Homilía y Reflexión

Homilía para "Reflexionar la vida terrena a la luz de la Sagrada Escritura"

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“Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”

Jesús no solo cura, también salva. Diez leprosos fueron sanados, pero solo uno regresó agradecido, descubriendo en Jesús al Salvador. La verdadera fe no se queda en recibir favores, sino que nace de la gratitud y se arraiga en el amor que transforma la vida. La pregunta queda abierta: ¿nos conformamos con ser curados… o buscamos también ser salvados?


Jesus Healing the Leper by Jean-Marie Melchior Doze

XXVIII Domingo del tiempo ordinario (C) 


Ser curado y no salvado

Durante la etapa más dura de la pandemia del Covid-19, cuando la muerte golpeaba con más fuerza, muchos no podían dar cristiana sepultura a sus seres queridos. Aun con el dolor en el corazón, se comprendía a quienes no reclamaban el cuerpo de un familiar por miedo al contagio. Aquella experiencia nos dejó una herencia: hoy somos más cautelosos para dar la mano o un abrazo fraterno. La prevención, necesaria en su momento, se convirtió poco a poco en hábito. Pero también, sin darnos cuenta, fue abriendo paso a otra pandemia silenciosa: la soledad; evitar a los demás.


Jesús y los leprosos

¿Qué escandalizó en la relación de Jesús con los leprosos?

Que no los saludaba desde la distancia de un altar, ni subido a una roca, ni desde la altura de su majestad divina. Jesús se acercaba. Escuchaba el grito de los leprosos y respondía. Era el Pastor que huele a oveja, el que no teme mancharse con la miseria de los suyos.

Cada uno de nosotros puede identificarse con aquellos leprosos y gritar: “Jesús, ten compasión de mí”. Y lo asombroso es que Él viene, escucha, habla contigo, te muestra un camino de sanación y después te deja libre. No te obliga a ser agradecido. Simplemente te devuelve la dignidad, te incluye.


¿Qué significa ser sanado por Jesús?

Significa recuperar la igualdad perdida, volver a ser parte de la familia, de la comunidad, de la asamblea. Es volver a tener lugar en la sociedad y ante Dios.

Los discípulos de Jesús también necesitaban aprender esto. Querían orar mejor, tener más fe, seguir al Maestro, pero muchas veces lo hacían de forma mecánica, sin comprender a fondo. El evangelio los coloca en camino, no desde Galilea hacia Samaria, sino al revés: primero Samaria, luego Galilea. Como si dijera: el verdadero camino del discipulado empieza en la periferia, en la tierra de los despreciados, en los que adoran a Dios en otro monte.

Así, los discípulos —y nosotros— estamos llamados a aprender de la fe confiada de los leprosos y de la gratitud inesperada del samaritano.


Nueve curados, uno salvado

La pregunta resuena: ¿Solo uno volvió agradecido?

Nuestro prejuicio rápido juzga a los nueve ingratos. Pero el texto nos invita a mirar más profundo. Jesús mismo, el único Salvador, caminaba espiritualmente solo, sus discípulos no comprendían bien su misión en Jerusalén. Los nueve cumplían la Ley, volvían a los suyos, seguían su tradición. Pero lo hacían desde prejuicios que, aun sanados, no les permitían reconocer al Salvador.

Solo uno rompió esquemas. Volvió sobre sus pasos, se arrodilló, alabó a Dios y reconoció en Jesús no solo a un sanador, sino al Hijo de Dios. Fue curado, sí, pero sobre todo fue salvado.

Y aquí se nos plantea la pregunta incómoda:

- ¿Somos de los que reciben favores pero se olvidan del Dador?

- ¿De los que han sido curados, pero no buscan la salvación?

- ¿O de los que, agradecidos, reconocen en Jesús al Salvador y abren la vida a su amor?


La lepra de hoy

Te suena: evitar a los demás, auto-referencia, corrupción,... La lepra no siempre es visible. A veces se manifiesta en heridas interiores: baja autoestima, soledad, depresión, incapacidad de creer en nosotros mismos. Otras veces somos nosotros quienes “leprosamos” a los demás con miradas que juzgan, con comunidades que marginan, con estructuras religiosas que prefieren la tradición muerta al soplo del Espíritu, o incluso, las que han perdido el mínimo espíritu original.

Lo triste es que, en el camino de Samaria a Galilea, los que se llaman creyentes muchas veces han ahogado el oxígeno de la fe viva bajo el peso de lo acostumbrado: “siempre se ha hecho así”. Jesús, en cambio, abre caminos nuevos.


Encontrarse con Cristo en la lepra

“Y le salieron al encuentro unos leprosos” (Lc 17,12). En otra ocasión, “Jesús tocó al leproso” (Lc 5,13). Él se deja encontrar en el umbral más oscuro del sufrimiento humano. Desde la cruz, nos invita a buscar su rostro en los enfermos, en los descartados, en quienes sufren.

