II Domingo de Pascua (A): «Señor mío y Dios mío!» La duda de Tomás

¡Señor mío y Dios mío!


II Domingo de Pascua
Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

 Homilía y Reflexión
La pandemia ha dejado las iglesias sin fieles, pero ha fortalecido el sentido de comunidad cristiana. Cada familia ahora se está convirtiendo en una comunidad llena de signos de misericordia y cercanía, en esa primera iglesia doméstica. Naturalmente, hay gente que no dejan de mostrarse auto-referenciales o egoístas – “a mí no me va tocar”- aunque la muerte también les esté tocando la puerta, hoy bien cerrada y desinfectada. Estamos ante una experiencia de fe comunitaria y personal.

Te invito a concentrarnos en algunos símbolos de la famosa “duda de Tomás”, quizá también sea la tuya y la mía en una familia, comunidad.

“Puertas cerradas”. Unos las han cerrado más y otros las abrieron para recibir el sol. Respecto al uso de medios de comunicación, hace años, recuerdo los comentarios de los “religiosos intelectuales”, atacaban a los medios como la personificación del diablo y al que estudiaba como poco inteligente. Las puertas estaban entreabiertas, porque al interno las decisiones no necesariamente eran coherentes con lo que decían al externo. Hoy, reviso las redes y me da tanta alegría, ver a algunos usando los medios para acercarse a la gente. Alegría, porque abrieron sus puertas mentales, al menos en este punto, a favor de una comunidad virtual, en la evangelización del “nuevo continente”. Alegría, porque se preocupan más por dar fe y esperanza a las personas que por sus alcancías vacías.

“Paz a vosotros” y dicho esto “sopló” sobre ellos. Estar 24 horas con las puertas cerradas y con miedo a un virus contagioso, misterioso, caprichoso, mutante, … seguramente afecta a la inteligencia emocional. Y ese desierto interior es oportuno para que el ‘soplo’ vuelva a ‘crearnos’ como “más buenos’. Queda replantearse la vida, saber “quién seré o serás”, cuando abramos las puertas y podamos darnos la mano, abrazarnos y soplarnos viralmente la fraternidad, el perdón, la alegría. La paz de Jesús rompe puertas y da fortaleza para el camino y la misión de la misericordia (no jueces).

Tengo algunos pesares comunitarios: políticos, servidores públicos y empresarios que se siguen lucrando de esta pandemia. Las políticas injustas. Las ONGs y comunidades que no están trabajando para testimoniar su fe o su proclamada filantropía. Los abusos y amenazas laborales cada vez más acentuados en injusticias. La violencia familiar, ahora sin máscaras.

“Hemos visto al Señor”. Los discípulos tienen un gran testimonio. Pero por algo no es creíble a uno de sus propios integrantes. El testimonio colectivo tapa las dudas personales, aunque debería aclararlas y dar seguridad. ¿Tomás se aislaba o era aislado, era el diferente, o eran las dudas escondidas de varios? ¿Era el único atrevido que rompió el miedo y estaba fuera explorando soluciones? Nadie se salva solo. Jesús muestra un profundo interés comunitario y rompe las puertas del miedo y la decepción para recrearles el alma y “enviarlos”.

El sentido comunitario ha hecho que miles de ancianos solos estén en sus casas encerrados y con el amor de sus hijos. También, ha hecho visibles a los “trabajadores creíbles” que arriesgan su vida para cuidar a la comunidad. Ellos, reciben aplausos y nuestras oraciones con más corazón y fe que un partido de futbol, a propósito, varios jugadores se quejan de no seguir ganando sus millones, como las comunidades que se olvidan de la providencia.

Ver las huellas del crucificado. Tomás exige una experiencia personal y Jesús no lo duda, aunque después de 8 días, suficiente tiempo para pensar, esperar, cavilar, averiguar, recordar,... al final expresa una confesión de amor y de fe que nos llega al alma: “Señor mío y Dios mío” ya no el crucificado, sino el resucitado.

Sin la fe, sin esperar a Cristo, sin el envió, … las comunidades y cada uno, estaremos encerrados en nuestras dudas, miedos, pensamientos,… Felices los que creen y también los que ven! 



Homilía y Reflexión

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Homilía y Reflexión
Lectura recomendada: 
- Un plan para Resucitar, una meditación del Papa Francisco. Publicada por Vidanuevadigital
- Adorar en Espíritu y verdad Pautas para la homilia
- Homilías dominicales. Preacher Exchange
- Homilía Dominical. Dominicos de España

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