XXVI Domingo del tiempo ordinario (C): “El abismo de la indiferencia y el nombre de Lázaro”

“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”

Un hombre rico ignoró a Lázaro: no compartió su pan, no alivió sus heridas, no lo miró como hermano. Lázaro fue su oportunidad de acortar distancias y ganar la vida eterna, pero su indiferencia cerró el futuro.

Lázaro y el rico Epulón

Lázaro y el rico Epulón. Bassano Leandro.

XXVI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

El cuadro de Leandro Bassano muestra a Lázaro, los perros le están lamiendo sus llagas, desde una esquina mira el resto del cuadro concentrado en la comida, la bebida, la música, con sus miradas en sus propios quehaceres, con vestimentas elegantes, ningún ojo se dirige a Lázaro.

Los ricos siempre negocian

La riqueza se protege y se multiplica, genera poder y abre puertas. El rico de la parábola quiso seguir negociando incluso después de la muerte: primero pidiendo un alivio personal, luego un favor para sus hermanos. No entendió que la vida eterna no se compra, se construye con compasión y justicia.

El rico es culpable de indiferencia

No es la riqueza en sí el problema, sino la indiferencia. Lázaro, el pobre, fue reconocido en la tierra y en el cielo. El rico conocía su nombre, pero lo usó solo cuando le convenía. El abismo que lo separaba de Lázaro era el reflejo de un corazón endurecido: entre su mesa llena y el hambre ajena, entre el egoísmo y la misericordia, entre el tormento y la paz.

Los abismos actuales

Hoy también hay abismos: entre ricos y pobres, entre educación de calidad y abandono, entre acceso a la salud y exclusión, entre quienes promueven la paz y quienes alimentan la guerra, entre quienes cuidan la casa común y quienes la destruyen por ambición. Todos nacen de la misma raíz: indiferencia, egoísmo y fe superficial.

El desafío

Lázaro tiene nombre. Es tu vecino, tu compañero de trabajo, el migrante que cruza la calle, la familia que no llega a fin de mes. No podemos resolver toda la pobreza del mundo, pero sí podemos superar el individualismo y compartir nuestro pan, nuestra escucha, nuestra fe. Esa es la forma de tender puentes donde hoy hay abismos.

Palabra del Papa Francisco

"Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico."

Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2017


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:

«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.

Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.

Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.

Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.

Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:

“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.

Pero Abrahán le dijo:

“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.

Él dijo:

“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.

Abrahán le dice:

“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.

Pero él le dijo:

“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.

Abrahán le dijo:

“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».


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