Domingo XXX Ordinario – Ciclo A (Mateo 22, 34-40) – 23 de octubre de 2011
“Amarás al prójimo como a ti mismo”
¿A quién amamos? ¿Por quién me siento amado?
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNwN435hnw8UAKIj37mqAh8oBUbOFjSBwA3VpQyCmsHIITyRAuvZRET4_fekIk__9Wog7jSkl_j0tapr4sdbIyT5SqQIXn-anQfEdogy7p1ZmTa-lrrUy9l4DywTFkJbJfLWUcyjNoO-wB/s320/dios+es+amor.png)
El amor del que habla Dios está relacionado con el prójimo. Este amor mata todo afán egocéntrico, dominante, controlador,… ese llamado “amor” que es presionado con el puño se ahoga o escapa ante una realidad sofocante. Amar entonces sugiere respetar y valorar a la otra persona, con sus fortalezas y debilidades.
¿Qué hay en mí como para ser una referencia del amor al prójimo, y por tanto a Dios? De él viene y a él va. Existe la capacidad, la intención, alguna ilusión, intuición de algo bonito, quizá complemento; es romántico hasta que la realidad le da su verdadero temple.
El amor es una iniciativa de Dios, nos sigue amando, nos invita a amar. El amor y la fe son una buena combinación para avivar el alma, y tan fuertes como el rechazo y la desconfianza para matarlo.
El amor es una experiencia con Dios, similar a la del prójimo. Es amar al prójimo como a Dios. Dios mismo se presenta por medio del prójimo, su Imagen y semejanza, Dios se hace hombre y no muestra su rostro visible: Jesús.
Así pues, amar es una experiencia de hombres nuevos. Amar o aprender a amar es humanizar y también desarrollarse en todos los campos: moral, económico, político, social,… No debería enamorarme de mí mismo, pese a que el espejito sea mágico. La verdadera identidad está en el auténtico amor humano, humanizante, humanizador.
Este es el amor que se acerca, está a nuestro alcance, despierta ilusiones, mueve corazones, compromete vidas, rompe moldes, cambia esquemas, revoluciona sistemas,… Jesucristo lo hizo vida, ¿Podríamos hacerlo una experiencia propia?
Sal 17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 51ab R. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Yo te amo, Señor;
tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. R.
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido. R.
0 Comments