Domingo de Resurrección (A): «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto»

Jesucristo no está en las tumbas vacías

De Rafael Sanzio - [1], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=666533

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

Homilía y Reflexión
Si Jesús resucitó entonces esperamos resucitar. Cómo profundizar en la esperanza y en la fe en medio de la muerte. Esta es la cruz mas dolorosa de los últimos tiempos. De dónde nos agarramos para creer en que la vida triunfará. Las otras cruces más dolorosas pero invisibles se intentaron combatir con un aliento de humanidad en los Objetivos del Milenio, pero quizá el mismo egoísmo seguirá en la crucifixión. La muerte debe ser vencida y es un imperativo en este momento.

La pandemia – COVID-19 - nos lleva a la real perplejidad ante la muerte. Es más, unos somos conducidos con asombro a mirar por TV, desde lejos, los muertos. María Magdalena está atónita ante la tumba vacía, nosotros estamos temerosos que quizá no tengamos tumba. Y otros, como la Virgen María lloran impotentes ante la muerte inexplicable.

Será difícil cantar La Resurrección si la reduzco a la muerte que nos rodea. La Resurrección es después de la muerte, el mismo Jesús la superó; ahora podemos comprender que la tumba está vacía porque Jesús es el camino, la verdad y la vida, la resurrección (cfr. Jn 11,25). No se reduce a la identificación de las causas de la muerte, sino a recodificar o reinterpretar el sentido de la vida eterna.

No tenemos argumentos, sólo experiencias. La experiencia de los discípulos y de Jesús mismo. Y nosotros como invitados a ser discípulos debemos creer lo que Jesús dijo. O como Juan el discípulo teólogo que “aprende a aprender” o reinterpreta las vendas o ataduras de este mundo tiradas por el piso. Si Jesús te decía que él es la resurrección y luego encuentras su tumba vacía, la conclusión es obvia.

Pero debo ser un ‘discípulo complicado’ porque si somos ‘discípulos’: ¿seguiremos con miedo, nos encerraremos, escaparemos, la muerte limitará nuestro sentido de existencia? 

María Magdalena testifica la Resurrección, pero primero piensa que se robaron el cuerpo de su Señor, sólo ve una tumba vacía, un robo y no a Rabí. Juan, ve las huellas del cuerpo y las vendas y redescubre a Jesucristo. Pedro, me lo imagino soplando de cólera para atrapar a quien se robó el cuerpo, encuentra las mismas huellas, pero necesita entrar a la tumba para tocar, para estar de cerca y reinventar su confianza en la palabra de Jesús, obvio, el que da la vida eterna no puede estar ya entre los muertos, es Dios de vivos.

Quisiera arrancar al Cristo las palabras de consuelo para las mujeres y hombres que están solos, enfermos y necesitados del abrazo amoroso y misericordioso de Dios.

Hoy, el sol está brillante y subió la temperatura, pero no podemos salir a ver las flores. Hoy la solidaridad hace posible que muchos niños tengan chocolates pascuales conejitos dulces y ‘colombas’ (tipo panetón italiano). Hoy he recibido una llamada de un amigo después de tanto tiempo. Hoy, encontré un nido de un ruiseñor entre los naranjos. Hoy las hormigas formaban un hilo en dirección a la azúcar. Hoy, vi una película que me hizo soltar lágrimas. Hoy, extrañe a los míos. Hoy descubrí la genialidad de mi hermana. Hoy escuché realmente la diferencia entre el aleluya y las lamentaciones. Han bajado las estadísticas de la muerte y han subido las del amor a la humanidad. ¡Descubre la vida!

 

Homilía y Reflexión, 

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: 
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.


Homilía y Reflexión, 
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