Adviento II - Ciclo A (Mateo 3, 1-12) - 5 de diciembre de 2010

“Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor”
Ver claro ya es un desafío cuando no queremos estirar la cabeza para mirar el camino recorrido. Uno podría hacer un alto en la vida para oxigenar el espíritu, procurar un encuentro con Jesucristo y hospedarlo en el calor de nuestro hogar.

Hoy hay un personaje importante pero no el esperado, es Juan Bautista. Rompe con todo molde y no siente la novedad sino un precursor de la novedad.

Romper moldes. Todos queremos romperlos, es bueno, profético y sano. Romperlos en la forma de vestir (metrosexuales y marcas exclusivas), de comer (criollos, vegetarianos y bulímicos) y de hablar (predicadores, oradores y locutores). Ojo, sin atentar contra la salud.

Romper moldes sin violencia y con palabras contundentes. Con la acogida y asimilación del cambio. Con autenticidad y delicadeza. Es una pedagogía encaminada a allanar los pensamientos dogmáticos, los corazones resentidos, que une lo que parece imposible: “el lobo convivirá con el cordero; el león con el novillo; la vaca con el oso; el niño con el áspid”.

La lejanía seca los corazones, estanca proyectos, enfría una pasión. Este sentir parece un tronco cortado pero con esperanzas, no todo está perdido. De lo estancado debe salir un brote, romper la sequedad y acoger la flor, la vida, la novedad. Romper el molde es ser un precursor de la verdadera forma de vivir.

Volver al señor es mirarle otra vez con agrado y valorarle. Es un tiempo de adviento, de espera, de preparación. De pronto no seamos la posada “cinco estrellas” , pero sí podemos dar vuelta los ojos a la posada que nos cobija con mucho amor: Dios, la familia, el amor.

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