Domingo V de Pascua – Ciclo B (Juan 15, 1-8) – 6 de mayo de 2012






“Yo soy la vid y ustedes son las ramas”

Hace 50 años el Perú se llenaba de alegría y alababa a Dios: “¡Tenemos Santo Peruano, ya tenemos santo peruano!”. Se refería a San Martín de Porres (1579-1962), el Papa Bueno Juan XXIII le proclamaba Santo, en Roma, un domingo como hoy. En 1962 también se convocaba al Concilio Vaticano II, de gran importancia para la iglesia y el mundo.

El Santo Padre, Juan XXIII en su homilía resaltó la forma como la gente sencilla amaba a nuestro santo mulato: “Martín de la caridad". Este cariño se refiere precisamente al vino verdadero que predicaba, lo esperaban con alegría, y en las comunidades paupérrimas promovía la fraternidad y solid aridad.

San Martín es un claro ejemplo de cómo la santidad viene del cielo para mostrarnos la gloria de Dios. Era un místico, llegaba al éxtasis verdadero de la contemplación a Dios, no al que acaba en depresión y resaca.

San Martín era un místico que llegaba a la levitación. La cruz de Jesucristo en el altar mayor de la Basílica del Rosario, el crucifijo de la Sala Capitular del Convento Santo Domingo, el silencio del Convento María Magdalena, los árboles que le rodeaban y los jardines de Amancaes en la ciudad de los Reyes entre otros lugares eran estaciones necesarias para la oración, para beber del vino verdadero.

Naturalmente, los vasos comunicantes con la Cruz de Cristo eran tan íntimos que también se destaca por la penitencia (oración, penitencia y cilicio). Es muy conocida y tiene varios testigos oculares de su amor a la oración frente a la cruz, a la virgen y naturalmente frente al altar mayor con la irada fija en el santísimo. Unido así a la vida en la acción y en la contemplación, San Martín nos ha mostrado los frutos de la vida abundantemente.

En este mundo en el que la esterilidad de nuestro corazón nos hace sentirnos solos y deprimidos, San Martín nos mostró una forma de vivir las virtudes de la caridad, la humildad y la íntima seguridad para reposar la cabeza en nuestro Dios misericordioso. Tan de moda la política de inclusión (“exclusión”), Martín de Porres vivió en carne propia la exclusión y supo incluir a gente de todo nivel social a la misión de la bondad.

Jesús, así como a San Martín, nos invita a estar unidos a él en todo lo que hacemos; a buscar y hallar su presencia a cada instante, en cada paso que damos, en cada acción que emprendemos, en cada decisión que tomamos. Permanecer unidos a Él en la vida toda, en los momentos de pasión y en los tiempos de resurrección. Sólo así, como los pueblos, podremos seguir viviendo y no desaparecer...

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