Acusador Chapa tu adúltera

“Acusador, chapa tu adúltera”

Ciclo C, Tiempo de Cuaresma,
Domingo de la Semana No. 5

La misericordia, el dolor de entrañas de parturienta, lo más íntimo y privado se va manifestando en los textos evangélicos de los dos últimos domingos de cuaresma (Lc 15 y Jn 8, 1-11). Es un esquema insistente. Por ejemplo, los perfiles psicológicos del hijo mayor, el del hijo menor y la forma de actuar del Padre misericordioso se reflejan en el texto juánico (aunque se sospecha que es la huella de Lucas o en todo caso de los sinópticos) referido a la mujer adúltera, la tendencia interna de los fariseos y escribas ante la adúltera y otra vez la actitud misericordiosa de Jesús.


Repasemos en el evangelio la escena de la adúltera, ¿Fariseos y publicanos quieren en realidad frenar o extinguir el adulterio? ¿Jesús aprueba o no el adulterio?

A propósito recordemos las palabras del Papa Francisco ante la pregunta ¿un homosexual se salvará o no?: “Quién soy yo para juzgarlo”. Tremenda frase que abre las puertas a muchos que se sienten condenados y tienen apatía y odio a la iglesia por ser la defensora de la fe y de las costumbres, de la moral, de aquella que vaya de acorde a Dios. Es decir, yo no puedo tirar la primera piedra, “¿mujer quién te condena?”. Pero no tan laxo, leamos bien el texto: "Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo? El catecismo de la Iglesia Católica  lo explica de una forma muy bella a esto. Dice que no se puede marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas a la sociedad. El problema no es tener tendencia. Debemos ser hermanos. El problema es hacer un lobby" (Univisión, 2013).

Fariseos y escribas buscan a Jesús para presentarle una mujer encontrada en flagrante adulterio. Al mismo estilo de “chapa tu adúltera” la empujan hasta donde predicaba Jesús. La flagrancia no ordenaba llevarla ante Jesús, él no es rabino ni autoridad política, en este acto se aplicaba la pena lapidaria de inmediato, no había tiempo de despertar al “fiscal” (hoy) porque las piedras eran las que sobraban y la hipocresía una máscara santurrona. Además, fariseos y escribas no consideraban a Jesús una referencia porque su palabra quemaba más que la arena del desierto, les desubicaba y atónitos se mordían su cólera y pocos humildemente se refugiaban o convertían. En el fondo, el objetivo no es la adúltera, es encontrar una falla para acusar al mismo Jesús, aunque luego lo crucificarán. Con tal de seguir en su guarida cómoda del dinero y la buena fama son capaces de desafiar a Jesús, intentar matarlo; algo como el fin justifica matar a una mujer, aparentemente en nombre de la justicia.

Sus intenciones son puestas al descubierto porque comienzan a decir falacias: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?". Jesús está escribiendo en el piso con su dedo, terapia eficaz ante las palabras mentirosas que le quieren atrapar, su pedagogía y gestos son de una comunicación eficaz para desbaratar aquellas intenciones de doble cañón. Si dice que “sí” lo acusarán de mandar a matar a una mujer, podría ser una escena armada, y si dice que “no” entones estaría de acuerdo con el adulterio. Ellos, exigen explicaciones, respuesta, su silencio les ensordece y les hace perder la paciencia hasta que se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. Estas palabras cambian la historia de sus vidas, nunca perdonaban tirar piedras, los más adultos saben de las piedras que debieron recibir. Sueltan las piedras, armas encubridoras de sus pecados, se largan como escondiendo la cara de vergüenza.

La mujer seguía parada, al centro, improvisando un tribunal, cuidando su cabeza de alguna piedra, se queda pasmada, su muerte inminente, mirando en el mismo nivel, al piso, Jesús está inclinado, su única esperanza. Tocando tierra sus palabras tocan carne: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor." Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."

Si tenías tu piedra lista, suéltala; corre, la misericordia es liberadora. Nadie te condena, pero tampoco te alcahuetea, simplemente: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."


Univisión. (29 de Julio de 2013). ¿quien soy yo para juzgar a una gay? Obtenido de http://www.univision.com/noticias/noticias-del-mundo/quien-soy-yo-para-juzgar-a-un-gay-dijo-el-papa-francisco

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