San Juan Pablo II lo decía con fuerza: el ejemplo de Cristo debe animarnos a perseverar en la cercanía, incluso allí donde el miedo o los prejuicios levantan muros. Aunque nuestros esfuerzos parezcan inútiles, no debemos desistir. El grito de los leprosos —“¡Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros!”— sigue resonando hoy en tantas formas de exclusión.

La pregunta final queda abierta para nosotros:

¿Queremos ser solo curados… o también salvados?

 

 Palabra del Papa Benedicto XVI

“Ante todo, nos permite pensar en dos grados de curación:  uno, más superficial, concierne al cuerpo; el otro, más profundo, afecta a lo más íntimo de la persona, a lo que la Biblia llama el "corazón", y desde allí se irradia a toda la existencia. La curación completa y radical es la "salvación". Incluso el lenguaje común, distinguiendo entre "salud" y "salvación", nos ayuda a comprender que la salvación es mucho más que la salud; en efecto, es una vida nueva, plena, definitiva.”

Benedicto XVI - Ángelus - Plaza de San Pedro - Domingo 14 de octubre de 2007

 

Evangelio según Lucas - Lucas 17, 11-19

En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”.

Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra.

Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ese era un samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?” Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.

Pintura:

  • Jesús sanando al leproso

  • Jesus sana al leproso



“Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”

La fe auténtica convierte lo imposible en posible y da sentido al servicio sin recompensa. Ser “siervos inútiles” es aprender a amar sin esperar, confiando en que Dios hace fecundo lo pequeño.
Jesús Servido

Cristo servido por ángeles. Coello, Claudio. Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado

XXVII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

Lo imposible de la religión: “sin fe”

Acércate a Dios y atrévete a pedirle lo imposible. ¡Es tu oportunidad!
Jesús dice que basta una fe del tamaño de una semilla de mostaza para mover montañas. Parece absurdo: ¿quién podría ordenar a un árbol que se arranque y se plante en el mar? Sabemos que en el agua salada hay vida, pero no es el lugar natural de los árboles frondosos. Sin embargo, el Evangelio no habla de botánica, sino de confianza: la fe hace posible lo que parece inverosímil.

Un servidor que no espera recompensa

La misión del servidor es servir; la del amo ser servido.Cada uno cumple su papel sin conflicto. Pero enseguida surgen las objeciones: ¿no somos todos iguales?, ¿no debe el amo servir también?, ¿no sería justo recibir una recompensa?, (escribe si se te ocurre otras).
Estas preguntas revelan nuestra tensión interior entre el mérito y la gratuidad. Jesús nos propone otra lógica: servir sin calcular, amar sin esperar, trabajar sin reclamar.

Lo inusual, ¿tiene sentido?

Si al caer la noche sientes que has hecho lo que debías, y estás en paz con Dios, con los demás y con la casa común, entonces saboreas la alegría del deber cumplido.
El ruido de sentirte “siervo inútil” se apaga. Descubres que, aunque parezca poco, has respondido al llamado que Dios te confió.
De servicio en servicio, de gracia en gracia, aprendes a vivir sin esperar nada del amo… porque, en el fondo, ya lo tienes todo.

Siervos inútiles, inolvidables

Piensa en aquel día en que volviste cansado y tu madre, también agotada, te ofreció una cena caliente.
O en esa persona que te dio una palabra, un pan o un gesto, sin obligación ni recompensa. Fue un “siervo inútil” a los ojos del mundo, pero muy útil en el corazón de Dios.
Tal vez tú también lo has sido, cada vez que sirves desde la fe y confías que una pequeña semilla puede mover montañas. Que esa fe pequeña te puede llevar a gozar del Reino de los cielos.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 17, 5-10

En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor:
«Auméntanos la fe».
El Señor dijo:
«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:
“Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería.
¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”?
¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”?
¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid:
“Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

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Hola, soy Javier Abanto. Escribo reflexiones, vivencias y anécdotas. Publico artículos de teólogos y poetas. Estudie teología y comunicación. Desde el 2005 me dediqué a la docencia universitaria y a la gerencia de emisoras de corte cultural y religioso. La vida necesita de alegría y esperanza. Necesitamos a Dios en nuestra vida.
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¿Qué es "Luciérnaga"?

"Luciérnaga" Surge para expresarme de manera sencilla. Las luciérnagas remiten a mi origen rural - andino. Son visibles al caer la noche y hacen volar la imaginación con sus luces intermitentes, propias y naturales.

Luciérnaga se dirige a las personas de buena voluntad que buscan vivir con justicia y paz. Necesitamos del humor y la alegría. Y, sin duda, el mundo necesita de Dios.

Gracias por leer y compartir, no olvides comentar.

Javier Abanto Silva
javierabantosilva@gmail.com

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