XXIX Domingo del tiempo ordinario (C): "Orar sin cansarse: cuando la justicia tarda, Dios no calla”

“Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?”


En los esfuerzos de cada día te llega este mensaje poderoso para avivar tu interioridad y perseverar en la oración. Y, como nunca, necesitamos orar por la justicia, para que Dios llegue a esos corazones que no temen a Dios ni les importa el ser humano.

Ilustración de la Parábola del juez injusto (Lucas 18:1-9), realizada por John Everett Millais para la obra The Parables of Our Lord (1863).

XXIX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)


Orar por los seres humanos que conoces

En tu oración, piensa en las personas que Dios ha puesto en tu vida: las que te animan y también las que te ponen a prueba. Aquellas personas que llegaron a tu vida como un regalo, incluso, podrías decir, como un desafío; focalízalas en tu vida. Encuentras diversidad de caracteres y de cómo valoran la amistad. En primer lugar, tómalo como una experiencia de aprendizaje, dale siempre el calor edificante, la conciencia de que hay aspectos que no están en tu mano modificarlas, sólo Dios tiene ese poder. En segundo lugar, valóralo, Dios te las puso por algo, todas son parte de tu camino espiritual. Aprende de cada una, valora su presencia y pregúntale a Dios:  “¿Qué quieres enseñarme a través de esta persona?”; puedes decir: “quien encuentra un amigo o amiga encuentra un tesoro”.

Tal vez recuerdes a quienes te buscan sólo cuando necesitan algo, o a quienes se alejan en tus momentos difíciles. No dejes que eso apague tu oración. Orar por los demás, incluso por los ingratos, te hace libre y te acerca más al corazón de Dios.

Tu Dios es como tus amigos

La parábola quiere indicar justamente que no tratemos a Dios como un amigo interesado o malagradecido. Si Dios escucha sólo peticiones, no consultas, ni conversaciones de discernimiento, se sentirá como tú cuando te sientes utilizado.

¿vale la pena orar a Dios? ¿es importante orar por tus amigos, incluso los más utilitaristas? 

La oración se compone de palabras que salen de tu corazón, de manera espontánea. Para ello necesitas decirlas en silencio, ante el Santísimo, en un momento propicio. No son palabras mágicas ni una clave secreta para obtener favores. Tus dones de orador (de oratoria) no son necesarios para ser orante, hacer oración.

Puedes orar por los duros de corazón, los indiferentes, los heridos y no sanados, los orgullosos, los que han perdido el sentido de humanidad.

Postergas a Dios y Dios no te posterga

La perseverancia en la petición al Juez nos indica cómo la insistencia capta la atención. Es casi normal, parece un juez perezoso, no quiere salir de su confort. Es un juez que gestiona la justicia, de manera soberbia, no le interesa ejecutarla, y menos si se trata de una viuda paupérrima.

La petición de la mujer es justa, el juez no tiene razones para postergarla; pero una viuda no tiene el poder de un pueblo unido, está desprotegida, víctima frecuente de abusos. 

Las personas que no se interesan en Dios ni reconocen la dignidad del ser humano, de su prójimo, tienen ese complejo dañino para la sociedad y para su propio espíritu; aunque lo quieran anular, Dios habita en lo profundo de su conciencia, y en algún momento reaccionarán.

Finalmente el juez responde con asco, desnaturalizando su función; es realmente el juez que hace justicia pero que no es justo. Eso es la tragedia de la soberbia. Jesús lo pone claro: si este juez con un corazón más duro que la piedra respondió, cuanto más responderá Dios que te ama tanto, que entregó su vida por ti. 

Oración por la Justicia y la paz

Los jueces perezosos no quieren construir humanismo. Necesitamos perseverar, insistir en nuestras oraciones. Los jueces traducidos en líderes mundiales nos están dando muchas largas para construir una sociedad justa, sin corrupción, sin violencia. 

Persevera. Insiste. Confía. Las oraciones verdaderas siempre llegan, aunque sea al último instante.

¿Cuál es tu plegaria más profunda  hoy?

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Palabra del papa Francisco

“La viuda que se dirige al juez para que la ayude a obtener justicia. Este juez es corrupto, es un hombre sin escrúpulos, pero al final, exasperado por la insistencia de la viuda, decide complacerla (cfr. Lc 18,1-8). Y piensa: “Es mejor que le resuelva el problema y me la quito de encima, y así no viene continuamente a quejarse delante de mí”. Esta parábola nos hace entender que la fe no es el impulso de un momento, sino una disposición valiente a invocar a Dios, también a “discutir” con Él, sin resignarse frente al mal y la injusticia.”

Audiencia General, 11 de noviembre de 2020 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle:

“Hazme justicia frente a mi adversario”.

Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo:

“Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».

Y el Señor añadió:

«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».


Ilustración de la Parábola del juez injusto (Lucas 18:1-9), realizada por John Everett Millais para la obra The Parables of Our Lord (1863). En ella, una viuda arrodillada pide la atención de un juez quien, sentado en su lujoso asiento y medio hundido en cojines, mira en otra dirección. Alrededor del juez se encuentran varios secretarios, uno de los cuales busca disuadir a la viuda para que desista de su petición.


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