Domingo de Ramos de la Pasión del Señor

El Rey de las mascarillas


De Giotto - Web Gallery of Art:   Imagen  Info about artwork, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=15884092

Homilía y Reflexión
Este año, Jesucristo es el Rey, ingresa en su burro, acompañado por millones de aves, bajo el sol radiante. Su entrada triunfal en medio de flores, del verdor de los árboles, de los olivos y los sauces mecidos por el viento. Con un gran coro de auténticos cantos de fe y melancolía. Este año cantamos desde los balcones, desede la soledad, el hogar, la familia, … desde nuestros corazones: “¡Hosanna el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”

Y así se abre la celebración de la Semana Santa. En medio de esa gloria ecológica entramos en el templo de nuestros corazones para enfrentarnos al misterio de la muerte.

En la pandemia, no sólo somos meros espectadores o piadosos oyentes de una historia liberadora, sino participantes netos de la vida que supera a la muerte, de un camino corresponsable que nos conduce a la pascua.

En la pasión de hoy, los gobernantes, religiosos y políticos, experimentan la impotencia y en algunos casos muestran frentes vulnerables. Los ricos y los pobres estamos desnudos, sólo con la fortaleza de nuestro cuerpo, nuestros ánimos y la fe.

En muchos corazones está sonando las palabras de Jesús: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”. 

Jesús, en su camino a la cruz está sólo, algunos soldados y ambulancias lo escoltan con precaución. No sólo han desgarrado su corazón, también el de su Madre que no podrá ofrecernos la estampa de la piedad. Sus familiares y amigos siguen de lejos. Los que lo niegan, le critican, lo juzgan,… también tiemblan ante el buitre que aparece como un fantasma.

Y entonces, Jesús está más presente que nunca. Él es más que el Cristo del dolor, es de la esperanza, de la vida. Hoy, Jesús lucha, se asfixia, clama por un ventilador, tiene perforadas las manos, el corazón y los pulmones. Los diarios informan de miles.

El amor de los Cristos invisibles, con mascarillas, de aquellos que están entregando su vida en los hospitales como gran testimonio de corresponsabilidad. Los que no reconocían a Dios, ahora posiblemente digan: “En realidad tubo que ser Dios”. Los Cristos están transportando comida, asegurando la cuarentena en las calles, investigando en un laboratorio, es el momento en que la fe y la ciencia se unen hacia el horizonte de un mundo más humano.

Estos Cristos están en sus casas de cartón sin las migajas. Multiplicando los peces y el pan en los pequeños departamentos, comprando con inteligencia, jugando con sus hijos y abrazando a los ancianos, aprendiendo a tolerarse. Han dejado de postergar a sus seres queridos y hablan de la vida, bromean con la guadaña de la muerte y no dejan de decirle a Dios: “En tus manos está puesta mi vida”.

Homilía y Reflexión

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EVANGELIO

Permanecemos de pie. El lector lee el evangelio de Ramos.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (21, 1-11)
Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé,
junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente,
encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino,
desatadlos y traédmelos.
Si alguien os dice algo contestadle
que el Señor los necesita y los devolverá pronto.
Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta:
«Decid a la hija de Sión:
Mira a tu rey, que viene a ti,
humilde, montado en un asno,
en un pollino, hijo de acémila».
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús:
trajeron la borrica y el pollino,
echaron encima sus mantos y Jesús se montó.
La multitud extendió sus mantos por el camino;
algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada.
Y la gente que iba delante y detrás gritaba:
«¡Hosanna el Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!»
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada:
«¿Quién es éste?
La gente que venía con él decía:
«Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea.
Palabra del Señor.
R/. Gloria a ti, Señor Jesús.
Al final del Evangelio, aclamamos nuevamente al Señor
cantando la segunda parte del Sanctus:

Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
(Bis)
(O en latín)
Benedictus qui venit in nomine Domini.
Hosanna in excelsis. 
(Bis)
Tras dejar los ramos en un lugar adecuado, nos sentamos.
Quien guía la celebración, toma la palabra
e invita a todos los presentes a recogerse en oración:
Jesús, en esta celebración de Ramos,
recordamos tu entrada triunfal a Jerusalén,
uniendo el ímpetu de nuestros corazones y el sonido de nuestras voces
para aclamarte con un solo corazón y un solo espíritu con tu Iglesia.

Te aclamamos a ti, que vienes en el nombre del Señor,
Jesús, hermano nuestro y Dios nuestro,
concédenos la gracia de no perder nunca de vista la verdad de la Pascua,
que Tú vas a mostrarnos a lo largo de tu Pasión. 
Esta es la verdad de la Pascua:
el triunfo cristiano pasa a través de la cruz,
y de la entrega de la propia vida por amor,
hasta el final.
Pausa
Ahora nos preparamos para abrir nuestros corazones
a la Pasión del Señor en silencio.

Sentados, inclinamos la cabeza y cerramos los ojos
para facilitar el recogimiento. Guardamos cinco minutos de silencio.
Quien guía la oración indica el final de ese momento de silencio.
Al final, invita a los participantes a ponerse de pie y les dice:
Al entrar el Señor en la Ciudad Santa de Jerusalén,
los niños, con palmas y ramos en sus manos,
anunciaron la resurrección.
Cantemos con ellos:
“Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo”.
El encargado de la primera lectura permanece de pie,
mientras todos los demás se sientan. 
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías (50,4-7)
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo;
para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído;
yo no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado. 
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos Señor.
A continuación, es posible salmodiar o leer juntos el refrán,
mientras el lector del salmo lee la estrofa.
SALMO 21
R/ Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere».
R/ Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado? 
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. 
R/ Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado? 
Se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. 
R/ Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado? 
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel». 
R/ Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado? 

