XXV Domingo del tiempo ordinario (C): "Gánense amigos con el dinero injusto"

Tenemos que reconocer a un administrador trabajador, aunque para la injusticia, pero con mayor ahínco para ser agradable a Dios y a los hombres.



El cambista y su mujer, de Quentin Massys. Museo del Louvre, París (Francia)

El administrador astuto
Homilía XXV Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)


Hola, Tú eres un administrador y seguro conoces varias situaciones. ¿Has escuchado esta frase: “Métete con todo, menos con mi bolcillo”? Presta dinero y conocerás a la persona cuando la cobres; cómo se administra el dinero en tu familia (“sólo de amor no se vive”), cómo administran el dinero los ancianos (ahorran y no comen), quiénes les quitan su dinero a los ancianos (hijos vividores, caja de pensiones). Aclárate: San Pablo decía que debemos alimentarnos con el sudor de nuestra frente, ‘no con el sudor del que tenemos al frente’; la manipulación emocional y el aprovechamiento es nuestra gran pobreza que lleva consigo el delirio de acumulación y la obsesión por el dinero.

Entonces, queda al menos claro: la obsesión por el dinero unida a la permanente insatisfacción, no te hace libre. Mira la historia, los bienes materiales por abundantes no han cubierto las necesidades humanas. 

Los que dicen ser ricos “hablan como quieren”, pero al hablar muestran sus miserias. Hoy, los grandes filósofos de la economía mundial no logran superar la pobreza, todavía miles de niños y personas mal nutridas siguen atrapados en la pobreza.

Un administrador obsesivo por el dinero pierde la brújula del producto de calidad que debe brindar. Abusa del neuromarketing. Su punto de referencia satisfactorio es el volumen de la ganancia y no la satisfacción del cliente. Por ello, es capaz de minar su mercado con publicidad engañosa, sobre costos, malos productos.

Además, el administrador lleva ese eslabón arrastrando en su vida: acumular. Tendrá plata y seguirá siendo pobre. Ya no es confiable, hace sus negocios secretos. Egocéntrico: se compra todo con filosofía consumista, la marca del mercado, la belleza externa con ojeras de infeliz. Va matando la solidaridad, es capaz de exprimir a los que están a su lado porque su fachada es de ‘pobre material’ (de seguro también “espiritual”). Además, es muy difícil que este administrador deje el negocio, su cerebro parece tener conexión wi-fi a su carta de crédito. En sus pensamientos no está el compartir un helado, menos dar un regalo (suele dar cuando hay ofertas); compartir significa en su obsesión: “fuga de capital”. Es asceta y maniqueo con los demás.   
  
Si sigues la cadena: obsesivo por el dinero, eterno insatisfecho, victimario o víctima de la injusticia, ciencias económicas fracasadas, egocéntrico, poco solidario, etc. 

Estimado amigo, te he descrito la vida vergonzante de un administrador injusto. ¿Por qué Dios le premia? Para nuestro criterio, me aterra ser algo parecido (lo soy), pero abre una ventana: el administrador revisa sus ahorros y le da miedo el desamor y la vergüenza de volverse pobre; entonces comienza a capitalizar a sus víctimas. Se reconcilia con ellos, renegocia las deudas. Los capitales limpios de injusticia por su mismo verdugo comienzan a ser abundantes, aliviando de las deudas. 

Tenemos que reconocer a un administrador trabajador, aunque para la injusticia, pero con mayor ahínco para ser agradable a Dios y a los hombres. Salió de esa faceta maniquea y acética para ser un discípulo de Jesucristo o quizá sólo lo que le conviene.


"No se puede servir a Dios y al dinero"


 Homilía y Reflexión, 


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 16, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Un hombre rico tenía un administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
–¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.
El administrador se puso a echar sus cálculos:
– ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo, y dijo al primero:
¿Cuánto debes a mi amo?
Este respondió:
– Cien barriles de aceite.
El le dijo:
– Aquí está tu recibo: aprisa, siéntate y escribe «cincuenta».
Luego dijo a otro:
– Y tú, ¿cuánto debes?
El contestó:
– Cien fanegas de trigo.
Le dijo:
– Aquí está tu recibo: Escribe «ochenta».
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro quién os lo dará ?
Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.


Homilía y Reflexión, 

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