y al mismo tiempo radical:
¿Cuáles son los intereses que guían la administración de mi vida?
Palabra del Papa Benedicto XVI
"La lógica del lucro aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica del compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia un desarrollo equitativo, para el bien común de todos.En el fondo, se trata de la decisión entre el egoísmo y el amor, entre la justicia y la injusticia; en definitiva, entre Dios y Satanás. (…) Hoy, como ayer, la vida del cristiano exige valentía para ir contra corriente, para amar como Jesús, que llegó incluso al sacrificio de sí mismo en la cruz. Así pues, parafraseando una reflexión de san Agustín, podríamos decir que por medio de las riquezas terrenas debemos conseguir las verdaderas y eternas. En efecto, si existen personas dispuestas a todo tipo de injusticias con tal de obtener un bienestar material siempre aleatorio, ¡cuánto más nosotros, los cristianos, deberíamos preocuparnos de proveer a nuestra felicidad eterna con los bienes de esta tierra! ".
(Benedicto XVI – Celebración eucarística en la Plaza delante de la Catedral de Velletri en ocasión de la Visita Pastoral a la diócesis suburbicaria de Velletri-Segni, 23 de septiembre de 2007)
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 16, 1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pus mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dijo:
“Aquí está tu recibo, escribe ochenta”.
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
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