VII Domingo del tiempo ordinario (A): “ Amen a sus enemigos ” Perdón.

"Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto"

El perdón cristiano está en el corazón mismo del evangelio, el perdón a los enemigos es presentado por Jesús como un medio de perfección.

El perdón cristiano



VII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2022 - 2023 - (Ciclo A)

 


El perdón es de valientes 

¿Pensaste alguna vez en la venganza contra alguien? ¿Te vengaste? ¿Te sirvió vengarte? ¿qué piensas de la integridad personal?


La venganza es tan común entre los seres humanos, no por ello es justificable. las bandas criminales, los grupos de poder, los políticos, los países, … Guardan sus heridas abiertas y tratan de cicatrizarlas devolviendo el daño recibido. Incluso, puede parecer ‘justo’ reaccionar así, vengarse, con el deseo obsesivo de hacer pagar a la otra persona.

 

El perdón es difícil, el fondo de la venganza

En el aspecto más personal. En ti mismo. En tu propio sentir. Naces, creces, conoces un hogar, unos padres dialogantes o conflictivos, una familia unida o llena de ataques hipócritas, unos amigos concentrados en aquello que les edifica y unas patologías para ‘auto-eliminarse a pausas’. En esas relaciones humanas, así fueran las más llenas de bilis y conflictivas, puedes identificar el valor positivo del acuerdo, unión, reconciliación, paz. Entonces, el contexto no te puede condicionar, eres suficientemente inteligente para optar por la no violencia.

 

Un gesto de valientes no es la violencia, menos la venganza. Si examinas el fondo de las motivaciones puede ayudarte a encontrar alternativas de solución: el odio, la frustración, el sentirse impotente, ofendido, marginado, menospreciado, irrespetado. ¿Cómo ayudar a superar todo ello? Al menos identificando (sus heridas) en uno mismo o en otra persona se puede mejorar. Es una tarea para valientes, dar el paso a buscar la reconciliación personal es mejorar la inteligencia emocional.

 

Poner la otra mejilla puede ser de cómplices

Cuántas madres o padres apañan la violencia. Cuando el padre es violento y la madre lo justifica. Si una mujer es violenta y sus compañeros de trabajo la consideran de carácter fuerte y la ponen a pelear. Si un joven es violento y se considera el más valiente. En algunos grupos todavía se da la ley del más fuerte. Todas ellas, en el fondo promocionan la violencia y ponen en evidencia la debilidad: cobardía y temor. ¿Cómo salvaguardar la integridad personal?

 

Poner la otra mejilla es una de las estrategias contra la violencia, pero queda corta ante el sentido que la pone Jesucristo. Soportar, tolerar, justificar son verbos que hacen crecer la violencia. Presentar la otra mejilla es como decir “no te tengo miedo”. Jesús avanza en la actitud, más allá del “no te tengo miedo”, es también “estás enfermo y te voy ayudar”. ¿Qué sigue después de un acto de violencia? ¿qué sigue después de un acto de “te voy ayudar”?

 

Perdón a los enemigos - Amar a los enemigos

La primera gran ayuda es el perdón. Luego el amor. Está es la parte crucial. Tenemos dudas y nuestros ánimos no llegan ese grado de reconciliación. Pero si llegan, la paz realmente es de valientes. 

 

Aquí es donde las palabras de Jesús están talladas en piedra, porque no se trata de pedir la paz, sino de ser pacífico. La piedra fundamental es más que la mejilla, se funda en el corazón. El dolor de las mejillas no ha llegado al corazón. En esa intimidad con Dios, en el corazón del amor, es donde se perdona, allí hay que limpiar los rastros de odio, las intenciones de venganza, la obsesión del sufrimiento, ¿cuántos dolores inútiles? No dejes que la maldad que sale del corazón de otra persona le quite años a tu corazón, borre la sonrisa de tu vida.

 

Marca la diferencia. Los eventos de sufrimiento son oportunidades para conocer la genialidad de las palabras de Jesús. Él mismo, propone el perdón y lo vive, es impresionante la escena en la que Jesús perdona a quienes le están matando.

 

¿La violencia es una solución? Históricamente, las guerras no se han solucionado con la violencia, han ganado la guerra, pero las heridas siguen abiertas. Sucede que en las ciudades fronterizas, el escenario de guerra se prolonga en una dispersión de personas para que las heridas juntas no sean visibles.

 

Tú eres capaz de amar más allá de lo que crees, de alcanzar esa santidad como tu santo Dios, de decir como San Juan: “Dios es amor”. ¿Es esto posible? Sin embargo, está escrito en el libro del Génesis que "Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó" (Gn 1,27). Por tanto, si Dios es santo, nosotros también estamos llamados a serlo. Por supuesto, como bien sabemos, no nacemos santos, sino que nos hacemos santos. Somos seres en construcción, nuestras vidas son como obras maestras en proceso de completarse, un lienzo vivo en el que Dios inscribe su amor día a día, con trazos ligeros y delicados como un pintor impresionista.

 

Palabra del papa Francisco

Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen. Esta es la novedad cristiana. Es la diferencia cristiana. Rezar y amar: esto es lo que debemos hacer; y no sólo por los que nos aman, por los amigos, por nuestra gente. Porque el amor de Jesús no conoce límites ni barreras. El Señor nos pide la valentía de un amor sin cálculos. Porque la medida de Jesús es el amor sin medida. ¡Cuántas veces hemos descuidado lo que nos pide, actuando como todos los demás! Sin embargo, el mandamiento del amor no es una simple provocación, sino es el espíritu del Evangelio. Sobre el amor hacia todos no aceptamos excusas, no predicamos una cómoda prudencia. El Señor no fue prudente, no hizo concesiones, nos pide el extremismo de la caridad. Este es el único extremismo cristiano lícito: el extremismo del amor.

(Homilía del Santo Padre Francisco, Bari, 23 de febrero de 2020)

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 38-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”.
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».


Pintura

¡Perdonar nos manda Dios!

1895. Óleo sobre lienzo, 270,3 x 445 cm  
Depósito en otra institución

La obra narra en clave de folletín el regreso al hogar paterno de una joven y su hija, fruto de una relación extraconyugal. Arrodillada, implora clemencia ante su padre, cuya ira aplaca un cura que le recuerda el deber de perdonar. Premiada con una segunda medalla, esta impresionante pintura, narrada en clave de folletín, donde el espectador completa el relato a partir de ciertos detalles, hacía hincapié en las fatales consecuencias y el sufrimiento que, especialmente para la mujer, conllevaban las relaciones extraconyugales. De esta composición, cuajada de citas a Caravaggio y a la pintura del Barroco naturalista, los críticos perdonaron ciertas deficiencias plásticas por lo persuasivo y audaz del argumento. La adquisición de la obra por el Estado significaba la aceptación oficial de ese discurso, convirtiéndose así en un epítome del adoctrinamiento moral pensado para el público femenino.

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