Domingo XXIII Ordinario – Ciclo A (Mateo 18, 15-20) – 4 de septiembre de 2011
“Si tu hermano te hace algo malo (...)”
En 1947 el pastor beduino Muhammed Ed-Dib descubrió en las grutas, cerca al Mar Muerto, los famosos manuscritos de la comunidad judía de Qumran (s. II a.C. y I d.C.), uno de los textos es titulado la “regla de la comunidad” y hoy precisamente, nos referimos al discurso de Mateo que nos habla de la corrección fraterna. Mateo organizó y amplió las palabras de Jesús adaptándolas a la praxis de la iglesia siropalestina, y hoy, me atrevo aplicar tal dinamismo a una experiencia vivida.
Alguna vez, un grupo de personas acudieron al superior a quejarse de uno de sus súbdit
os, con un montón de motivos ¿Razonables? Según ellos manifestaban, querían salvar la imagen de la iglesia, corregir al “travieso”, ponerle orden al “desordenado” y “muerto el perro muerta la rabia”. El “acusado” ni se imaginaba la pólvora regada para ser corregido por sus malas acciones.
Podemos hacer esto, muchas veces, quejar y mal decir de alguien; y lo hacemos siempre con el superior y si éste tiene oídos de “cotorra” seguramente motiva el “hacer justicia”.
Hoy se revela una gran pedagogía de caridad y comprensión. En primer lugar, se trata de pecados graves (homicidio, adulterio y apostasía) que afecten a la comunidad directamente. No se habla de sospechas ni “especulaciones personales” y la motivación debe ser el amor (amar a Dios y al prójimo…).
En primer lugar, es el diálogo personal. Para iniciar el diálogo, uno tiene que hacerse un riguroso examen de conciencia. ¿Qué me mueve a hablar con mi hermano(a); el amor o la autocomplacencia de sentirme superior? Jesucristo es firme: ¿Cómo puedes decir a tu hermano que se quite la paja de su ojo,…? (Mt 7, 4-5).
Todos tenemos pecados, pero tenemos derecho a nuestra intimidad y al menos al respeto. Los más grandes resentimientos se profundizan cuando no se dialogan. El “poner las cosas sobre la mesa” te libera, brilla la verdad, muestra las verdaderas intenciones.
En segundo lugar, se necesita de testigos, (no de cómplices), y de sus diversas opiniones. La sabiduría de las Órdenes religiosas tienen el “consejo”, en él los consejeros tratan los asuntos de manera objetiva y el superior debe tener la capacidad para dejarse aconsejar y decidir. Las reacciones del “errado” amplían el horizonte para proceder con tacto, prudencia y cautela.
En último lugar, es solemne, involucra a la comunidad. Sólo ella puede colocar al hermano “incorregible” como quien se ubica fuera de la comunidad. Un auténtico padre jamás aleja a sus hijos, puede constatar su alejamiento pero con sufrimiento y amargura. No se excluye la posibilidad del perdón y la readmisión. Se persigue el regreso al colocar en la situación de reflexión y conversión.
Entonces, ya sabes si tu hermano te hace algo, si te lo hace o crees que te lo hace,…
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