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2, 6-11)
Cristo Jesús, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios;
al contrario, se despojó de sí mismo
tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia,
se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo,
en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos Señor.

EVANGELIO
Todos proclaman:
Gloria y alabanza a ti, Cristo. 
El lector sigue diciendo:
Cristo se ha hecho por nosotros obediente hasta la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió
el Nombre-sobre-todo-nombre.
Todos proclaman:
Gloria y alabanza a ti, Cristo. 
A continuación se pasa a la lectura del pasaje evangélico de la Pasión de Jesús, según las indicaciones ofrecidas al inicio de esta guía.
Los tres lectores se guían según estas siglas: X/: Jesús, C: Cronista, S: Sinagoga.
Si hay niños pequeños, se puede leer la versión breve, indicada entre corchetes. 

C/ Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (26,14—27,66)

C/
 En aquel tiempo, [uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: S/ «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?» C/ Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. C/ El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: S/ «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» C/ Él contestó: X/ «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».
C Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
X/ «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar». C/ Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: S/ «¿Soy yo acaso, Señor?» C/ Él respondió:X/ «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!» C/ Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: S/ «¿Soy yo acaso, Maestro?» C/ Él respondió: X/ «Tú lo has dicho». C/ Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo:X/ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo».C/ Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo: X/ «Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora ya no beberé del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre». C/ Después de cantar el himno salieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: X/ «Esta noche os vais a escandalizar todos por mi causa, porque está escrito: “Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea». C/ Pedro replicó:S/ «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré».C/ Jesús le dijo:X/ «En verdad te digo que esta noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces».C/ Pedro le replicó:S/ «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».C/ Y lo mismo decían los demás discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos:X/ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar».C/ Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo:X/ «Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo».C/ Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:X/ «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».C/ Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:X/ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil».C/ De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:X/ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».C/ Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y les dijo:X/ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».C/ Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:S/ «Al que yo bese, ese es: prendedlo».C/ Después se acercó a Jesús y le dijo:S/ «¡Salve, Maestro!»C/ Y lo besó. Pero Jesús le contestó:X/ «Amigo, ¿a qué vienes?»C/ Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:X/ «Envaina la espada; que todos los que empuñan espada, a espada morirán. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría enseguida más de doce legiones de ángeles. ¿Cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que esto tiene que pasar?»C/ Entonces dijo Jesús a la gente:X/ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos como si fuera un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me prendisteis. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las Escrituras de los profetas».C/ En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que prendieron a Jesús lo condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver cómo terminaba aquello. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:S/ «Este ha dicho: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».C/ El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:S/ «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?»C/ Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:S/ «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».C/ Jesús le respondió:X/ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo».C/ Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:S/ «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»C/ Y ellos contestaron:S/ «Es reo de muerte».C/ Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo:S/ «Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado».C/ Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo:S/ «También tú estabas con Jesús el Galileo».C/ Él lo negó delante de todos diciendo:S/ «No sé qué quieres decir».C/ Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:S/ «Este estaba con Jesús el Nazareno».C/ Otra vez negó él con juramento:S/ «No conozco a ese hombre».C/ Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:S/ «Seguro; tú también eres de ellos, tu acento te delata».C/ Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:S/ «No conozco a ese hombre».C/ Y enseguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos diciendo:S/ «He pecado entregando sangre inocente».C/ Pero ellos dijeron:S/ «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»C/ Él, arrojando las monedas de plata en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas de plata, dijeron:S/ «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre».C/ Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor».] Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:S/ «¿Eres tú el rey de los judíos?»C/ Jesús respondió:X/ «Tú lo dices».C/ Y, mientras lo acusaban, los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:S/ «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»C/ Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:S/ «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»C/ Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:S/ «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».C/ Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:S/ «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»C/ Ellos dijeron:S/ «A Barrabás».C/ Pilato les preguntó:S/ «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»C/ Contestaron todos:S/ «Sea crucificado».C/ Pilato insistió:S/ «Pues, ¿qué mal ha hecho?»C/ Pero ellos gritaban más fuerte:S/ «¡Sea crucificado!»C/ Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:S/ «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»C/ Todo el pueblo contestó:S/ «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»C/ Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:S/ «¡Salve, rey de los judíos!»C/ Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a llevar su cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban, lo injuriaban, y, meneando la cabeza, decían:S/ «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».C/ Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:S/ «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”».C/ De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente:X/ «Elí, Elí, lemá sabaqtaní?»C/ (Es decir:X/ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).C/ Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:S/ «Está llamando a Elías».C/ Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían:S/ «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo».C/ Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu. Todos se arrodillan, y se hace una pausa. 
Nos ponemos de rodillas y guardamos silencio un instante.Nos levantamos y continúa la lectura de la Pasión.
C/ Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:S/ «Verdaderamente este era Hijo de Dios».C/ [Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en su sepulcro nuevo que se había excavado en la roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María la Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:S/ «Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor estando en vida anunció: “A los tres días resucitaré”. Por eso ordena que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura sería peor que la primera».C/ Pilato contestó:S/ «Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis».C/ Ellos aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y colocando la guardia.]C/Palabra del Señor.R/. Gloria a ti, Señor Jesús.
La lectura del Evangelio concluye sin aclamación. Todos se sientan.
Quien guía la oración, repite lentamente como si se tratara de un eco lejano:
 
« Verdaderamente este era Hijo de Dios »
Mantenemos dos minutos de silencio en meditación personal.
A continuación todos se levantan y profesan la fe de la Iglesia
proclamando el símbolo de los apóstoles:

Homilía y Reflexión

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